jueves, 1 de agosto de 2013

Desobediencia

Todo está negro. Pero no es una habitación sin luz. Tampoco se trata de una calle sin farolas. Ni siquiera se puede decir que sea la profundidad más honda del mar en una noche sin luna. Todo está mucho más oscuro, y mucho más callado.

Reina una calma tensa, como la de una nota aguda de violín mantenida más de lo debido en el tiempo. Calma intensa y frágil, capaz de hacerse añicos en cualquier momento, con cualquier sobresalto, con cualquier hecho repentino e inesperado.



El momento temido llega y la calma se pierde. Pero no de repente ni bruscamente, sino gradualmente. De entre el negro absoluto, surge en primer plano una figura blanca, pálida. Casi resulta brillante entre tanta oscuridad. Sin embargo, no ilumina, solo se empapa de oscuridad como una perla reluciente en medio de un lago de agua negra y aceitosa.



Poco a poco, la figura emerge de entre las sombras y adquiere forma ovalada, dejando paulatinamente a la vista su forma. Lo primero que aparece es una forma triangular suavizada, luego dos profundos huecos en la parte alta y una fina grieta horizontal en la parte baja. Nariz, ojos y boca. Un rostro de la piel más pálida de la historia. Una nariz perfilada. Dos ojos cerrados y una boca de labios finos. Nada más. Lo demás, piel blanca. El resto, oscuridad asfixiante.



Silencio y oscuridad. El rostro quieto. No hace nada, ni siquiera respira. ¿Carecerá de vida? De pronto, la nota sostenida de violín rompe la cuerda con un latigazo. Sus ojos se abren. Ojos negros, todo ellos. No hay pupila, no hay iris, no hay persona. Pero hay un rostro. Hay oscuridad. Y me mira.



La negrura se ondea, como la superficie del agua que empieza a agitarse. Debo tomar el control. Es una imagen mental. La he creado, la controlo, la domino. Es un reflejo de mi oscura imaginación. Haré que desaparezca.



“Poco a poco, tal y como apareciste, vete. Sumérgete en tu oscuridad y no me mires más con esos ojos sin vida. Lárgate y no vuelvas”.



No se mueve, no parpadea, no respira. Solo mira.



“Húndete en el olvido y quédate allí. No te necesito para tener ocurrencias, ni ser original. Eres solo una imagen mental. El cuervo de mi relato. La sombra de mis escritos. Lárgate y déjame escribir sobre mariposas, hadas y duendes que se ganan la vida sonriendo”.



No se mueve, no parpadea, no respira. Solo mira.



“Sé que no pretendes nada malo, pero asustas mi ánimo. Obedece a quien te ha creado. No te rebeles contra quien te da razón de ser. Eres un destello de mi mente aburrida. Lárgate y déjame. Quiero ver la tele, olvidarme de ti y ser feliz preocupándome de los resultados del fútbol”.



No se mueve, no parpadea, no respira. Solo mira.



“Si eres mi musa, inspírame a base de besos. Conviértete en una fuente generosa y dame de beber inspiración dulce que calme m tormento”.



No se mueve, no parpadea, no respira. Solo mira.



"Te odio. Déjame ser como los demás. Quiero ser normal. Pero ahí estás tú. Generando imágenes en mi cabeza, personajes que sufren, sueños incumplidos, realidades inventadas que puedan interesar a otras mentes aburridas y sedientas como la mía. Vete lejos".



No se mueve, no parpadea, no respira. Solo mira.



“Pero, claro. No lo haces, no te vas, porque no quiero que lo hagas. Yo te controlo. No eres mi musa, eres mi herramienta. Como tal te daré uso. Serás la sombra proyectada por el sol de la inventiva”.



"No te mueves, no parpadeas, no respiras. Ni siquiera miras. Eres mi imaginación. Y yo te domino. Controlo mi mente. No puedes desobedecerme cuando te pido que te marches. No hay lugar para la desobediencia de algo que solo existe en mi cabeza. Sé quien soy. Eres parte de mí. No soy tú".



"Soy libre. Mantengo el control".

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