jueves, 24 de septiembre de 2015

Piña colada

Los colores chillones de los neones que anunciaban varias marcas de cerveza eran la única fuente de luz dentro de aquel tugurio. El bar de Oli era oscuro y olía a cerrado, pero era justo el tipo de local que atraía, como moscas a la luz, a la escasa y dispareja panda de perdedores que acudía allí cada noche para ahogar sus penas en alcohol y en conversaciones cargadas de silencios, pensamientos profundos y miradas perdidas. Era jueves y, como todos los jueves y como todos los días, Oli se quedó un rato observando atentamente desde detrás de la barra cómo aquel anciano sentado al otro extremo se encorvaba desgarbado sobre su vaso de piña colada.

jueves, 17 de septiembre de 2015

La nueva vida de Dana (Tercera parte de tres)

Pequeños y brillantes eran los ojos que destellaban desde la profundidad oscura y rocosa de la cueva. Atónitos y abiertos redondos de par en par, observaron incrédulos cómo la joven Dana se alejaba de la entrada de la cueva. Aquel ser, peludo y encorvado, dejaba que las sombras ocultaran su flaco cuerpo, mientras daba pequeños brincos nerviosos tras una estalagmita.

jueves, 10 de septiembre de 2015

La nueva vida de Dana (Segunda parte de tres)

Colocó los brazos en jarra e inclinó la cabeza a un lado mientras no perdía detalle de la inmensa gruta que se abría ante ella como si fuera la entrada a un burdo y pedregoso túnel de una carretera forestal abandonada. Al lado de Dana, su perra Nomi seguía sentada en la hierba, emitiendo de vez en cuando algún gemido lastimero, como si al animal le preocupase que su dueña de adentrara en la oscuridad de delante.

jueves, 3 de septiembre de 2015

La nueva vida de Dana (Primera parte de tres)

La cálida luz del sol de la tarde se filtraba en las alturas a través de las frondosas ramas. Dana cerró los ojos y alzó la cabeza hacia el cielo, que dejaba entrever su claro azul celeste por los huecos entre las hojas. Percibió el calor del sol en su cara, dibujando luces y sombras caprichosas al mismo tiempo que la agradable brisa mecía las ramas de arriba. El susurro de los árboles se convirtió en una melodía tranquila y relajante que entraba por sus oídos y se hundía hasta su corazón, calmando su latido y acompasándolo al vaivén del follaje que la rodeaba. Sin pretenderlo, una media sonrisa apareció en su rostro. Estaba tranquila y se sentía en paz. Entonces, escuchó el paso apresurado de cuatro patas que se acercaban hacia ella. Abrió los ojos y bajó la mirada para ver a su perra Nomi corriendo y saltando algunos arbustos, mientras sostenía en su hocico el palo que Dana le había tirado.