“The choice was mine, to long for a time that will never come”.
(Finality – Woods of Ypres)
―Estuve con ella, Matt ―Leo
perdió la vista momentáneamente en el infinito, sin dejar de
apuntar con el arma a la cabeza de Matt―. Estuve con Nerea... otra
vez.
―Vaya, eso es... es estupendo, Leo,
pero escúchame bien, por favor ―dijo Matt, con las manos en alto
para calmar a su inestable y armado amigo―. Eso tan solo fue el sueño
de la lágrima, tío. Entiéndelo. Eso que viste no era real.
―No, Matt, no. Lo recuerdo todo
muy bien ―sus ojos se agitaron dentro de sus órbitas mientras
rebuscaban en su dulce recuerdo―. Estábamos acostados... Era por
la mañana y la luz del sol entraba por la ventana de mi dormitorio.
Nerea estaba a mi lado, acostada, de lado y de espaldas a mí.
Dormía. Descansaba y dormía plácidamente a mi lado, Matt. Y yo
estaba allí con ella. Sabía que había vuelto con ella, Matt. ¿Lo
entiendes? Sabía que podía volver a ser todo como era antes.
―Leo, por favor, escúchame
―Matt suspiró profundamente y sopesó si sería buena idea decir
lo que estaba a punto de decir―. Nerea ya no está contigo, Leo. Y
tú lo sabes. Sé que tú lo sabes. Ya la has visto. Ya la has visto,
Leo. Ella ya ha rehecho su vida con otra persona, Leo. Lo que viste
anoche era solo una alucinación, una ensoñación. No era real,
entiéndelo.
―¡Cierra la puta boca! ―Leo
se precipitó sobre Matt y apretó el cañón de la pistola contra la
sien de su amigo―. ¿Esta pistola te parece real? ¿Eh? ¡Dímelo!
Dime si te parece real esta puta pistola.
―S... sí. Es real, Leo. ¡Es
de verdad! ―a Matt no le salían las palabras. Jamás se habría
imaginado ver a su amigo de la infancia dominado, como una marioneta
temblorosa, por la locura y los impulsos más violentos.
―Pues lo que vi también era
real. ¡Lo que siento también es real, joder!
Un fugaz momento de lucidez
provocó que Leo se diese cuenta del terror que estaba palideciendo a
Matt. Este había cerrado los ojos fuertemente y tenía las palmas de
las manos levantadas para suplicar por su vida. Repetía una y otra
vez “no me mates” en voz baja, y Leo se percató de que era él
quien estaba aterrorizando a su amigo. La fuerte
impresión hizo que Leo retrocediera unos pasos y se apretara la sien
con la empuñadura del arma.
―Joder, ¿qué estoy haciendo?
¿Qué te estoy haciendo, Matt?
Matt entreabrió los ojos y vio
que el peligro se alejaba de él. Leo se sentó abatido en el sofá.
Las piernas de Matt flojearon y el muchacho cayó de rodillas.
―Tr... tranquilo, Leo. Esto
pasará. Toda esta mierda pasará y lo volverás a ver todo claro
otra vez. Pero, por favor, primero, guarda esa pistola, ¿de acuerdo?
―¿Por qué me diste las
lágrimas, Matt? ¿Por qué? Yo no te las pedí, tío. Debiste saber
que no me iban a ir bien, Matt. Debiste haberlo sabido. Joder, eres
una jodida rata de laboratorio, tenías que haberlo sabido.
―Yo solo... yo solo quería
echarte una mano, Leo. Quería ayudarte. Vienes aquí todas las
semanas y lo único que oigo salir de tu boca es el nombre de Nerea.
Que si Nerea esto, que si Nerea aquello, que si aquí comí una vez
con ella, que si a ella no le gustaba tal película... Hablas de ella
todo el rato, tío. Y yo solo quise... yo solo quise que la
recuperaras, aunque solo fuese en tus sueños.
―Y fue genial, Matt. Fue
genial, tío. Ella estaba allí, a mi lado. Y yo empecé a
acariciarle el hombro desnudo... muy suavemente.
Leo balanceó delicadamente el
cañón de la pistola en el aire acariciando a una figura invisible.
El corazón de Matt palpitó nervioso y con fuerza.
―Era el sueño de la lágrima,
Leo. Cálmate. Ya pasó.
―Ese es el problema... Que ya
pasó... ―Leo suspiró y miró directamente a Matt―. Por última
vez, Matt, por favor, ¿dónde tienes las demás dosis?
Los ojos de Matt se abrieron de
par en par. No esperaba volver a oír aquella pregunta, pensaba que
el asunto ya había quedado atrás.
―Tío, date cuenta de lo que me
estás pidiendo. Con el subidón que todavía tienes, seguro que otra
dosis te mataría.
Leo levantó el arma y la
amartilló.
―No me hagas preguntártelo
otra vez.
―¿De verdad me dispararías,
Leo? ¿Serías capaz? ¿A mí? Joder, tío, ¿te he intentado ayudar
lo mejor que he podido con el tema de Nerea y ahora quieres matarme?
―No quería que llegáramos a
esto. Tú me lo estás poniendo difícil.
Matt tragó saliva mientras en su
cabeza se agolpaban las ideas para salvar el pellejo.
―Pues mala suerte, Leo. No me
queda ninguna dosis más. No he podido traer ninguna más del
laboratorio.
―Mientes.
―Joder, Leo, basta ya ―Matt
decidió subir el tono de su discurso para desconcertar a Leo. Su
plan era hablarle sin parar para que no se diese cuenta de que se
acercaba lentamente para quitarle el arma―. Escúchame, por favor
―Matt se puso de pie―. Sé que amas a Nerea, eso está claro ―dio
un paso―. Y si tanto la quieres, seguro que quieres que sea feliz,
¿no? Que lleve una buena vida y eso, ¿verdad?―dio otro paso. Leo
lo escuchaba con la mirada perdida y la pistola en alto―. Bueno,
pues si de verdad quieres que Nerea sea feliz, entonces no hay ningún
problema, Leo, ella ahora es feliz. Créeme ―dio el tercer y último
paso. Matt preparó la mano derecha para asestar un manotazo a la
pistola.
―¿Es feliz...? ¿De verdad?
Matt tampoco esperaba aquella
pregunta y retuvo el golpe que iba a dar con la mano. Quizás, al
final, había conseguido tranquilizar a su amigo con sus palabras.
Matt asintió con la cabeza y compartió una mirada compasiva con
su desconcertado amigo Leo.
―¿Es feliz... sin mí? ―volvió
a preguntar Leo, con la voz entrecortada por el llanto.
Matt parpadeó varias veces. Algo
no iba bien. Lanzó la mano todo lo rápido que pudo, pero no llegó
a tiempo de apartar el arma antes de que Leo disparara. La bala
atravesó el pecho de Matt, cuyo cuerpo cayó al suelo como si se
tratase de un árbol talado. Leo se puso en pie, tembloroso por los
efectos de la lágrima y del asesinato que acababa de cometer.
Acababa de matar a su amigo por una dosis más de lágrima, como si se
tratase de un yonqui desesperado cualquiera. Hasta ese extremo había
sido capaz de llegar a consecuencia de su corazón destrozado. Leo
gritó desde lo más profundo de su ser y cayó de rodillas ante la
mancha de sangre que empezaba a empapar la moqueta. Con el dorso de
la mano, se limpió las lágrimas que caían por su rostro. Ahora
solo le quedaba una escapatoria posible, de modo que empezó a
inspeccionar el apartamento de Matt en busca de las lágrimas de
sueño.
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