jueves, 2 de enero de 2014

Zona en obras (Séptima parte)

En silencio, Elémiah señaló hacia delante para que Claude mirara en esa dirección. La escena que veían parecía confirmar todo lo que Elémiah había dicho respecto de su hermana. La joven muchacha estaba en compañía de otro ángel, pero aquel era diferente de Elémiah. Tenía el aspecto de una hermosa mujer mujer alada. Desde la distancia, los ojos del vigilante recorrieron su curvilíneo cuerpo, cuyas formas redondeadas se marcaban mucho más por las sombras que la noche dibujaba en su piel. Claude, turbado, tardó unos segundos en percatarse de que aquel ángel femenino sangraba abundantemente por el brazo que escondía tras su ala izquierda.


¡Kara! ―llamó Claude en voz alta, delatando su presencia.



La joven se giró y encontró a su hermano, vestido con el uniforme de vigilante nocturno, avanzando hacia ella por el sendero de tierra. Pronto, Kara vio aparecer detrás de él un ángel celestial, con alas emplumadas tan imponentes como las de Asáliah, pero con apariencia masculina. Disimuló con un parpadeo la fugaz ojeada que echó a la entrepierna del fornido ángel rubio, que caminaba tras su hermano. Al igual que Asáliah, también carecía de sexo.



La mujer alada le había advertido de que otro ser etéreo venía a por ella, pero Kara había supuesto que tendría un aspecto amenazador, aterrador y oscuro, como el de la espada. Sin embargo, los movimientos lentos y seguros del ángel varón, y su rostro de rasgos suaves recorrido por mechones de pelo rubio que caían le transmitían paz y seguridad. La chica, confundida por la presencia de otro ser de aspecto divino, volvió la mirada hacia Asáliah, quien también se había quedado mirando fijamente al ángel masculino. Claude se apresuró a acercarse a su hermana, pero Elémiah lo retuvo agarrándolo por el brazo. Cuando este miró al ángel, este negó despacio con la cabeza, haciéndole entender que no era buena idea acercarse a ella con el ángel rebelde cerca.



¡Sucio embustero! ―insultó Asáliah, con la furia rebosando en cada una de sus palabras―. ¡Tú no eres mi hermano Elémiah! ¿¡Cómo osas adoptar su apariencia!? Si Elémiah supiera de tu atrevimiento, no dudaría en ir a buscarte al agujero más oscuro de las Profundidades para arrancarte tus verdaderas alas de piel con sus manos desnudas. Tus artimañas son tan viles como tus intenciones. ¿Eres tan rastrero que estás dispuesto a engañar a estos humanos para arrancar un beso de los labios de Kara? Sinvergüenza, mentiroso y mezquino. ¡Muestra tu verdadero aspecto y permite que Kara elija!



Elémiah resistió los improperios de Asáliah en silencio. Claude no dejaba de mirar de uno a otro, sin comprender nada. Kara, tan confusa como su hermano, quiso saber qué estaba pasando.



Asáliah ―dijo, dirigiéndose a la mujer angelical con un tono de duda propio de aquel que no sabe si está haciendo lo correcto―, ¿qué pasa?



Acércate a mí, Kara Robbinson, y aléjate de ese impostor que acompaña a tu hermano. No te dejes engañar por su aspecto divino. Es tan solo una fachada, una treta para ganar tu favor. Ese que ves a ahí no es mi hermano Elémiah, sino el ser repugnante con el que batallé en la caída, y pretende engañarte a ti y a tu hermano haciéndose pasar por un destacado miembro de las filas celestiales.



Fue entonces cuando Elémiah reaccionó.



Ya basta, Asáliah. He llegado a tiempo, y no tienes nada que hacer contra mí. Permite que Kara se aleje de ti y venga conmigo. La rebeldía de los tuyos no tiene razón de ser. Reconoce tu afrenta contra el Orden y serás perdonado. El Alto es misericordioso y te concederá otra oportunidad a ti y a los que piensan como tú y te siguen. Arrepiéntete y deja a la mortal, Asáliah. Esto acaba aquí y ahora.



A Kara le llamó poderosamente la atención la palabra “rebeldía”. Retrocedió para distanciarse un poco de Asáliah.



