jueves, 23 de enero de 2014

Zona en obras (Epílogo)

Kara Robbinson

“Querido diario:



Mi terapeuta insiste en que escribir un diario me ayudará a superar la muerte de Claude. La verdad es que tener que escribir cada noche cómo me siento y qué he hecho durante el día me parece un coñazo, pero el psicólogo no deja de recomendarme que será bueno para mí. Según él, de esta manera exteriorizaré mis sentimientos y podré verlos desde fuera y analizarlos y abordarlos mejor. En fin, cosas de loqueros, supongo.


En cualquier caso, funcione o no esto del diario, voy a intentarlo, a ver qué tal. Así que allá voy.



Supongo que debería ponerme a contar todo lo que he hecho hoy, pero lo cierto es que apenas he hecho nada. Por la mañana, tenía que madrugar para ir a clase, pero me vi incapaz de levantarme de la cama. Había tenido un sueño maravilloso en el que volvía a abrazar a mi hermano, y en el fondo tenía la esperanza de que si me volvía dormir volvería a retomar el sueño justo donde lo había dejado. No fue así. Lo único que hice fue dar vueltas en la cama como una tonta hasta que me sentí mal conmigo misma por no levantarme. Para cuando logré sentarme en el borde de la cama, me quedé en plan zombi mirando al suelo y pensando si ir o no a las clases que quedaban a esa hora. Al final, decidí vestirme e ir a la facultad. No sé ni para qué me molesté. La gente hablaba conmigo y lo que decían era incomprensible para mí, los profesores daban sus charlas insulsas, e incluso algunos me decían, después de clase, que habían visto lo de la extraña muerte de mi hermano en las noticias y procedían luego a darme el pésame. Yo simplemente asentía y me iba para otro lado. Todo me daba igual y contemplaba mi alrededor como una película aburrida que se proyectase delante de mis ojos.



Después de almorzar, me pasé por casa de mis padres. Tan pronto crucé el umbral de la puerta, el cargado ambiente del luto familiar me sacudió en la cara. La casa estaba oscura y en silencio, y mis padres veían la tele juntos en el salón, sin prestarle la más mínima atención. Me senté un rato con ellos y compartí el silencio. Al rato, me di cuenta de que había algunos álbumes de fotos familiares en la mesilla.



No soporté mucho rato estar en casa de mis padres, así que, tan pronto me aseguré de que se encontraba todo lo bien que les era posible, regresé a mi piso para hundirme en mi propia pena. Y así ha pasado toda la tarde y la noche. Conmigo encerrada, rememorando y llorando.



Echo mucho de menos a Claude. Han pasado tres semanas y todavía no sé quién lo mató de ese modo tan horrible ni por qué. Y eso hace que todo sea más duro. Ojalá la policía encuentre al que lo hizo. De momento, no han dicho gran cosa y solo se limitan a repetir que la investigación está abierta cada vez que les pregunto. Aún no nos han devuelto el móvil de Claude, ni el mío, que encontraron en el parque no muy lejos de su cadáver. No entiendo cómo terminó mi móvil allí. No recuerdo haberlo perdido. Creía que lo llevaba en el bolso cuando volví a casa después de que Marcos rompiera conmigo. Que esa es otra...



Todo es muy raro, y todo ha sido muy repentino. Espero que esta chorrada del diario sirva para algo.



En fin, hasta mañana, diario.



Kara”




Claude Robbinson



Claude, ¿puedes escucharme...? ¿Puedes oírme?



¡Sí! Puedo escucharte. ¡Puedo escucharte! ¿Qué está pasando aquí? ¿Dónde estoy? No puedo ver nada y no me siento el cuerpo. Estoy como... entumecido por completo. ¡Ayúdame!



Calma, Claude. Todo va bien. Dime, ¿reconoces mi voz?



Sí... Me parece que sí... As... ¡Asáliah! ¡Eres el ángel mujer que estaba con mi hermana!



Es cierto, Claude. Me alegro de que puedas recordarme.



¿Qué ocurre, Asáliah? Te oigo, pero no te veo. ¿Qué pasa? ¿Dónde estoy?



Claude, no puedes verme, porque aún intentas ver con tus ojos, y ya no los posees.



Asáliah, por favor, tengo miedo. Todo está muy oscuro y no puedo moverme.



Claude, escucha muy atentamente. No puedes verme, porque no tienes ojos con los que ver. No puedes moverte, porque no tienes cuerpo que mover. Has muerto, Claude Robbinson.



¿¡Qué!? ¡Pero qué dices! Si estoy hablando contigo ahora.



Te sacrificaste por tu hermana, Claude. Y ahora tu espíritu, mancillado por el mal de la espada que empuñaste, se encuentra en un plano intermedio, entre las Alturas y las Profundidades. Eres uno de los que se descarrían, Claude. Y, tal y como prometí a tu hermana, estoy a tu lado para guiarte hacia la luz y purificar tu esencia.



No, Asáliah, no. No me vengas con más rollos de esos. Estoy aquí y estoy hablando contigo. Todo esto es demasiado para mí. Sácame de aquí de una vez. ¡Ayúdame!



Para eso estoy aquí, Claude Robbinson, para ayudarte, aunque no será fácil, te lo advierto, y el camino que nos espera será largo y repleto de obstáculos que jamás imaginaste. ¿Estás dispuesto a ello, Claude?



Sí, Asáliah. Por favor.



Celebro tu determinación. En tal caso, empieza por aceptar que tú, Claude Robbinson, estás muerto.

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