jueves, 15 de agosto de 2013

Lágrimas de sueño (Primera parte)

We didn´t spend our life together, and I will miss you forever”. (Finality – Woods of Ypres)



Ah, hola. Eres tú. No te esperaba a estas horas ―Matt quitó la cadena de la puerta para dejar entrar a Leo―. De hecho, no te esperaba hasta dentro de dos semanas. Pero bueno... Pasa, hombre, pasa ―dijo, mientras le daba unas palmaditas, sobre la chaqueta mojada, cuando pasó a su lado.

Gracias, Matt ―respondió Leo, tras sentarse en el sofá de cuero marrón descolorido de en medio del desordenado salón―. Sé que no te gusta recibir visitas imprevistas.



Leo no prestó la más mínima atención a los ruidosos dibujos animados del televisor, y se pasó nervioso ambas manos por el pelo empapado de lluvia, que llevaba recogido hacia atrás.



Estás goteando, tío... ―dijo Matt, con tono disimulado de reproche cuando se fijó en las gotas de agua que caían sobre el sofá y sobre la moqueta.



Leo reaccionó y por fin se dio cuenta de que estaba dejando todo perdido. Además, había dejado un rastro de huellas en el trayecto de la puerta hasta el asiento.



Oh, joder, Matt. Lo... lo siento. No sé dónde tengo la jodida cabeza. Te lo he dejado todo hecho una mierda. Perdona, tío... No pretendía fastidiarte tu noche de tele, o lo que sea que estuvieras haciendo. Lo siento, de verdad ―se puso de pie y empezó a mirar en todas direcciones―. ¿Dónde tienes la...? ―e hizo un gesto con las manos imitando los movimientos de cuando se friega el suelo.



Tranquilo, Leo ―lo calmó, mientras volvía a poner la cadena en su cierre. Leo estaba muy nervioso y Matt se daba cuenta de ello. Aquel muchacho delgado y desgarbado de pie al lado del sofá parecía incapaz de centrarse en una sola cosa a la vez. Sus movimientos constantes, su tic de rascarse la nariz y sus temblores incontrolables dejaban más que claro que había algún problema. Matt se adelantó a Leo y decidió ser él quién tomase la palabra e hiciese la pregunta―. Vale, Leo, ¿cuál es el problema? ¿No estaban bien las gotas de ayer o es que todavía te dura el cuelgue del chute?



Leo se llevó una mano a la boca y entrecerró los ojos. De ellos, comenzaron a brotar lágrimas.



La vi, Matt. Vi a Nerea en el sueño que tuve ―rápidamente, metió la mano en el bolsillo de la chaqueta y sacó un frasco tapado con un cuentagotas―. Esta mierda es la hostia, tío. Es como si de verdad hubiese estado de nuevo con ella.



Matt se acercó a su amigo con grandes zancadas y le quitó el frasco de las manos violentamente. Lo destapó para asegurarse de que lo que había visto era un espejismo del cristal del frasco, pero, para su sorpresa, sus peores temores se vieron confirmados. No quedaba líquido dentro.



Leo ―empezó a hablar Matt con tono firme y duro―, ¿qué coño has hecho con la dosis? Por favor, dime que no te la has metido toda de ayer a hoy ―Leo bajó la mirada, avergonzado―. Leo..., dime que se te ha derramado en el baño o que se te cayó el frasco o cualquier otra gilipollez de esas, pero no me digas que te lo has metido todo en menos de un día. ¡Leo! ¡Mírame!



Cogió el rostro de Leo con ambas manos y lo elevó para mirarle directamente a los ojos. Matt no pudo evitar apretar los labios de rabia cuando contempló la irritación roja y viva que inflamaba los ojos de su amigo.



¿¡Pero qué coño te has hecho, idiota!? ―de un empujón, tiró a Leo sobre el sofá―. Te lo dije bien claro ayer, Leo. ¡BIEN CLARO! Dos gotas. ¡Dos gotas en cada ojo! Solamente dos por la noche, Leo. Y vas y te metes todo un frasco con una dosis para dos semanas..., ¡en menos de veinticuatro horas! ¿Es que quieres matarte, Leo? ¿Es eso?



Cálmate, Matt. No he venido para discutir contigo ―trataba de tranquilizarlo balanceando las manos suavemente de arriba abajo.



¡Que me calme, y una mierda! Joder, te lo dije, Leo. Y encima era la primera vez que te metías... ―Matt tuvo que darse media vuelta, no soportaba ver a su amigo tembloroso haciendo gesto descoordinados para tranquilizarlo. Cerró fuertemente los ojos y se apretó el puente de la nariz con los dedos―. ¿Sabes que podrías haber muerto anoche, Leo? ¿Eh? ¿Sabes que la poli podría haber encontrado esta mañana tu triste cadáver colocado de lágrima? ¿Y eso cómo me hubiese dejado a mí, eh? ¿Cuánto tiempo crees que hubiesen tardado los maderos en encontrarme a mí y a mi mercancía? ¿Acaso te paraste a pensar en eso mientras te metías esa mierda por los ojos? ―se dio media vuelta rápidamente y tiró el frasco vacío contra Leo.



De repente, Matt se quedó de pie y helado. Leo, sentado en el sofá y apoyado con los codos en las rodillas, tenía una pistola sujeta con las manos entre las piernas.



¿Pero qué coño...? ¿De dónde has sacado esa pipa, Leo?



Esperaba que arreglásemos esto por las buenas ―dijo Leo antes de ponerse de pie y apuntar a su amigo a la cabeza.



Tío, no juegues con eso. Respira hondo y date cuenta de lo que estás haciendo. Tienes el coletazo de un subidón enorme de lágrima. Relájate y respira, Leo. No hagas nada de lo que te puedas arrepentir luego.



Estaba conmigo, Matt. No lo entiendes. Esas gotas funcionaron. Me quedé dormido y allí apareció. Volvía a estar con Nerea. Pero no era como un sueño, Matt. Era ella... y era yo. Estaba allí. Era todo tan real y yo era tan.... tan... La miraba a ella como te estoy mirando a ti ahora, Matt.



Baja el arma, Leo.



Era casi como viajar al pasado... Tener una segunda oportunidad... Hacer las cosas diferente...



Baja la pistola.



Pero lo que hizo Leo fue apuntar con más ahínco.



Dame todas las dosis de lágrima que te queden, Matt..., por favor.

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