Y ahí estaba Sekai, de pie, sola y con la barbilla bien alta, en una
falsa señal de orgullo que apenas podía esconder el temblor de su
miedo. Había alcanzado el borde mismo de la existencia. Muchos de
los que se habían hecho eco del propósito de su viaje le habían
hecho saber, sin ningún tipo de amable cortapisa, que estaba loca de
remate, que su periplo iba a ser un despropósito catastrófico y que
se abocaba directamente a su propia muerte guiada por unos ideales
erróneos. Sin embargo, ella se mantuvo firme, firme y sola. Hasta
que alcanzó su meta y se quedó de pie contemplando el objetivo
alcanzado. Había demostrado que, desde el principio, había estado
en lo cierto, pero ya no quedaba nadie a su lado para verlo. Allí
estaba ella, de pie y sola, orgullosa y sola, asustada y sola, en el
fin imposible de su mundo plano.
“¡El mundo es esférico!”, le habían espetado en la cara a
Sekai, con voces altas y fuegos artificiales de saliva, cada vez que
alguien en la calle se enteraba de que aquella chica, desgarbada y
con más mapas enrollados de los que sus manos podían llevar, era la
mujer de la teoría del mundo plano. “¡Loca plana!”, había
aguantado ella una y otra vez, soportando el insulto que, de paso y
con sorna, hacía referencia a lo poco que la chica llenaba la talla
más pequeña de sujetador. Pero ella no se dejó amedrentar, pues su
hipótesis de un planeta plano no se trataba de un infeliz capricho
de una mente ociosa, sino que se fundamentaba en datos comprobables.
El primer indicio lo encontró en el cielo, cuando ella se preguntó
adónde iría el sol cada vez que anochecía, y de dónde nacía la
luna cada vez que oscurecía. Siempre observaba cómo los diferentes
astros recorrían el cielo en un ciclo de noche y día que parecía
eternizarse en la dimensión del tiempo. El sol salía por el norte
cada mañana, y se ponía por el sur. Y justo cuando se ponía tras
el horizonte meridional, la luna asomaba por el punto cardinal
opuesto. Y así, siempre, sin variación en su posición o duración.
Este fenómeno hizo que en el año 154, en el concilio de alta
astronomía, los astrónomas unificaran criterios y se llegase al
acuerdo de que el mundo era esférico y rotaba a causa del
deslizamiento sobre un colchón de aire situado entre la esfera
sólida del mundo y la bóveda celeste de cristal divino.
No obstante, Sekai nunca compartió
este modelo, pues no llegaba a entender qué era lo que originaba el
movimiento de rotación del mundo. “Es la voluntad de los Altos”,
le respondían alguno barbudos y sesudos expertos en la materia, los
más educados de entre ellos sin añadir “mujer impertinente” al
final de la frase. Sekai nunca estuvo conforme con semejante
explicación, tan conveniente como indemostrable. De modo que se
dispuso a desarrollar su propia investigación y a recopilar datos,
llegando finalmente a la conclusión de que el mundo no era esférico,
sino que la forma esférica en sí era la de la bóveda celeste. El
mundo tan solo sería un plano bidimensional que giraría en torno a
un eje central en el interior de la esfera del cielo, alternando así
entre el cielo diurno y nocturno.
Pero la pregunta clave todavía seguía sin respuesta en su propio
modelo astronómico: “¿qué hace girar a este presunto mundo
plano?”. Para responder a semejante cuestión, Sekai ya no podía
recurrir a modelos teóricos, sino que necesitaría organizar una
expedición hasta el fin del mundo. Y así lo hizo, empapelando
primero la ciudad de Krevia con carteles en busca de voluntarios. Por
desgracia, fueron muchos más los carteles pegados que las personas
dispuestas, pues nadie se presentó el día de la convocatoria. De
modo que no le quedó más remedio que emprender el viaje ella sola
si quería demostrar su hipótesis.
Nadie fue a despedirla cuando se embarcó en el puerto en la pequeña
lancha que había tenido que comprar, pues nadie le alquilaba
ninguna. Sola, y con la vista clavada al frente, se dispuso a
remontar el río Aorta hasta su nacimiento para demostrar lo que
todos los demás creían que era descabellado. Nadie apostaba por que
regresara, pues nadie nunca se había aventurado más allá de el
laberinto de rocas del confín del río Aorta, ni siquiera después
de la invención de las hidronaves. Toda la civilización de Krevia
se aglutinaba en las orillas del inmenso río, que proporcionaba a
sus habitantes comida y buen tiempo. El resto del mundo era bosque
impenetrable, montañas inalcanzables y el río Aorta, cuyo origen se
atribuía a la voluntad de los Altos. Todo aquel territorio más allá
de los límites de Krevia se consideraba territorio prohibido por los
Altos, y solo los insensatos se aventuraban hasta allí con el
propósito de morir. Para muchos, tal era el caso de Sekai, pero, de
algún modo, ella estaba convencida de que no sería la muerte lo que
encontraría más allá del laberinto de rocas.
