jueves, 25 de junio de 2015

Diario (Tercera parte de siete)

Día 493.

Anoche no pude dormir. No podía dejar de darle vueltas a todo. El panorama de ahí fuera, cómo está todo ahora... No saber nada de Raquel... Y encima lo de ese crío que me encontré... Todo ello se estancó en un revoltijo recurrente de preocupación dentro de mi cabeza y no me dejó tranquila ni un segundo. Traté de calmarme tomándome una infusión a eso de las tres de la mañana, pero no me hizo gran cosa. Seguía pensando en el día negro con el que me había topado cuando salí, y en el niño moribundo tirado a un lado del camino. ¿De verdad que se ha acabado el mundo así...? ¿Soy acaso la única que queda sin contaminar?

jueves, 18 de junio de 2015

Diario (Segunda parte de siete)

Día 492.

Ojalá no hubiese salido hoy...

jueves, 11 de junio de 2015

Diario (Primera parte de siete)

Día 491.

Esta mañana me he sentido muy sola. ¿Cómo no? Echo de menos cómo era todo antes: las conversaciones, la compañía..., incluso las discusiones. Añoro la sensación de hablar con alguien y de que esa otra persona te escuche y te responda. E incluso el hecho de asomarte por la ventana y ver gente por la calle. Pero, por lo que parece, todo eso ya es cosa del pasado. De hecho, en este sótano, ni siquiera tengo ventanas por las que asomarme. Todo ha cambiado tanto en poco tiempo, y todo apunta a que va a ser así permanentemente. Aun así, sigo intentando contactar por radio con alguien, pero sigue sin haber nadie al otro lado. Tan solo interferencias y ruido. Me niego a creer que soy la única que queda y que solo tengo como compañía mi propio reflejo en el espejo del cuarto de baño. No puede ser así. Me niego a pensar que las explosiones acabaran con todo el mundo.

jueves, 4 de junio de 2015

Lo desconocido

Está en su dormitorio, tumbado boca arriba y en silencio, quieto y con la mirada clavada en ese punto diminuto que acaba de encontrar en el techo. Se fija en él y parpadea, el único movimiento que realiza su cuerpo en ese instante. Se pregunta qué será ese punto misterioso. A los pocos segundos, tiene la sensación de que el punto se mueve. Parpadea varias veces de nuevo e intenta fijarse mejor. El pequeño punto se desplaza despacio, de un modo casi imperceptible. Pero se mueve. Suspira profundamente y se deja llevar por la quietud del momento. Le da igual que ese punto fuese una hormiga o una araña, porque, en ese instante, en todo el universo, solo existe su conciencia alrededor de ese punto minúsculo y móvil.