Día 491.
Esta mañana me he sentido muy
sola. ¿Cómo no? Echo de menos cómo era todo antes: las
conversaciones, la compañía..., incluso las discusiones. Añoro la
sensación de hablar con alguien y de que esa otra persona te escuche
y te responda. E incluso el hecho de asomarte por la ventana y ver
gente por la calle. Pero, por lo que parece, todo eso ya es cosa del
pasado. De hecho, en este sótano, ni siquiera tengo ventanas por las
que asomarme. Todo ha cambiado tanto en poco tiempo, y todo apunta a
que va a ser así permanentemente. Aun así, sigo intentando
contactar por radio con alguien, pero sigue sin haber nadie al otro
lado. Tan solo interferencias y ruido. Me niego a creer que soy la
única que queda y que solo tengo como compañía mi propio reflejo
en el espejo del cuarto de baño. No puede ser así. Me niego a
pensar que las explosiones acabaran con todo el mundo.
No he estado bien hoy. Mientras
me terminaba la lata de ración militar no paraba de darle vueltas a
la cabeza. No dejaba de preguntarme si Raquel habría sobrevivido.
Raquel era... es mi vecina. Aunque, la verdad, no sé si sigue en
este mundo o si los gases han terminado con ella también. Su casa
está al final de la senda del bosque. Recuerdo que a veces me
acercaba hasta allí para pasar la tarde charlando o simplemente para
dar un paseo en silencio en la arboleda cerca del lago. Todavía me
acuerdo cuando le dije lo de mi refugio. “¿Tú también vas a
dejarte llevar por la histeria colectiva?”, me preguntó medio en
broma... Ni siquiera traté de convencerla para que ella se
construyera el suyo propio... Y cuando se cumplieron las amenazas del
enemigo y saltaron las alarmas, no la pude avisar a tiempo para que
se viniera aquí. El fogonazo de las explosiones ya iluminaba en el
horizonte más allá de la cordillera montañosa.
Para cuando terminé hoy mi
almuerzo, di un golpe en la mesa, me preparé y me planté delante de
la compuerta de salida. Me quedé mirando la manivela de acero y
sopesé el riesgo de salir por primera vez. Ya ha pasado más de un
año desde las explosiones. El folleto que habían repartido cuando
estalló la guerra decía que tenían que pasar dos años como mínimo
para que la nube tóxica se disipara por completo. Pero pensé que
quizás con el traje de protección y la máscara de gas podría
pasar un rato en el exterior sin peligro. Cuando me vi allí, ante la
puerta, apreté los dientes y recordé mis paseos con Raquel. Ojalá
esté viva y bien...
Pero no pude hacer nada. No pude
salir. Me flojearon las piernas del miedo a lo que podría
encontrarme fuera. Dejé caer la máscara al suelo y di media vuelta
mientras me quitaba el traje de protección.
Ahora ya es de noche... supongo.
Tengo un nudo en el estómago y me siento peor que esta mañana.
Estar sola va a acabar conmigo. Ya llevo demasiado tiempo, y lo de
escribir este diario ya no me ayuda tanto como al principio.
Mañana saldré, veré lo que
queda del mundo y buscaré a Raquel. No merece la pena vivir sola y
encerrada en un refugio de hormigón armado.
Hasta mañana, diario.
¡Buenoooo! ¡Qué inicio más interesante! Qué ganas tengo de saber si se animará o no... Seguro que sí, jeje (eso espero XD )
ResponderEliminarUn gran inicio de relato, atrapa desde el principio y nos dejas caer algunos retazos de lo que será el argumento de la historia. Me ha encantado, como siemrpre ^^
¡Ya estoy contando los minutos para que cuelgues el siguiente! jejeje ¡Un besote! Y hasta luego ;)
¡Muchísimas gracias, Carmen!
EliminarComo siempre, me alegro mucho de leerte por aquí. Vamos a ver cómo sigue esta historia. Me mola eso de contarlo como si fuera un diario. Hace que todo sea más cercano. Espero que te guste.
¡Un abrazo muy fuerte! ¡Nos seguimos leyendo!