El gigante se reclinó sobre
Lana. Ella no pudo evitar retroceder unos pasos al creer que iba a
ser aplastada. Instintivamente, alzó la mano hacia el mástil de la
guitarra que llevaba a la espalda, como si se tratara de un arma
capaz de hacer mella en semejante criatura imponente. Pero el gigante
se movía despacio y con delicadeza mientras flexionaba su cuerpo
para acercar su rostro al suelo de la planicie, en lo alto de la
meseta. Estaba convencida de que de poco le iban a servir las tres
piezas de armadura oxidada que llevaba puestas si aquel ser colosal
simplemente decidía aplastarla de un manotazo. La mujer sintió que
todo su interior se sobrecogía y la fuerte impresión la desbordó
con lágrimas incontenibles en los ojos. Aquel ser colosal ocupaba
todo su campo visual, y daba la impresión de que todo un mundo se
arrodillaba delante de ella y agachaba su rostro para contemplarla
desde lo alto con unos ojos del tamaño de enormes lunas llenas.
Entonces, la voz del gigante
resonó y su eco pareció retumbar en las cuatro esquinas de toda la
existencia. Lana sacó la bufanda roja que llevaba en el bolso
cruzado y se la colocó sobre los oídos, posándola primero en la
frente y atando los extremos en la nuca. El resto de la tela le colgó
como si se tratara de una coleta de color rojo sangre. La tela gruesa
amortiguaba la grave voz del gigante, que atronaba como una tormenta
furiosa. El ser hablaba despacio, pero Lana tuvo que esforzarse para
poder encontrar el sentido a aquellas palabras que resonaban desde el
horizonte de aquella boca gigantesca.
―NO PUEDE SER ―dijo la voz
de truenos del gigante―. OTRA DE ESTAS CRIATURAS ASQUEROSAS EN MIS
DOMINIOS.
Al escuchar esto, Lana confirmó
que no era la primera humana que veía aquel gigante. Sin duda, había
habido otros humanos antes que ella en aquellas tierras prohibidas.
Deseó con todas fuerzas que aquel gigante pudiera ayudarla a
encontrar a sus tres hermanas pequeñas desaparecidas.
―Saludos, gigante ―lo saludó
Lana, gritando hasta desgañitarse. Tenía la vista clavada en el ojo
del gigante, que la observaba extrañado y con curiosidad―. No
pretendo importunarte ―siguió chillando ella, como si intentara
hablar a gritos con el mismísimo sol―, tampoco pretendo faltarte
al respeto entrando en tus dominios sin permiso, pero mi familia es
nueva en el lugar y mis hermanas...
―YA ESTOY CANSADO DE VEROS POR
AQUÍ― la interrumpió―. SE ACABÓ.
―¡No! ―replicó Lana
enseguida―. Mis hermanas han desaparecido. Estaban buscando comida
y creo que...
―QUIZÁS, SI MATO A UNA DE
VOSOTRAS, DEJÉIS DE VENIR.
―¡No! ¡Escúchame!
Pero el gigante parecía no poder
escuchar su débil voz minúscula, y ya había comenzado a alzar su
brazo, tan vasto como una cordillera montañosa. Lana no tenía
escapatoria, de modo que recurrió a su última esperanza. Deslizó
la guitarra de su espalda hasta colocarla delante de ella y, segundos
después, comenzó a tocar una melodía lenta y pausada. Las cuerdas
comenzaron a vibrar una tras otra mientras las uñas astilladas y
ensangrentadas de Lana recorrían cada una de las notas que
comenzaron a flotar en el aire. El sonido era muy débil para llegar
hasta los oídos inalcanzables del coloso, pero el aire vibró a su
alrededor y la piel del gigante se erizó al ritmo de la melodía.
Una extraña sensación relajante y cálida surgió en el interior
del ser como si fuese una vela que se enciende de repente en medio de
la oscuridad fría. El brazo del gigante se detuvo en lo más alto, y
luego comenzó a bajar despacio hasta que el codo se apoyó en el
suelo como un impacto de meteorito. El coloso volvió de nuevo a
mirar de cerca a Lana.
―HMM ―masculló―. TÚ SERÁS
LA ÚLTIMA CON LA QUE SERÉ CLEMENTE. ERES UNA CRIATURA CURIOSA Y
AFORTUNADA. PERO LA PRÓXIMA CON LA QUE SE TOPEN MIS OJOS SERÁ
APLASTADA SIN MIRAMIENTOS, Y LA MANCHA DE SU CADÁVER SERVIRÁ DE
ADVERTENCIA A LAS DEMÁS QUE PIENSEN ENTRAR EN MIS DOMINIOS. A TI TE
LLEVARÉ COMO A LAS DEMÁS Y TE LANZARÉ AL FOSO.
Lana continuó tocando, mientras
el gigante arrancaba de cuajo un árbol de las proximidades. Lo cogió
entre sus dedos como quien sostiene una hebra de hilo. Acercó la
copa hasta Lana y la barrió como si fuera una hormiga. Lana se
agarró fuertemente a las ramas y se afianzó abrazando la madera
mientras el gigante la subía a las alturas y comenzaba a caminar
hacia el lugar llamado el Foso. Quizás aquel enorme ser había hecho
lo mismo cuando se encontró con las tres hermanas perdidas de Lana
Mandala. Quizás en el Foso las podría encontrar.
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