“We didn´t spend our life together, and I will miss you
forever”. (Finality – Woods of Ypres)
―Ah, hola. Eres tú. No te
esperaba a estas horas ―Matt quitó la cadena de la puerta para
dejar entrar a Leo―. De hecho, no te esperaba hasta dentro de dos
semanas. Pero bueno... Pasa, hombre, pasa ―dijo, mientras le daba
unas palmaditas, sobre la chaqueta mojada, cuando pasó a su lado.
―Gracias, Matt ―respondió
Leo, tras sentarse en el sofá de cuero marrón descolorido de en
medio del desordenado salón―. Sé que no te gusta recibir visitas
imprevistas.
Leo no prestó la más mínima
atención a los ruidosos dibujos animados del televisor, y se pasó
nervioso ambas manos por el pelo empapado de lluvia, que llevaba
recogido hacia atrás.
―Estás goteando, tío... ―dijo
Matt, con tono disimulado de reproche cuando se fijó en las gotas de
agua que caían sobre el sofá y sobre la moqueta.
Leo reaccionó y por fin se dio
cuenta de que estaba dejando todo perdido. Además, había dejado un
rastro de huellas en el trayecto de la puerta hasta el asiento.
―Oh, joder, Matt. Lo... lo
siento. No sé dónde tengo la jodida cabeza. Te lo he dejado todo
hecho una mierda. Perdona, tío... No pretendía fastidiarte tu noche
de tele, o lo que sea que estuvieras haciendo. Lo siento, de verdad
―se puso de pie y empezó a mirar en todas direcciones―. ¿Dónde
tienes la...? ―e hizo un gesto con las manos imitando los
movimientos de cuando se friega el suelo.
―Tranquilo, Leo ―lo calmó,
mientras volvía a poner la cadena en su cierre. Leo estaba muy
nervioso y Matt se daba cuenta de ello. Aquel muchacho delgado y
desgarbado de pie al lado del sofá parecía incapaz de centrarse en
una sola cosa a la vez. Sus movimientos constantes, su tic de
rascarse la nariz y sus temblores incontrolables dejaban más que
claro que había algún problema. Matt se adelantó a Leo y decidió
ser él quién tomase la palabra e hiciese la pregunta―. Vale, Leo,
¿cuál es el problema? ¿No estaban bien las gotas de ayer o es que
todavía te dura el cuelgue del chute?
Leo se llevó una mano a la boca
y entrecerró los ojos. De ellos, comenzaron a brotar lágrimas.
―La vi, Matt. Vi a Nerea en el
sueño que tuve ―rápidamente, metió la mano en el bolsillo de la
chaqueta y sacó un frasco tapado con un cuentagotas―. Esta mierda
es la hostia, tío. Es como si de verdad hubiese estado de nuevo con
ella.
Matt se acercó a su amigo con
grandes zancadas y le quitó el frasco de las manos violentamente. Lo
destapó para asegurarse de que lo que había visto era un espejismo
del cristal del frasco, pero, para su sorpresa, sus peores temores se
vieron confirmados. No quedaba líquido dentro.
―Leo ―empezó a hablar Matt
con tono firme y duro―, ¿qué coño has hecho con la dosis? Por
favor, dime que no te la has metido toda de ayer a hoy ―Leo bajó
la mirada, avergonzado―. Leo..., dime que se te ha derramado en el
baño o que se te cayó el frasco o cualquier otra gilipollez de
esas, pero no me digas que te lo has metido todo en menos de un día.
¡Leo! ¡Mírame!
Cogió el rostro de Leo con ambas
manos y lo elevó para mirarle directamente a los ojos. Matt no pudo
evitar apretar los labios de rabia cuando contempló la irritación
roja y viva que inflamaba los ojos de su amigo.
―¿¡Pero qué coño te has
hecho, idiota!? ―de un empujón, tiró a Leo sobre el sofá―. Te
lo dije bien claro ayer, Leo. ¡BIEN CLARO! Dos gotas. ¡Dos gotas en
cada ojo! Solamente dos por la noche, Leo. Y vas y te metes todo un
frasco con una dosis para dos semanas..., ¡en menos de veinticuatro
horas! ¿Es que quieres matarte, Leo? ¿Es eso?
―Cálmate, Matt. No he venido
para discutir contigo ―trataba de tranquilizarlo balanceando las
manos suavemente de arriba abajo.
―¡Que me calme, y una mierda!
Joder, te lo dije, Leo. Y encima era la primera vez que te metías...
―Matt tuvo que darse media vuelta, no soportaba ver a su amigo
tembloroso haciendo gesto descoordinados para tranquilizarlo. Cerró
fuertemente los ojos y se apretó el puente de la nariz con los
dedos―. ¿Sabes que podrías haber muerto anoche, Leo? ¿Eh? ¿Sabes
que la poli podría haber encontrado esta mañana tu triste cadáver
colocado de lágrima? ¿Y eso cómo me hubiese dejado a mí, eh?
¿Cuánto tiempo crees que hubiesen tardado los maderos en
encontrarme a mí y a mi mercancía? ¿Acaso te paraste a pensar en
eso mientras te metías esa mierda por los ojos? ―se dio media
vuelta rápidamente y tiró el frasco vacío contra Leo.
De repente, Matt se quedó de pie
y helado. Leo, sentado en el sofá y apoyado con los codos en las
rodillas, tenía una pistola sujeta con las manos entre las piernas.
―¿Pero qué coño...? ¿De
dónde has sacado esa pipa, Leo?
―Esperaba que arreglásemos
esto por las buenas ―dijo Leo antes de ponerse de pie y apuntar a
su amigo a la cabeza.
―Tío, no juegues con eso.
Respira hondo y date cuenta de lo que estás haciendo. Tienes el
coletazo de un subidón enorme de lágrima. Relájate y respira, Leo.
No hagas nada de lo que te puedas arrepentir luego.
―Estaba conmigo, Matt. No lo
entiendes. Esas gotas funcionaron. Me quedé dormido y allí
apareció. Volvía a estar con Nerea. Pero no era como un sueño,
Matt. Era ella... y era yo. Estaba allí. Era todo tan real y yo era
tan.... tan... La miraba a ella como te estoy mirando a ti ahora,
Matt.
―Baja el arma, Leo.
―Era casi como viajar al
pasado... Tener una segunda oportunidad... Hacer las cosas
diferente...
―Baja la pistola.
Pero lo que hizo Leo fue apuntar
con más ahínco.
―Dame todas las dosis de
lágrima que te queden, Matt..., por favor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario