jueves, 11 de junio de 2015

Diario (Primera parte de siete)

Día 491.

Esta mañana me he sentido muy sola. ¿Cómo no? Echo de menos cómo era todo antes: las conversaciones, la compañía..., incluso las discusiones. Añoro la sensación de hablar con alguien y de que esa otra persona te escuche y te responda. E incluso el hecho de asomarte por la ventana y ver gente por la calle. Pero, por lo que parece, todo eso ya es cosa del pasado. De hecho, en este sótano, ni siquiera tengo ventanas por las que asomarme. Todo ha cambiado tanto en poco tiempo, y todo apunta a que va a ser así permanentemente. Aun así, sigo intentando contactar por radio con alguien, pero sigue sin haber nadie al otro lado. Tan solo interferencias y ruido. Me niego a creer que soy la única que queda y que solo tengo como compañía mi propio reflejo en el espejo del cuarto de baño. No puede ser así. Me niego a pensar que las explosiones acabaran con todo el mundo.

No he estado bien hoy. Mientras me terminaba la lata de ración militar no paraba de darle vueltas a la cabeza. No dejaba de preguntarme si Raquel habría sobrevivido. Raquel era... es mi vecina. Aunque, la verdad, no sé si sigue en este mundo o si los gases han terminado con ella también. Su casa está al final de la senda del bosque. Recuerdo que a veces me acercaba hasta allí para pasar la tarde charlando o simplemente para dar un paseo en silencio en la arboleda cerca del lago. Todavía me acuerdo cuando le dije lo de mi refugio. “¿Tú también vas a dejarte llevar por la histeria colectiva?”, me preguntó medio en broma... Ni siquiera traté de convencerla para que ella se construyera el suyo propio... Y cuando se cumplieron las amenazas del enemigo y saltaron las alarmas, no la pude avisar a tiempo para que se viniera aquí. El fogonazo de las explosiones ya iluminaba en el horizonte más allá de la cordillera montañosa.

Para cuando terminé hoy mi almuerzo, di un golpe en la mesa, me preparé y me planté delante de la compuerta de salida. Me quedé mirando la manivela de acero y sopesé el riesgo de salir por primera vez. Ya ha pasado más de un año desde las explosiones. El folleto que habían repartido cuando estalló la guerra decía que tenían que pasar dos años como mínimo para que la nube tóxica se disipara por completo. Pero pensé que quizás con el traje de protección y la máscara de gas podría pasar un rato en el exterior sin peligro. Cuando me vi allí, ante la puerta, apreté los dientes y recordé mis paseos con Raquel. Ojalá esté viva y bien...

Pero no pude hacer nada. No pude salir. Me flojearon las piernas del miedo a lo que podría encontrarme fuera. Dejé caer la máscara al suelo y di media vuelta mientras me quitaba el traje de protección.

Ahora ya es de noche... supongo. Tengo un nudo en el estómago y me siento peor que esta mañana. Estar sola va a acabar conmigo. Ya llevo demasiado tiempo, y lo de escribir este diario ya no me ayuda tanto como al principio.

Mañana saldré, veré lo que queda del mundo y buscaré a Raquel. No merece la pena vivir sola y encerrada en un refugio de hormigón armado.

Hasta mañana, diario.

2 comentarios:

  1. ¡Buenoooo! ¡Qué inicio más interesante! Qué ganas tengo de saber si se animará o no... Seguro que sí, jeje (eso espero XD )

    Un gran inicio de relato, atrapa desde el principio y nos dejas caer algunos retazos de lo que será el argumento de la historia. Me ha encantado, como siemrpre ^^

    ¡Ya estoy contando los minutos para que cuelgues el siguiente! jejeje ¡Un besote! Y hasta luego ;)

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    1. ¡Muchísimas gracias, Carmen!

      Como siempre, me alegro mucho de leerte por aquí. Vamos a ver cómo sigue esta historia. Me mola eso de contarlo como si fuera un diario. Hace que todo sea más cercano. Espero que te guste.

      ¡Un abrazo muy fuerte! ¡Nos seguimos leyendo!

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