Contenido
- Boda de ladrones
- Cielo cromado
- Claudio
- Diario
- Dormiré contigo
- Edith
- El fin
- El manantial
- El testamento del dragón
- En busca de
- Flora
- Grietas en el cielo
- Historias con latido
- Historias cortas
- Imágenes con latido
- La mansión
- La nueva vida de Dana
- Lady Noche
- Lágrimas de sueño
- Lana Mandala
- Las cuatro insidiosas
- Latidos de libreta
- Llantos
- Mariposas en las paredes
- No se lo digas a mi hija
- Notas del autor
- Ojos negros colmillos blancos
- Sujeto de prueba 001
- Zona en obras
jueves, 25 de julio de 2013
Sola
La bestia parpadeaba con
debilidad. Su pupila alargada se había dilatado al máximo para
aprovechar la escasa luz que llegaba a la explanada situada a los
pies del castillo. El cielo nocturno y nublado bloqueaba por completo
la luz lunar, tan solo el brillo anaranjado y lejano del castillo en
llamas movía las sombras de los difuntos sembrados en el campo de
batalla. Lanzas, espadas y flechas, clavadas en carne sanguinolenta,
se alzaban al cielo y marcaban la tumba de cada guerrero, formando un
bosque de metal ensangrentado, empuñaduras desgastadas y astas de
lanzas partidas y astilladas. Y en medio de la barbarie, el dragón,
firmemente apoyado sobre sus cuatro patas.
jueves, 18 de julio de 2013
El manantial (Quinta y última parte)
El metal aún estaba caliente
cuando Váral apretó el cañón de su arma contra la cabeza de Abbi.
―¿Cuántos sois? ―le gritó―.
¡Responde!
jueves, 11 de julio de 2013
Otro día en mi cabeza
[Esta historia está inspirada en la canción Another Day In My Head del grupo Peepall. Podéis escuchar su último disco, Freneza, en el siguiente enlace: http://peepall.bandcamp.com/album/freneza]
El roce áspero de la cuerda le hacía daño en las muñecas y en los
tobillos, pero Priscila seguía esforzándose para liberarse de sus
ataduras. Aquel psicópata la había amordazado y le había atado los
pies a las patas de la silla, y las manos, al respaldo. El asiento
estaba fabricado con resistentes piezas de madera, pero Priscila no
dejaba de tirar de todas sus extremidades para soltarse, a pesar de
que su sangre ya empapaba las hebras del trenzado de la cuerda. Su
mirada estaba clavada en el culpable de su tormento, dormido
plácidamente en la cama que tenía delante. La realidad se deformaba
por las lágrimas que nublaban su mirada, pero aun así, Priscila no
dejaba de vigilar el descanso de su secuestrador, mientras contenía
los sollozos en las profundidades de su garganta. No debía hacer
ruido, pero tenía que seguir intentando escapar. Ya había
amanecido, y el durmiente había comenzado a revolverse entre las
sábanas. Estaba teniendo un mal sueño y pronto despertaría.
El manantial (Cuarta parte)
El soldado Váral se asomó
rápidamente por encima de la roca y apuntó con el fusil hacia el
camión. A su nariz llegó el olor de la carne sanguinolenta de los
pedazos desperdigados del camello, secándose al sol. A Váral
todavía le costaba creer que acababa de estar justo al lado del
causante de la emboscada. Apretó los labios, resignado por haber
perdido la ocasión perfecta de haber acabado con él. Con la mirada,
buscó a Kouric y lo encontró acercándose a su posición con el
arma dirigida constantemente hacia la parte trasera del camión.
Váral le hizo señas con la mano y le indicó que rodeara el camión
por delante y que se acercara por el otro lado. Así, atacarían
desde dos flancos. Por su parte, Rakku y Lailo se aproximaban al
camión por la parte delantera, pero Váral les ordenó con otras
señas que se detuvieran y que siguieran vigilando la zona. Váral no
las tenía todas consigo, pues no estaba seguro de si podría haber
más atacantes apostados cerca. Quizás, el crío escondido en el
camión tan solo se trataba de un cebo para una trampa mucho peor.
Con expresión de asco, Váral apartó con el dorso de la mano un
amasijo de pelo y sangre de camello que había caído sobre su hombro
en el momento de la explosión. Paso a paso, iba afianzando sus botas
en la tierra mientras no perdía detalle de lo que veía más allá
de la mira de su arma. Asintió satisfecho cuando el conductor del
camión hizo una señal con la cabeza para hacerle entender que se
encontraba bien. Presa del pánico, no había sido capaz de bajarse
del vehículo para protegerse de la detonación del camello. Miró a
través del parabrisas salpicado de rojo y observó cómo sus
compañeros se desplegaban según las órdenes de Váral. Este le
indicó con la mano que se bajase y que se mantuviese en la
retaguardia, justo detrás del último todoterreno, donde el soldado
Denko vigilaba la subida del camino. Obedeció, bajándose con sumo
cuidado y marchando de espaldas, sin perder nunca de vista la parte
de carga del camión. Con paso presuroso, se dirigió a la cuneta del
camino y, rodilla en tierra, cubrió junto a Denko al grupo desde
allí.
jueves, 4 de julio de 2013
Muerte cerebral
[Esta historia está inspirada en la canción Brain Death del grupo Peepall. Podéis escuchar su último disco, Freneza, en el siguiente enlace: http://peepall.bandcamp.com/album/freneza]
Por fin, el teléfono había dejado de sonar. Después de una
milésima de segundo de calma, el pitido del contestador automático
saltó, y el repentino sonido apenas tuvo espacio suficiente para
propagarse dentro de la angosta habitación de Indie. La voz de
Esperanza empezó a escucharse por el altavoz.
El manantial (Tercera parte)
―¿Te has vuelto loco? ―le
preguntó el soldado de la picazón en la cabeza, que salió a su
paso y lo obligó a detenerse―. ¿Qué vas a hacer con esa granada?
¿Es que quieres que todo el mundo se entere de que estamos aquí?
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