jueves, 1 de octubre de 2015

Los escritos de Sekai

Y ahí estaba Sekai, de pie, sola y con la barbilla bien alta, en una falsa señal de orgullo que apenas podía esconder el temblor de su miedo. Había alcanzado el borde mismo de la existencia. Muchos de los que se habían hecho eco del propósito de su viaje le habían hecho saber, sin ningún tipo de amable cortapisa, que estaba loca de remate, que su periplo iba a ser un despropósito catastrófico y que se abocaba directamente a su propia muerte guiada por unos ideales erróneos. Sin embargo, ella se mantuvo firme, firme y sola. Hasta que alcanzó su meta y se quedó de pie contemplando el objetivo alcanzado. Había demostrado que, desde el principio, había estado en lo cierto, pero ya no quedaba nadie a su lado para verlo. Allí estaba ella, de pie y sola, orgullosa y sola, asustada y sola, en el fin imposible de su mundo plano.


“¡El mundo es esférico!”, le habían espetado en la cara a Sekai, con voces altas y fuegos artificiales de saliva, cada vez que alguien en la calle se enteraba de que aquella chica, desgarbada y con más mapas enrollados de los que sus manos podían llevar, era la mujer de la teoría del mundo plano. “¡Loca plana!”, había aguantado ella una y otra vez, soportando el insulto que, de paso y con sorna, hacía referencia a lo poco que la chica llenaba la talla más pequeña de sujetador. Pero ella no se dejó amedrentar, pues su hipótesis de un planeta plano no se trataba de un infeliz capricho de una mente ociosa, sino que se fundamentaba en datos comprobables.



El primer indicio lo encontró en el cielo, cuando ella se preguntó adónde iría el sol cada vez que anochecía, y de dónde nacía la luna cada vez que oscurecía. Siempre observaba cómo los diferentes astros recorrían el cielo en un ciclo de noche y día que parecía eternizarse en la dimensión del tiempo. El sol salía por el norte cada mañana, y se ponía por el sur. Y justo cuando se ponía tras el horizonte meridional, la luna asomaba por el punto cardinal opuesto. Y así, siempre, sin variación en su posición o duración. Este fenómeno hizo que en el año 154, en el concilio de alta astronomía, los astrónomas unificaran criterios y se llegase al acuerdo de que el mundo era esférico y rotaba a causa del deslizamiento sobre un colchón de aire situado entre la esfera sólida del mundo y la bóveda celeste de cristal divino.



No obstante, Sekai nunca compartió este modelo, pues no llegaba a entender qué era lo que originaba el movimiento de rotación del mundo. “Es la voluntad de los Altos”, le respondían alguno barbudos y sesudos expertos en la materia, los más educados de entre ellos sin añadir “mujer impertinente” al final de la frase. Sekai nunca estuvo conforme con semejante explicación, tan conveniente como indemostrable. De modo que se dispuso a desarrollar su propia investigación y a recopilar datos, llegando finalmente a la conclusión de que el mundo no era esférico, sino que la forma esférica en sí era la de la bóveda celeste. El mundo tan solo sería un plano bidimensional que giraría en torno a un eje central en el interior de la esfera del cielo, alternando así entre el cielo diurno y nocturno.



Pero la pregunta clave todavía seguía sin respuesta en su propio modelo astronómico: “¿qué hace girar a este presunto mundo plano?”. Para responder a semejante cuestión, Sekai ya no podía recurrir a modelos teóricos, sino que necesitaría organizar una expedición hasta el fin del mundo. Y así lo hizo, empapelando primero la ciudad de Krevia con carteles en busca de voluntarios. Por desgracia, fueron muchos más los carteles pegados que las personas dispuestas, pues nadie se presentó el día de la convocatoria. De modo que no le quedó más remedio que emprender el viaje ella sola si quería demostrar su hipótesis.



Nadie fue a despedirla cuando se embarcó en el puerto en la pequeña lancha que había tenido que comprar, pues nadie le alquilaba ninguna. Sola, y con la vista clavada al frente, se dispuso a remontar el río Aorta hasta su nacimiento para demostrar lo que todos los demás creían que era descabellado. Nadie apostaba por que regresara, pues nadie nunca se había aventurado más allá de el laberinto de rocas del confín del río Aorta, ni siquiera después de la invención de las hidronaves. Toda la civilización de Krevia se aglutinaba en las orillas del inmenso río, que proporcionaba a sus habitantes comida y buen tiempo. El resto del mundo era bosque impenetrable, montañas inalcanzables y el río Aorta, cuyo origen se atribuía a la voluntad de los Altos. Todo aquel territorio más allá de los límites de Krevia se consideraba territorio prohibido por los Altos, y solo los insensatos se aventuraban hasta allí con el propósito de morir. Para muchos, tal era el caso de Sekai, pero, de algún modo, ella estaba convencida de que no sería la muerte lo que encontraría más allá del laberinto de rocas.



