jueves, 5 de noviembre de 2015

Sujeto de prueba 001 (Tercera parte de siete)

Día 2, miércoles, 9 de mayo del 2035.
Signos vitales:
Temperatura: 36,9ºC.
Pulso: 94.
Presión arterial: 122 / 81.

Hola, grabadora. Ya es hora del diario de hoy. La verdad es que he tenido un día de perros y estoy molido. Creo que me iré a la cama poco después de grabar esto. A todas estas, son las diez menos cuarto de la noche del miércoles, y me siento como si llevara cuatro días seguidos sin dormir. Ni siquiera estoy de humor para soltar alguna de mis gracietas. Simplemente, hoy no doy para más.

Y no es que esté así por lo de la prueba de antes de ayer. ¡Sería bueno! Es simplemente que hoy casi todo me ha salido mal, y he terminado muy desgastado al final. Lo único que me ha salido bien es que he podido renovar el carné de conducir. Por lo menos ya es algo que me quito de encima. Ya llevaba casi un mes con el carné caducado. De todas maneras, no lo uso mucho últimamente, al menos no hasta que tenga dinero para arreglar los jodidos indicadores del coche. Pero bueno, no quiero irme por las ramas. La cosa es que eso fue lo único que me ha salido bien en todo el día de hoy. Después de arreglar lo del carné, fui a una cafetería cerca de tráfico para tomarme un café. Quería ser rápido, así que según me senté a la barra empecé a buscar dinero para pagar el café, antes incluso de pedirlo. Tras esperar quince minutos a que el camarero despegara su vista del informativo matutino de la tele, tuve que esperar otro cuarto de hora a que terminara de conversar con uno de sus parroquianos, que no dejaba de criticar el mal juego del equipo de fútbol local y de echar la culpa de ello a la falta de personalidad del entrenador. En fin, que para cuando me sirvió el café, resulta que no estaba bien caliente. Le digo que me lo vuelva a calentar y va y me lo retira con mala gana. Lo calienta entre resoplidos y murmullos de queja, y me lo vuelve a servir de malas maneras. Va y me lo tira con desgana en la barra con tanta mala leche que el vaso se inclina y el café se me derrama encima. Y ahora sí que había calentado bien el café, el muy cabrón. En fin, yo ya estaba harto de sus modales. Parecía que me había servido el café como si me estuviera perdonando la vida. Así que discutí con el camarero hasta que logré que se le hinchara la vena del cuello. La cosa fue subiendo de tono hasta que decidí marcharme de allí sin pagar y con toda la ropa empapada de café.

El colmo fue que, cuando llegué a casa, no encontraba las llaves de la puerta. Busqué en todos los bolsillos e hice recuento de móvil y cartera, pero las llaves no aparecían por ningún sitio. Entonces recordé que las había sacado del bolsillo cuando llegué al bar y las había puesto en la barra mientras buscaba dinero suelto para pagar el café. Efectivamente, había dejado las llaves en el puñetero bar del puñetero camarero maleducado.

Tuve que volver, no me quedaba otra. No quería, pero tenía que hacerlo si quería volver a casa. Ojalá hubieran visto cómo me miró el camarero cuando me vio aparecer por la puerta. Tenía una mirada brillante, conocedor de que esta vez él tenía todas las de ganar. Intenté usar un poco la psicología y comenzar mi discurso disculpándome y pagando el café que antes no había pagado -y ni me había tomado-. Y cuando consideré que ya me había rebajado lo suficiente, le pregunté por las llaves. Dijo que no, que no había visto ningunas llaves, mientras, con las manos en los bolsillos, no dejaba de hacer tintinear algo metálico, como si fuera calderilla... o un manojo de llaves. Insistí varias veces, pero seguía firme en su respuesta, y cada vez que me decía que no, esbozaba una sutil sonrisa malévola. El muy cabrón estaba disfrutando. De modo que me fui, pasaba de que se riera en mi cara el muy cerdo. Mientras salía, tiré algunos taburetes. No fue gran cosa como venganza, pero no se me ocurrió nada mejor.

La única opción que me quedaba para poder entrar en casa era llamar a mi hermano y pedirle la llave que le había dejado para casos de urgencia. Pero mi hermano no cogía el teléfono, y salía del trabajo a las cinco de la tarde. De modo que tuve que esperar hasta las cinco para poder ir con él hasta su casa y que me diera la llave. Y así lo hice, y encima tuve que esperar hasta esa hora sin comer, porque por la mañana había salido de casa con el dinero justo y no tenía para pagar un mísero sándwich.

Pero la guinda a todo fue lo de Cassie. Me llamó mientras esperaba a mi hermano. Bueno, Cassie es mi ex. Estuvimos casi siete años juntos hasta que ella decidió que yo no era lo suficientemente bueno para ella. Desde que rompió conmigo, llevábamos tiempo sin hablar, y me sorprendió que me llamara justo hoy. Al principio, no contesté y dejé que la llamada sonara. Pero, al rato, me sentí mal y decidí llamarla. Pero ya era tarde, el móvil se me había quedado sin batería. Cuando me pasó eso no tuve más remedio que reírme.

En fin, recapitulando: después de ver a mi hermano, recogí la llave en su casa, fui a mi casa, me cambié de ropa, salí a hacer una copia de la llave, comí algo por ahí con mi hermano y conseguí volver a mi casa, donde puse a cargar el móvil, me senté en la cama y me agarré al auricular del teléfono de la mesa de noche para llamar a Cassie y saber qué quería.

Fue extraño escuchar su voz. Como si una persona desconocida te hablara con una voz extrañamente familiar. El caso es que me llamó para despedirse. Por lo visto se va a Old Goshion por cuestiones de trabajo. Se va, para quedarse allí y hacer su vida en un país nuevo y diferente. Y atrás dejaba todas sus ataduras y su pasado. Atrás me dejaba a mí, sosteniendo el teléfono mientras la llamada aún comunicaba.

Le deseo lo mejor, la verdad, pero ha sido como un sablazo. En el fondo, siempre esperaba encontrarme de nuevo con ella. Aunque fuera por casualidad por la calle. Supongo que eso ya no será posible.

Bueno, ya basta por hoy. Espero al menos poder dormir bien para rematar este día espléndido que he tenido.

Y, en cuanto a la imagen del experimento, apenas he pensado en ella. De hecho, casi ni me acuerdo de cómo era.

Hasta mañana, grabadora.

2 comentarios:

  1. ¿Casualidad? ¿O causalidad? Mmm.. No sé qué pensar... Pero lo que está claro es que ha tenido un día de perros!! (Qué mamón el del bar!!)

    Me está gustando cómo va la historia, a ver qué le pasa mañana...

    ¡Un abrazo bien fuerte, Aio! Y que disfrutes de la semanita ^^

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    1. ¡Hola, Carmen!

      Muchas gracias por pasarte y comentar. Esta vez voy a tardar un poquitín en terminar la historia, pero la terminaré. ;)

      Un abrazo muy fuerte. ¡Nos seguimos leyendo!

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