Día 493.
Anoche no pude dormir. No podía
dejar de darle vueltas a todo. El panorama de ahí fuera, cómo está
todo ahora... No saber nada de Raquel... Y encima lo de ese crío que
me encontré... Todo ello se estancó en un revoltijo recurrente de
preocupación dentro de mi cabeza y no me dejó tranquila ni un
segundo. Traté de calmarme tomándome una infusión a eso de las
tres de la mañana, pero no me hizo gran cosa. Seguía pensando en el
día negro con el que me había topado cuando salí, y en el niño
moribundo tirado a un lado del camino. ¿De verdad que se ha acabado
el mundo así...? ¿Soy acaso la única que queda sin contaminar?
Todavía no salgo ni de mi
asombro ni de mi miedo. No me explico por qué el cielo estaba negro.
Pensaba que me había confundido y había salido de noche, pero
cuando volví a entrar en el refugio comprobé todos y cada uno de
los relojes, y todos marcaban la misma hora. Eran poco más de las
diez y media de la mañana. ¿Cómo era posible entonces que el cielo
estuviese tan oscuro como si fuese de noche? Recuerdo incluso, cuando
estaba fuera, alzar la vista en busca de alguna nube o de alguna
estrella, pero no encontré nada en absoluto. Era como si un manto
negro asfixiara todo el firmamento y lo impregnara todo con una
oscuridad pegajosa y corrosiva. Me pareció incluso que la linterna
iluminaba menos. Todo parecía tan diferente... tan inerte... tan
ajeno a toda vida. Se ve que el gas lo ha destruido todo, o casi
todo. Desconozco hasta dónde puede llegar el alcance de destrucción,
pero deseo que en algún lugar todavía quede algún árbol con hojas
o alguna colina con césped. Me niego a aceptar que eso ya sea cosa
del pasado.
Desde luego, no habían exagerado
cuando alertaron a la población de los efectos tremendos del gas. De
vez en cuando, mientras caminaba con cuidado fuera, trataba de buscar
algún insecto, alguna huella, algún indicio de que todavía quedaba
algo con vida ahí. Pero no encontré nada. Ni siquiera cuando
iluminaba las copas desangeladas de los árboles secos. No había
pájaros en las ramas, ni gusanos en la madera. Lo único que había
era un silencio sepulcral y los vapores verdosos que aún ascendían
por los poros de la tierra. Yo era la única señal de vida, la única
que respiraba nerviosa y asustada dentro de una máscara de gas.
Y esa pequeña criatura ahí
tirada... Por los Altos, cómo me arrepiento de haber dejado a ese
crío allí. Pero no podía hacer otra cosa. Al menos, eso es lo que
me repito a mí misma cada treinta segundos, cada vez que recuerdo su
figura medio escondida entre las ramas del suelo. Pero no se podía
hacer otra cosa por él. Estaba contaminado, y probablemente las
partículas del gas ya recorrían su sistema circulatorio,
repartiendo el veneno... Bueno, al menos estaba dormido y no se daría
cuenta de su propio final. A veces pienso si pude habérmelo traído
conmigo a las duchas purificadoras, pero hubiera sido una temeridad.
Hubiera terminado expuesta a los efectos del gas, y me hubiera
sentenciado a mí misma. Hubiera sido un error. Creo que hubiera sido
un error. Eso es lo que quiero pensar.
Ahora mismo estoy algo cansada.
Son las once de la noche. Hoy apenas he hecho nada fuera de la rutina
habitual, pero mi cabeza me ha atormentado todo el día y me siento
fatigada, e incluso algo mareada. Quizás con un poco de suerte a lo
mejor hasta pueda dormir esta noche.
Estoy tan cansada que ya hasta
oigo cosas. Juraría que acaban de tocar en la compuerta...
Espera...
Creo que sí están tocando...
¡¿Cómo?! ¡¿Han llamado a la compuerta?! ¡Uooo! ¡Qué emocionante! ¿Y quién será? Jooo me tocará esperar...
ResponderEliminarMe ha gustado la descripción que has dado de los efectos del gas. Un aspecto desolado y vacío que pone los pelos de punta... Y la comedura de coco de la protagonista también ha quedado muy bien plasmada.
Bueno, hasta la próxima ^^ Que espero con muchas ganas. ¡Abrazo!
¡Muchas gracias, Carmen!
EliminarLa prota lleva más de un año sola en un refugio y, cuando sale, se da cuenta de que el exterior es peor que el interior del refugio. Vamos a ver qué sucede a continuación. Espero que también te guste.
¡Un abrazo muy fuerte! ¡Nos seguimos leyendo!