Todo está negro. Pero no es una habitación sin luz. Tampoco se trata
de una calle sin farolas. Ni siquiera se puede decir que sea la
profundidad más honda del mar en una noche sin luna. Todo está
mucho más oscuro, y mucho más callado.
Reina una calma tensa, como la de una nota aguda de violín mantenida
más de lo debido en el tiempo. Calma intensa y frágil, capaz de
hacerse añicos en cualquier momento, con cualquier sobresalto,
con cualquier hecho repentino e inesperado.
El momento temido llega y la calma se pierde. Pero no de repente ni
bruscamente, sino gradualmente. De entre el negro absoluto, surge en
primer plano una figura blanca, pálida. Casi resulta brillante entre
tanta oscuridad. Sin embargo, no ilumina, solo se empapa de oscuridad
como una perla reluciente en medio de un lago de agua negra y aceitosa.
Poco a poco, la figura emerge de entre las sombras y adquiere forma
ovalada, dejando paulatinamente a la vista su forma. Lo primero que
aparece es una forma triangular suavizada, luego dos profundos huecos
en la parte alta y una fina grieta horizontal en la parte baja. Nariz, ojos y boca.
Un rostro de la piel más pálida de la historia. Una nariz perfilada. Dos ojos cerrados y una boca
de labios finos. Nada más. Lo demás, piel blanca. El resto, oscuridad
asfixiante.
Silencio y oscuridad. El rostro quieto. No hace nada, ni siquiera
respira. ¿Carecerá de vida? De pronto, la nota sostenida de violín
rompe la cuerda con un latigazo. Sus ojos se abren. Ojos negros,
todo ellos. No hay pupila, no hay iris, no hay persona. Pero hay un
rostro. Hay oscuridad. Y me mira.
La negrura se ondea, como la superficie del agua que empieza a
agitarse. Debo tomar el control. Es una imagen mental. La he creado,
la controlo, la domino. Es un reflejo de mi oscura imaginación. Haré
que desaparezca.
“Poco a poco, tal y como apareciste, vete. Sumérgete en tu
oscuridad y no me mires más con esos ojos sin vida. Lárgate y no
vuelvas”.
No se mueve, no parpadea, no respira. Solo mira.
“Húndete en el olvido y quédate allí. No te necesito para tener
ocurrencias, ni ser original. Eres solo una imagen mental. El cuervo
de mi relato. La sombra de mis escritos. Lárgate y déjame escribir
sobre mariposas, hadas y duendes que se ganan la vida sonriendo”.
No se mueve, no parpadea, no respira. Solo mira.
“Sé que no pretendes nada malo, pero asustas mi ánimo. Obedece a
quien te ha creado. No te rebeles contra quien te da razón de ser.
Eres un destello de mi mente aburrida. Lárgate y déjame. Quiero ver
la tele, olvidarme de ti y ser feliz preocupándome de los resultados
del fútbol”.
No se mueve, no parpadea, no respira. Solo mira.
“Si eres mi musa, inspírame a base de besos. Conviértete en una
fuente generosa y dame de beber inspiración dulce que
calme m tormento”.
No se mueve, no parpadea, no respira. Solo mira.
"Te odio. Déjame ser como los demás. Quiero ser normal. Pero ahí
estás tú. Generando imágenes en mi cabeza, personajes que sufren,
sueños incumplidos, realidades inventadas que puedan interesar a
otras mentes aburridas y sedientas como la mía. Vete lejos".
No se mueve, no parpadea, no respira. Solo mira.
“Pero, claro. No lo haces, no te vas, porque no quiero que lo
hagas. Yo te controlo. No eres mi musa, eres mi herramienta. Como tal
te daré uso. Serás la sombra proyectada por el sol de la
inventiva”.
"No te mueves, no parpadeas, no respiras. Ni siquiera miras. Eres mi
imaginación. Y yo te domino. Controlo mi mente. No puedes
desobedecerme cuando te pido que te marches. No hay lugar para la
desobediencia de algo que solo existe en mi cabeza. Sé quien soy.
Eres parte de mí. No soy tú".
"Soy libre. Mantengo el control".
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