jueves, 30 de marzo de 2017

Lana Mandala (Primera parte)

El gigante se reclinó sobre Lana. Ella no pudo evitar retroceder unos pasos al creer que iba a ser aplastada. Instintivamente, alzó la mano hacia el mástil de la guitarra que llevaba a la espalda, como si se tratara de un arma capaz de hacer mella en semejante criatura imponente. Pero el gigante se movía despacio y con delicadeza mientras flexionaba su cuerpo para acercar su rostro al suelo de la planicie, en lo alto de la meseta. Estaba convencida de que de poco le iban a servir las tres piezas de armadura oxidada que llevaba puestas si aquel ser colosal simplemente decidía aplastarla de un manotazo. La mujer sintió que todo su interior se sobrecogía y la fuerte impresión la desbordó con lágrimas incontenibles en los ojos. Aquel ser colosal ocupaba todo su campo visual, y daba la impresión de que todo un mundo se arrodillaba delante de ella y agachaba su rostro para contemplarla desde lo alto con unos ojos del tamaño de enormes lunas llenas.

Entonces, la voz del gigante resonó y su eco pareció retumbar en las cuatro esquinas de toda la existencia. Lana sacó la bufanda roja que llevaba en el bolso cruzado y se la colocó sobre los oídos, posándola primero en la frente y atando los extremos en la nuca. El resto de la tela le colgó como si se tratara de una coleta de color rojo sangre. La tela gruesa amortiguaba la grave voz del gigante, que atronaba como una tormenta furiosa. El ser hablaba despacio, pero Lana tuvo que esforzarse para poder encontrar el sentido a aquellas palabras que resonaban desde el horizonte de aquella boca gigantesca.

NO PUEDE SER ―dijo la voz de truenos del gigante―. OTRA DE ESTAS CRIATURAS ASQUEROSAS EN MIS DOMINIOS.

Al escuchar esto, Lana confirmó que no era la primera humana que veía aquel gigante. Sin duda, había habido otros humanos antes que ella en aquellas tierras prohibidas. Deseó con todas fuerzas que aquel gigante pudiera ayudarla a encontrar a sus tres hermanas pequeñas desaparecidas.

Saludos, gigante ―lo saludó Lana, gritando hasta desgañitarse. Tenía la vista clavada en el ojo del gigante, que la observaba extrañado y con curiosidad―. No pretendo importunarte ―siguió chillando ella, como si intentara hablar a gritos con el mismísimo sol―, tampoco pretendo faltarte al respeto entrando en tus dominios sin permiso, pero mi familia es nueva en el lugar y mis hermanas...

YA ESTOY CANSADO DE VEROS POR AQUÍ― la interrumpió―. SE ACABÓ.

¡No! ―replicó Lana enseguida―. Mis hermanas han desaparecido. Estaban buscando comida y creo que...

QUIZÁS, SI MATO A UNA DE VOSOTRAS, DEJÉIS DE VENIR.

¡No! ¡Escúchame!

Pero el gigante parecía no poder escuchar su débil voz minúscula, y ya había comenzado a alzar su brazo, tan vasto como una cordillera montañosa. Lana no tenía escapatoria, de modo que recurrió a su última esperanza. Deslizó la guitarra de su espalda hasta colocarla delante de ella y, segundos después, comenzó a tocar una melodía lenta y pausada. Las cuerdas comenzaron a vibrar una tras otra mientras las uñas astilladas y ensangrentadas de Lana recorrían cada una de las notas que comenzaron a flotar en el aire. El sonido era muy débil para llegar hasta los oídos inalcanzables del coloso, pero el aire vibró a su alrededor y la piel del gigante se erizó al ritmo de la melodía. Una extraña sensación relajante y cálida surgió en el interior del ser como si fuese una vela que se enciende de repente en medio de la oscuridad fría. El brazo del gigante se detuvo en lo más alto, y luego comenzó a bajar despacio hasta que el codo se apoyó en el suelo como un impacto de meteorito. El coloso volvió de nuevo a mirar de cerca a Lana.

HMM ―masculló―. TÚ SERÁS LA ÚLTIMA CON LA QUE SERÉ CLEMENTE. ERES UNA CRIATURA CURIOSA Y AFORTUNADA. PERO LA PRÓXIMA CON LA QUE SE TOPEN MIS OJOS SERÁ APLASTADA SIN MIRAMIENTOS, Y LA MANCHA DE SU CADÁVER SERVIRÁ DE ADVERTENCIA A LAS DEMÁS QUE PIENSEN ENTRAR EN MIS DOMINIOS. A TI TE LLEVARÉ COMO A LAS DEMÁS Y TE LANZARÉ AL FOSO.

Lana continuó tocando, mientras el gigante arrancaba de cuajo un árbol de las proximidades. Lo cogió entre sus dedos como quien sostiene una hebra de hilo. Acercó la copa hasta Lana y la barrió como si fuera una hormiga. Lana se agarró fuertemente a las ramas y se afianzó abrazando la madera mientras el gigante la subía a las alturas y comenzaba a caminar hacia el lugar llamado el Foso. Quizás aquel enorme ser había hecho lo mismo cuando se encontró con las tres hermanas perdidas de Lana Mandala. Quizás en el Foso las podría encontrar.

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