jueves, 29 de septiembre de 2016

Edith: cero

Ni siquiera se escuchaba el canto de los grillos. La calma de fuera del hangar abandonado desentonaba con el latido desbocado de los corazones confundidos de Edith y Ezra. La pálida luz de la luna bañaba los alrededores, donde el hormigón agrietado del suelo daba paso unos metros más allá a la tierra y las piedras. La cortina oscura de la noche impedía ver más lejos de la suave silueta del horizonte de dunas. Sus crestas y caídas se encontraban con el azul marino de un cielo nocturno que caía aplomado sobre ellos dos, cargando la atmósfera de una estática de preocupación e incertidumbre. El hangar abandonado parecía surgido de la nada en medio de la nada, y su terca estructura metálica no se daba por vencida y se resistía a desaparecer, ya fuese por el desgaste de los vientos polvorientos o por el enterramiento bajo las montañas de arena. Allí permanecía el deteriorado refugio aquella noche, cobijando con techos agujereados a dos hermanos confusos cuyas vidas habían dado recientemente un giro tan brusco e inesperado como incomprensible y aterrador. No sabían dónde estaban, ni quién los había llevado hasta aquel lugar. Lo único de lo que disponían eran las batas que cubrían sus cuerpos y los objetos que habían ido encontrando por el camino. Él sostenía el táser con una mano y el walkie con otra, mientras ella trataba de encajar en su cabeza el mensaje que acababa de leer en la nota que había recogido del suelo.

jueves, 22 de septiembre de 2016

Edith: cuenta atrás - 1

¿Estás bien?", le preguntó Edith a su hermano, posando con cuidado la mano en su hombro. Ezra no se dio por aludido y continuó intentando comunicarse con el hombre misterioso del walkie, quien acababa de anunciarle que iba a morir envenenado en unos pocos minutos. A pesar de sus denodados intentos pulsando el botón del comunicador, el de aquella voz ominosa del otro lado había decidido dejar de hablar definitivamente. Ezra se sacudió la mano de su hermana del hombro y la miró con ojos encendidos de furia.

jueves, 15 de septiembre de 2016

Edith: cuenta atrás - 2

Edith se apoyó en la esquina del pasillo y se acercó al extremo hasta que su hombro casi asomó por el borde. Se esforzó sin éxito en apaciguar su respiración descontrolada. El aire entraba y salía movido por un pecho asustado y desconcertado. No sabía cómo había terminado en aquel bloque de celdas acolchadas ni era capaz de explicarse cómo, de repente, era capaz de hacer desaparecer a cualquiera que se interpusiera en su camino simplemente con pensarlo. Cerró los ojos para mantener la cordura y centrarse en que, por muy descabellado que de repente le pareciera todo, aquello que estaba viviendo no era cosa que su extraña e imposible nueva realidad.

jueves, 8 de septiembre de 2016

Edith: cuenta atrás - 3

Ese precioso y fugaz momento posterior al despertar, que no es otra cosa que un instante pasajero en el que uno no es consciente de nada. La mente se queda en blanco y el cuerpo se despierta despacio. Y, durante ese breve espacio de tiempo, nada existe dentro de la persona. El paisaje mental es un yermo blanco e inhóspito que, de súbito, se llena de pensamientos y recuerdos, y la persona que antes dormía deja de ser un ente vacío para convertirse en el mismo individuo que había sido justo antes de perder la conciencia en el sueño. Justo en ese estado previo al despertar se encontraba sumida Edith, hasta que empezó a recordar su identidad propia, sus increíbles habilidades, la extraña celda acolchada y, sobre todo, a su hermano Ezra. En concreto, recordó su voz asustada sonando a través del teléfono. La memoria la sacó de su ensueño y la trajo de vuelta a la realidad. Abrió los ojos sin llegar a ver nada, ni recordar haberse quedado dormida. Tan solo rememoraba formas borrosas e indefinidas. Luego, recordó haber visto un fogonazo, y todo se había quedado oscuro después. Se sintió extraña y ligera, pero incómoda y dispersa. Decidió que ya era suficiente y parpadeó varias veces para aclararse la vista. La realidad apareció delante de ella. Aún se encontraba dentro de la celda, vestida únicamente con una bata blanca salpicada de sangre y tumbada boca arriba sobre el suelo acolchado. Se sentía pegajosa y le dolían las extremidades. Intentó incorporarse despacio, marcando una mueca de dolor en su rostro, y entonces se percató de que la puerta de su confinamiento estaba abierta y había dos guardias de seguridad con cara de sorprendidos que la apuntaban directamente con sus fusiles temblorosos.

jueves, 1 de septiembre de 2016

Edith: resultados

¿Qué hace usted aquí? ―preguntó el doctor Miller según entró por la puerta del despacho.