Contenido
- Boda de ladrones
- Cielo cromado
- Claudio
- Diario
- Dormiré contigo
- Edith
- El fin
- El manantial
- El testamento del dragón
- En busca de
- Flora
- Grietas en el cielo
- Historias con latido
- Historias cortas
- Imágenes con latido
- La mansión
- La nueva vida de Dana
- Lady Noche
- Lágrimas de sueño
- Lana Mandala
- Las cuatro insidiosas
- Latidos de libreta
- Llantos
- Mariposas en las paredes
- No se lo digas a mi hija
- Notas del autor
- Ojos negros colmillos blancos
- Sujeto de prueba 001
- Zona en obras
jueves, 30 de octubre de 2014
Nota del autor
Muy buenas. Como la semana pasada no pude subir ninguna historia, esta semana subo dos partes de "Dormiré contigo", la tercera y la cuarta. Espero que os gusten, y disculpad por el retraso. ¡Saludos!
Dormiré contigo (cuarta parte de cinco)
Óliver acercó el dorso de la
mano al rayo de luz que salía de la grieta. La luz incidió en su
piel y notó una agradable sensación de calidez, como la de un
soleado día de primavera. Aquel haz de luz parecía luz solar. Óliver volvió la vista hacia la ventana. Se aproximó a ella y
miró fuera através del cristal. La noche era absoluta y muy abajo,
en la calle, las farolas seguían encendidas. A continuación,
comprobó la hora en el móvil: eran las tres y diecisiete de la
madrugada. Aprovechó la ocasión y llamó a Aarón. Óliver escuchó
el zumbido del móvil de su amigo en el suelo al lado de la mesita. Óliver
soltó su teléfono y se acercó con decisión al armario. Estaba
determinado a encontrar una explicación al origen de aquella luz de
la grieta. Afianzó los pies y tiró del armario. El ruido fue
ensordecedor y el mueble se movió unos centímetros. Lo suficiente
para que Óliver pudiera mirar detrás del mueble. Cuando lo hizo, no
encontró nada fuera de lugar en la pared de la habitación. Y la
grieta vista por ese lado era completamente oscura. Cuando Óliver
volvió a colocarse delante de las puertas abiertas, la luz seguía
brillando.
Dormiré contigo (tercera parte de cinco)
Un ruido despertó a Óliver.
Parecía que Aarón se había caído de la cama. Óliver se incorporó
en su saco de dormir, con los ojos aún cerrados.
jueves, 16 de octubre de 2014
Dormiré contigo (segunda parte de cinco)
Eran las once de la noche cuando Óliver extendió su saco de dormir justo al lado de la cama de Aarón.
Este, sentado sobre las sábanas, lo miraba atentamente con
preocupación.
jueves, 9 de octubre de 2014
Dormiré contigo (primera parte de cinco)
―¿Así que es esto lo que
tanto miedo te da? ―le preguntó Óliver en tono socarrón a su
amigo Aarón. Dejó abierta la puerta del armario, dio un paso atrás
y se cruzó de brazos en actitud contemplativa―. Desde luego, es
aterrador. Tienes el gusto para la ropa en el culo... Deberías ir al
médico.
jueves, 2 de octubre de 2014
El fin (Epílogo)
Sentía peso sobre el cuerpo,
pero con la somnolencia que lo adormilaba ni siquiera se molestó en
quitárselo de encima. Creyó que seguramente todavía seguía
acostado en la cama con Nelli, y yacía descansando bajo una pila de
cojines desordenados. Tomó aire por la nariz, y olió a humedad.
Aquella sensación fuera de lugar lo extrañó, y comenzó a
inquietarse. Olor a tierra entró por sus fosas nasales, y le provocó
una tos seca y violenta. Su cuerpo se convulsionó y, mientras sus
músculos se tensaban, sintió un amargo dolor en el hombro, que se
ramificó hasta la base del cuello. Fue en ese instante cuando se
percató por primera vez de la inusual postura de su propio cuerpo,
retorcido bajo el peso de encima. Confuso y desorientado, abrió los
ojos para toparse cara a cara con la oscuridad. El hecho de no ver
nada le encogió el estómago, y el miedo lo llevó a revolverse en
el sitio. Las piedras que tenía encima rodaron unas sobre otras
chocando entre sí. Convencido de una vez por todas de que no se
encontraba en su cama, se apresuró a escapar de la negrura de
alrededor y se abrió paso apartando piedras con codos y manos. Al
poco rato, pudo sacar la cabeza fuera de la tierra, hacia la
superficie. El cálido aire de fuera le acarició el rostro. Soportó
el intenso dolor lacerante de su hombro y tiró del peso de su cuerpo
para liberar las piernas de la tierra que las sepultaba. Ya tendido
boca abajo en la superficie, cogió una gran bocanada de aire.
Comenzó a arrastrarse lejos del agujero donde había estado
enterrado, hasta que las fuerzas le fallaron y le sobrevino un ataque
de tos que le hizo escupir una mezcla pegajosa de tierra, saliva y
sangre. El corazón le latía desbocado y le costaba recordar cómo
había acabado allí, pero ahora, al menos, Martin por fin había
logrado salir de debajo de la tierra.
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