La travesía no fue fácil. Tardó casi un año en alcanzar el laberinto, y luego deambuló durante dos largos meses en él, recorriendo pasillos acuáticos sobre la lancha y sobreviviendo a base de pescado y asqueroso pasto fluvial. El desánimo fue haciendo mella, y llegó al punto de creer que su cordura se diluía con la misma facilidad que las gotas de su sudor en el agua que la rodeaba por todos lados. Hasta que, una mañana, el sol iluminó desde el norte la salida del laberinto. Desde ese punto hasta el fin del mundo tan solo tardó un mes más.



Y es justo ahí donde se encontraba al final de su travesía, en el fin del mundo plano. Una catarata eterna caía desde una altura inconcebible y caía pesada con todo su poder de agua en el nacimiento del río Aorta. El agua caía sin cauce que la condujera, tan solo el aire alrededor, y parecía un muro acuático enorme que se desplomaba eternamente. Se trataba de una caída de agua colosal que, sin duda, podría tratarse de ese motor primigenio que da origen al movimiento del plano del mundo dentro de la bóveda celeste. El sol del amanecer de aquel día brillaba trémulo tras la imponente caída de agua cristalina y sembraba de reflejos fugaces el abrupto final del mundo. Sekai había dejado la barca en la orilla y se acercaba a pie hasta donde terminaba la tierra firme. Se aproximó con cuidado al borde del mundo y pisó con fuerza el suelo arenoso para mirar abajo. Una profundidad absoluta caía más abajo de sus pies y pudo contemplar la noche que lucía en la otra mitad plana de debajo de su mundo. Sekai fue subiendo la vista desde abajo y el cielo que veía fue clareando hasta que, ya a su altura, el cielo de la mañana ocupó toda su visión, la cual siguió ascendiendo mientras recorría la etérea superficie pulida de la bóveda celeste de cristal, que se situaba al otro lado del abismo, a unos cinco kilómetros de distancia. Y cuando alzó la vista todo lo que pudo, observó el mismísimo nacimiento de la catarata.



Nunca nadie supo qué fue lo que vio Sekai en las alturas de la bóveda celeste. Y nunca nadie supo qué fue de ella. Tan solo se conservan los diferentes escritos que Sekai hizo llegar lanzando botellas de cristal al río a medida que progresaba en su periplo, algunas de las cuales consiguieron llegar hasta Krevia. La mayor parte de la comunidad científica de Krevia piensa que “Los escritos de Sekai” no demuestran nada y que son puras invenciones de una loca que se perdió y que nunca llegó a ver comprobada su hipótesis. No obstante, también hay quienes dicen que lo que vio Sekai en las alturas celestes fue tan abrumador que su cuerpo mortal no lo soportó y desapareció de la existencia terrenal. Otros más aventurados sostienen que Sekai encontró la escalinata que conducía a la bóveda celestial, un sendero mitológico del que no hay regreso posible. Por último, incluso hay quienes sostienen que la muchacha, impresionada al descubrir la verdad, se mareó y cayó al vacío entre mundos, y ahora la pobre joven deambula, trastornada y desorientada, en un auténtico planeta esférico, donde sigue insistiendo que el mundo es plano, y donde la siguen llamando loca.

2 comentarios:

  1. ¡Hola Aio!

    Qué historia más inegniosa. Desborda imaginación. Lo cierto es que si el planeta fuera plano, yo también me hubiera imaginado el final como una catarata donde cae el agua del océano de forma constante, jeje

    Sekai fue valiente al seguir sus ideas aun con el mundo en contra. Demostró valor y coraje. Lo que no nos has explicado qué fue de ella, ¿no? Sí lo que piensan que pasó, pero no qué pasó ¡Qué malo! Nos dejas con la intriga T-T

    Gran trabajo Aio, como de costumbre ^^ Me gusta pasarme por aquí porque no decepcionas nunca ;)

    ¡Besos! Y nos leemos a la próxima :D

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    1. ¡Hola, Carmen!

      Muchísimas gracias por tu comentario. Siempre es una alegría leer tu opinión sobre las historias. En cuanto al final, decidí dejarlo abierto, para darle cierto aire de leyenda a Sekai. Me gusta ese personaje, y quizás lo retome más adelante. Hay todo un universo más allá de la catarata. :)

      ¡Un abrazo muy fuerte, Carmen! ¡Nos seguimos leyendo! :)

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