La travesía no fue fácil. Tardó casi un año en alcanzar el
laberinto, y luego deambuló durante dos largos meses en él,
recorriendo pasillos acuáticos sobre la lancha y sobreviviendo a
base de pescado y asqueroso pasto fluvial. El desánimo fue haciendo
mella, y llegó al punto de creer que su cordura se diluía con la
misma facilidad que las gotas de su sudor en el agua que la rodeaba
por todos lados. Hasta que, una mañana, el sol iluminó desde el
norte la salida del laberinto. Desde ese punto hasta el fin del mundo
tan solo tardó un mes más.
Y es justo ahí donde se encontraba
al final de su travesía, en el fin del mundo plano. Una catarata
eterna caía desde una altura inconcebible y caía pesada con todo su
poder de agua en el nacimiento del río Aorta. El agua caía sin
cauce que la condujera, tan solo el aire alrededor, y parecía un
muro acuático enorme que se desplomaba eternamente. Se trataba de
una caída de agua colosal que, sin duda, podría tratarse de ese
motor primigenio que da origen al movimiento del plano del mundo
dentro de la bóveda celeste. El sol del amanecer de aquel día
brillaba trémulo tras la imponente caída de agua cristalina y
sembraba de reflejos fugaces el abrupto final del mundo. Sekai había
dejado la barca en la orilla y se acercaba a pie hasta donde
terminaba la tierra firme. Se aproximó con cuidado al borde del
mundo y pisó con fuerza el suelo arenoso para mirar abajo. Una
profundidad absoluta caía más abajo de sus pies y pudo contemplar
la noche que lucía en la otra mitad plana de debajo de su mundo.
Sekai fue subiendo la vista desde abajo y el cielo que veía fue
clareando hasta que, ya a su altura, el cielo de la mañana ocupó
toda su visión, la cual siguió ascendiendo mientras recorría la
etérea superficie pulida de la bóveda celeste de cristal, que se
situaba al otro lado del abismo, a unos cinco kilómetros de
distancia. Y cuando alzó la vista todo lo que pudo, observó el
mismísimo nacimiento de la catarata.
Nunca nadie supo qué fue lo que vio Sekai en las alturas de la
bóveda celeste. Y nunca nadie supo qué fue de ella. Tan solo se
conservan los diferentes escritos que Sekai hizo llegar lanzando
botellas de cristal al río a medida que progresaba en su periplo,
algunas de las cuales consiguieron llegar hasta Krevia. La mayor
parte de la comunidad científica de Krevia piensa que “Los
escritos de Sekai” no demuestran nada y que son puras invenciones
de una loca que se perdió y que nunca llegó a ver comprobada su
hipótesis. No obstante, también hay quienes dicen que lo que vio
Sekai en las alturas celestes fue tan abrumador que su cuerpo mortal
no lo soportó y desapareció de la existencia terrenal. Otros más
aventurados sostienen que Sekai encontró la escalinata que conducía
a la bóveda celestial, un sendero mitológico del que no hay regreso
posible. Por último, incluso hay quienes sostienen que la muchacha,
impresionada al descubrir la verdad, se mareó y cayó al vacío
entre mundos, y ahora la pobre joven deambula, trastornada y
desorientada, en un auténtico planeta esférico, donde sigue
insistiendo que el mundo es plano, y donde la siguen llamando loca.
¡Hola Aio!
ResponderEliminarQué historia más inegniosa. Desborda imaginación. Lo cierto es que si el planeta fuera plano, yo también me hubiera imaginado el final como una catarata donde cae el agua del océano de forma constante, jeje
Sekai fue valiente al seguir sus ideas aun con el mundo en contra. Demostró valor y coraje. Lo que no nos has explicado qué fue de ella, ¿no? Sí lo que piensan que pasó, pero no qué pasó ¡Qué malo! Nos dejas con la intriga T-T
Gran trabajo Aio, como de costumbre ^^ Me gusta pasarme por aquí porque no decepcionas nunca ;)
¡Besos! Y nos leemos a la próxima :D
¡Hola, Carmen!
EliminarMuchísimas gracias por tu comentario. Siempre es una alegría leer tu opinión sobre las historias. En cuanto al final, decidí dejarlo abierto, para darle cierto aire de leyenda a Sekai. Me gusta ese personaje, y quizás lo retome más adelante. Hay todo un universo más allá de la catarata. :)
¡Un abrazo muy fuerte, Carmen! ¡Nos seguimos leyendo! :)