jueves, 22 de octubre de 2015

Sujeto de prueba 001 (Segunda parte de siete)

Día 1, martes, 8 de mayo del 2035.
Signos vitales:
Temperatura: 35,7 ºC.
Pulso: 82.
Presión arterial: 118 / 77.

Bueno, pues esos son mis signos vitales de hoy, el primer día después del experimento... o lo que fuera eso. Ahora mismo estoy en casa. Son las ocho y media de la tarde... ¿O de la noche? Bueno, en fin, que son las ocho y media, y hoy ha sido el primer día después de la prueba. Aunque yo no lo llamaría precisamente prueba. Resulta que al final fue algo tan sencillo que ni siquiera comprendo por qué se molestan en hacer ese experimento.

A poco de terminar la grabación de ayer, un señor con bata blanca, -¡cómo no!-, entró en la sala portando un maletín plateado. El tío sería muy inteligente, pero de modales le faltaron un par de clases, porque ni me saludó ni nada. Directamente colocó su elegante maletín sobre la mesa, trasteó con el aparato que llevaba dentro y me colocó una serie de electrodos en las sienes y en el pecho. El muy cabrón ni siquiera me miró a la cara. Joder, me sentí peor que una cobaya. Y, por si eres tú quien está escuchando esta grabación, que sepas que no cuesta nada decir “hola, ¿qué tal?”.

Bueno, pues cuando ya terminó de cablearme a la máquina de su maletín, se va y entra otro tipo, también con bata, pero este llevaba en brazos un gran panel cubierto con una tela, como si llevara un cuadro tan grande que solo llegaba a ver su cabeza y sus piernas asomando por el marco. Al rato, aparece su asistente, que coloca un caballete y luego ayuda a apoyar el panel en el caballete. Todo esto sin retirar la tela que lo cubría. Al menos esta vez, el que llevaba el cuadro le dio las gracias a su ayudante, quien cerró la puerta cuando salió y nos dejó a solas a mí y al del cuadro.

Él se sentó delante de mí y cruzó las manos encima de la mesa. El silencio fue... incomodísimo, con ese tipo escudriñándome el alma con su mirada pastosa asomando por encima de sus lentes redondas y oscuras. Cuando empezó a hablar, di un respingo. No esperaba escuchar su voz así tan de repente. Se llamaba Doctor Pablo Silar, y, por lo visto, era el encargado de conducir la prueba. Este buen, pero jodidamente extraño, hombre por fin me contó de qué iba todo aquello. Y la verdad... me parece una gran parida. Pero oye, por mí encantado. No diré que no a esos dos mil pavos que me ofrecen.

El “algoritmo del miedo”, dijo el Doctor Silar. Él y su equipo habían descubierto el algoritmo del miedo. Al parecer, en los laboratorios habían pasado años y años metiendo datos en superordenadores para descifrar algunas emociones humanas. Amor, odio, valor, miedo... Querían comprobar si un ordenador era capaz de reproducir con total exactitud una emoción humana. “Un paso asombroso en IA”, se enorgullecía el tipo. La verdad es que parecía entusiasmado. Pero a mí solo me preocupaba lo que tenía que hacer yo, empezaba a estar incómodo con tanto cable a mi alrededor.

Fue entonces cuando señaló al cuadro que habían colocado justo enfrente de mí. La primera emoción que la máquina había logrado descifrar era el miedo, y el superordenador había creado un algoritmo que describía con total precisión matemática la sensación de terror. A mí, sinceramente, me daba igual. No sé qué vamos a sacar con que ahora las máquinas sientan miedo. Pero, en fin. Una vez que la máquina comprendió el miedo y lo transformó en algoritmo. Los científicos, bajo el mando del Doctor Silar, convirtieron ese algoritmo en una imagen. Y luego, le dieron a imprimir.

Justo cuando la explicación del doctor Silar llegó a ese punto, su tono se volvió mucho más grave y se quitó las gafas para mirarme directamente a los ojos. Me dijo que nadie había sido capaz de ver esa imagen. El ordenador había concentrado el miedo puro en una sola imagen, y su equipo desconocía las consecuencias psicológicas que podría tener en un ser humano el hecho de contemplar esa imagen directamente. Nadie, ningún miembro de su equipo, se había atrevido a verla, pues, desde un principio, sospechaban del poder de impregnación de la imagen. La “impregnación”... otro palabro científico. Me lo explicó, pero no me quedó del todo claro. Algo de que cuando un ser humano entra en contacto con una emoción pura, esa emoción se adueña de la mente de la persona... O algo así. Pero lo más raro es que, entonces, el doctor Silar me coge de la mano y me dice si todavía quiero hacer la prueba.

Casi me río en su cara. Es solo una imagen, por los Altos. Seguramente estará en jpg y todo. Bueno, que le dije que sí. Él asintió lentamente, se levantó, activó un temporizador al lado del caballete y salió de la sala. Justo al cerrar la puerta, la estancia se quedó a oscuras y un foco de luz iluminó solamente el panel cubierto con la tela. Cuando el temporizador llegó a cero, la tela cayó, y vi la imagen, la verdadera esencia del miedo.

La verdad es que era una imagen desagradable, pero para mí solo era eso: una imagen desagradable. Me han prohibido a toda costa que la describa siquiera. Solo diré que era una especie de ojo deforme que te devolvía la mirada con mucha intensidad. De hecho, noté que se aceleró mi corazón. Era una imagen impactante, pero nada más. Y allí me tuvieron veinte minutos que me parecieron cinco horas. Hasta que el temporizador volvió a sonar y entró el ayudante para cubrir la imagen desde detrás con otro tela.

Pues eso fue el experimento. Luego me hicieron una serie de preguntas y me dejaron ir. Los dos mil me los darán dentro de una semana. Quieren ver si la imagen tiene efectos en mi vida durante estos siete días. De momento, hoy ha sido un día completamente normal. Y mañana también lo será. Aunque a veces, cuando parpadeo, sigo viendo esa imagen. Pero nada más. Mañana seguiré contando.

Hasta mañana, grabadora.

Por cierto, esto va para los de recursos del laboratorio: la próxima vez, curráoslo un poco y dad una videocámara decente en lugar de esta grabadora cutre.

2 comentarios:

  1. ¡Hola AIo!

    Así que de eso trataba el experimento... Mmm... interesante. Me pregunto si va a ser tan sencillo como cree el protagonista. Interesante.

    Voy al siguiente día, a ver si sigue igual de cuerdo XD ¡Hasta ahora!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Hola, Carmen!

      Muchísimas gracias por tus palabras. A ver cómo afecta la imagen al prota. O a lo mejor todo es un sueño y el prota sigue en la sala del experimento, dormido. :P

      Un abrazo muy fuerte. ¡Nos seguimos leyendo!

      Eliminar