jueves, 30 de octubre de 2014

Nota del autor

Muy buenas. Como la semana pasada no pude subir ninguna historia, esta semana subo dos partes de "Dormiré contigo", la tercera y la cuarta. Espero que os gusten, y disculpad por el retraso. ¡Saludos!

Imagen con latido (86): Sonríe


Dormiré contigo (cuarta parte de cinco)

  Óliver acercó el dorso de la mano al rayo de luz que salía de la grieta. La luz incidió en su piel y notó una agradable sensación de calidez, como la de un soleado día de primavera. Aquel haz de luz parecía luz solar. Óliver volvió la vista hacia la ventana. Se aproximó a ella y miró fuera através del cristal. La noche era absoluta y muy abajo, en la calle, las farolas seguían encendidas. A continuación, comprobó la hora en el móvil: eran las tres y diecisiete de la madrugada. Aprovechó la ocasión y llamó a Aarón. Óliver escuchó el zumbido del móvil de su amigo en el suelo al lado de la mesita. Óliver soltó su teléfono y se acercó con decisión al armario. Estaba determinado a encontrar una explicación al origen de aquella luz de la grieta. Afianzó los pies y tiró del armario. El ruido fue ensordecedor y el mueble se movió unos centímetros. Lo suficiente para que Óliver pudiera mirar detrás del mueble. Cuando lo hizo, no encontró nada fuera de lugar en la pared de la habitación. Y la grieta vista por ese lado era completamente oscura. Cuando Óliver volvió a colocarse delante de las puertas abiertas, la luz seguía brillando.

Dormiré contigo (tercera parte de cinco)

Un ruido despertó a Óliver. Parecía que Aarón se había caído de la cama. Óliver se incorporó en su saco de dormir, con los ojos aún cerrados.

jueves, 16 de octubre de 2014

Imagen con latido (85): Alison (Fase cinco: aceptación)


Dormiré contigo (segunda parte de cinco)

Eran las once de la noche cuando Óliver extendió su saco de dormir justo al lado de la cama de Aarón. Este, sentado sobre las sábanas, lo miraba atentamente con preocupación.

jueves, 9 de octubre de 2014

Imagen con latido (84): Alison (Fase cuatro: depresión)


Dormiré contigo (primera parte de cinco)

¿Así que es esto lo que tanto miedo te da? ―le preguntó Óliver en tono socarrón a su amigo Aarón. Dejó abierta la puerta del armario, dio un paso atrás y se cruzó de brazos en actitud contemplativa―. Desde luego, es aterrador. Tienes el gusto para la ropa en el culo... Deberías ir al médico.

jueves, 2 de octubre de 2014

Imagen con latido (83): Alison (Fase tres: negociación)


El fin (Epílogo)

Sentía peso sobre el cuerpo, pero con la somnolencia que lo adormilaba ni siquiera se molestó en quitárselo de encima. Creyó que seguramente todavía seguía acostado en la cama con Nelli, y yacía descansando bajo una pila de cojines desordenados. Tomó aire por la nariz, y olió a humedad. Aquella sensación fuera de lugar lo extrañó, y comenzó a inquietarse. Olor a tierra entró por sus fosas nasales, y le provocó una tos seca y violenta. Su cuerpo se convulsionó y, mientras sus músculos se tensaban, sintió un amargo dolor en el hombro, que se ramificó hasta la base del cuello. Fue en ese instante cuando se percató por primera vez de la inusual postura de su propio cuerpo, retorcido bajo el peso de encima. Confuso y desorientado, abrió los ojos para toparse cara a cara con la oscuridad. El hecho de no ver nada le encogió el estómago, y el miedo lo llevó a revolverse en el sitio. Las piedras que tenía encima rodaron unas sobre otras chocando entre sí. Convencido de una vez por todas de que no se encontraba en su cama, se apresuró a escapar de la negrura de alrededor y se abrió paso apartando piedras con codos y manos. Al poco rato, pudo sacar la cabeza fuera de la tierra, hacia la superficie. El cálido aire de fuera le acarició el rostro. Soportó el intenso dolor lacerante de su hombro y tiró del peso de su cuerpo para liberar las piernas de la tierra que las sepultaba. Ya tendido boca abajo en la superficie, cogió una gran bocanada de aire. Comenzó a arrastrarse lejos del agujero donde había estado enterrado, hasta que las fuerzas le fallaron y le sobrevino un ataque de tos que le hizo escupir una mezcla pegajosa de tierra, saliva y sangre. El corazón le latía desbocado y le costaba recordar cómo había acabado allí, pero ahora, al menos, Martin por fin había logrado salir de debajo de la tierra.