Kara..., por favor ―suplicó Asáliah, rogando con la única mano que le quedaba―. No te creas sus mentiras.



Elémiah aprovechó la duda de la muchacha para apartar de un empujón a Claude e ir a por ella. Asáliah reaccionó interponiéndose entre el ángel y la chica. Trató de alcanzar la espada de su espalda, pero Elémiah propinó un duro puñetazo en el muñón sangrante de Asáliah. La mujer alada gritó de dolor, y el sobrecogedor chillido del ángel mutilado provocó que cayeran algunas hojas asustadas de los árboles cercanos. Elémiah no se detuvo y asestó un rodillazo en la barriga de Asáliah, pero esta contraatacó con un golpe de mano contra la mandíbula. Elémiah escupió sangre, pero aun así, pudo girar sobre sí mismo, agarrar a Asáliah por el brazo que le quedaba y propulsarla por encima de su espalda. Asáliah salió despedida hasta que se estrelló contra el tronco de un árbol, cuya corteza saltó por los aires. Al caer, se quedó sentada, rendida y sangrando en el suelo. Cuando miró al frente con débil mirada, descubrió que la espada se le había caído al suelo. Elémiah, de pie y con pose estática de vencedor, se quedó mirando el arma en el suelo, pero no se decidió a cogerla. Asáliah sabía que Elémiah no podía cogerla si quería seguir manteniendo su tapadera.



Mientras los dos ángeles luchaban, Kara había ido hasta su hermano y este la había rodeado con sus brazos. Ahora, tras la corta batalla, parecía que Elémiah había sido el ganador, y se acercaba con paso seguro hacia los dos humanos.



Se acabó, Kara Robbinson. Estás a salvo.



Ella me dijo que podía salvarme con un beso.



¿Un beso? ―preguntó Claude, asombrado. Recordó que Elémiah le había contado que los ángeles rebeldes querían a su hermana para concebir al líder que se alzaría contra el Orden.



Me contó que mi pena había matado a mi ángel de la guarda ―explicó ella, que no dejaba de mirar a su hermano y al nuevo ángel que había traído consigo―, y ahora tenía que elegir con un beso de qué lado quería estar. Si en el suyo o... ―dejó la vista clavada en Elémiah. Se sintió embargada por la radiante belleza masculina y rubia del ángel. El olor a canela le resultaba embriagador y sus labios carnosos y sonrosados le parecieron tan apetecibles que casi podía escuchar cómo susurraban su nombre suavemente―. Tú no pareces que vengas de las Profundidades...



Kara, tranquila ―la calmó su hermano―. Esa tía ángel te quería engañar. Tan solo quería usarte para algo terrible. Pero Elémiah lo ha impedido y ya no hay nada que temer. Él ha venido a salvarte. ¿Qué te parece? Tu propio ángel salvador. Bueno..., y yo he ayudado también.



Pero su hermana no lo escuchaba. Su vista se había perdido en los labios de Elémiah.



¡Kara! ―gritó con voz lastimera Asáliah, mientras se esforzaba en ponerse de pie―. ¡No dejes que te obligue!



Pero la muchacha ya estaba completamente bajo el influjo de Elémiah y no pudo hacer nada para evitar que el ángel la cogiese por la cintura y apretase sus labios contra los de ella. Claude se apartó de un salto y Elémiah rodeó a la mortal con sus alas. Al principio, Kara se dejó llevar por el sabor a canela y por la calma que el beso infundía en su corazón. Pero pronto el sabor a menta fue dejando paso a un regusto a carne podrida, y su corazón empezó a acelerarse impulsado por el temor de haber cometido el más terrible de los errores. Claude cayó de espaldas cuando observó cómo el aspecto de Elémiah cambiaba delante de sus narices. Su piel pálida se tiznó, su lasciva melena rubia se oscureció, las plumas se cayeron y flotaron alrededor del horrible beso, y el rostro amable dio paso a una cara afilada con una fila de protuberancias óseas sobre la frente.



Demasiado tarde, Claude ―se quejó Asáliah, apoyando la palma de su mano en el suelo―. Han decidido por ella.



Justo entonces, la espada del falso Elémiah brilló en el suelo, refulgiendo con vivas llamas rojas.

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