Contenido
- Boda de ladrones
- Cielo cromado
- Claudio
- Diario
- Dormiré contigo
- Edith
- El fin
- El manantial
- El testamento del dragón
- En busca de
- Flora
- Grietas en el cielo
- Historias con latido
- Historias cortas
- Imágenes con latido
- La mansión
- La nueva vida de Dana
- Lady Noche
- Lágrimas de sueño
- Lana Mandala
- Las cuatro insidiosas
- Latidos de libreta
- Llantos
- Mariposas en las paredes
- No se lo digas a mi hija
- Notas del autor
- Ojos negros colmillos blancos
- Sujeto de prueba 001
- Zona en obras
jueves, 27 de junio de 2013
El manantial (Segunda parte)
“No debería estar aquí. Están demasiado cerca, seguro que me
encuentran. Van a matarme y no voy a poder hacer nada”, pensó
Abbi, después de que el miedo lo hubiese dejado paralizado detrás
de la roca. Esos y otros pensamientos nefastos cruzaron su mente
mientras el convoy pasaba despacio justo por delante de su posición.
Se apretó todo cuanto pudo contra la tierra de detrás de la piedra
que lo ocultaba, como si intentara fundirse con cada grano de arena
que se le pegaba a la ropa sudada. El ruido de los motores se volvió
insoportable para sus oídos y el corazón se le aceleró como si
estuviese escuchando los rugidos de una manada de leones hambrientos
y sanguinarios. Pero a pesar de que aquel sonido resultaba
intimidatorio, el despiadado rugido mecánico fue disminuyendo de
intensidad conforme los vehículos militares frenaban la marcha
gradualmente hasta detenerse ante el cadáver del camello.
jueves, 20 de junio de 2013
El manantial (Primera parte)
El intenso calor resultaba agobiante y hacía creer que incluso el
oxígeno se evaporaba lentamente y desaparecía del aire caldeado.
Abbi respiraba, pero no sentía que llenase sus pulmones de aire.
Para él, tan solo era calor ardiente entrando por su nariz y
resecando su garganta. Entornó los ojos. Los rayos del sol caían
verticales sin que ninguna nube se atreviera a interponerse en su
camino. La tierra suelta de aquella montaña del desierto absorbía
cada grado de temperatura y lo escupía de vuelta al cielo azul,
creando la ilusión de una cortina de calor que derretía eternamente
el lejano horizonte de la cordillera. Abbi enjugó las pocas gotas de
sudor que pudieron escapar por debajo del sucio turbante que lo
protegía del calor. Tomó todo el aire que pudo, y acomodó su
posición una vez más, con extremo cuidado. Llevaba toda la mañana
esperando, y empezaba a dolerle todo el cuerpo. Movió la áspera
lengua dentro de su boca para librase momentáneamente del mal sabor
que tenía desde el amanecer. Ya hacía unos minutos que la saliva se
le había convertido en una pasta blanca y espesa que terminaba de
secarse en las comisuras de sus labios agrietados y despellejados.
Pero Abbi aguantaba con estoicismo todas las incomodidades y seguía
aguardando en su posición, sin apenas moverse. Debía permanecer lo
más quieto posible. No debía levantar ninguna nube de polvo que
delatara su escondite. Pronto llegarían.
jueves, 13 de junio de 2013
Sublime
La penumbra bañaba la habitación, decorada con prendas de ropa por
el suelo. La cortina se mecía suavemente, dejando que la luna
curioseara por la ventana. La brisa de la noche, fresca y húmeda,
erizaba la piel de las dos sombras que se enredaban entre las
sábanas.
Allí, las dos se envolvían entre sí, una sobre otra, en un baile sublime, en
una danza al son de gemidos; cada vez más rápida, cada vez más
fuerte. Pasión y sudor hasta el fin inevitable. Y las dos sombras se
volvieron una sola. Y las dos sombras se dijeron “te quiero” al
oído.
El vientre de Eva
―Disculpen el retraso.
El doctor pasó raudo al lado de
la mesa de roble de su despacho. La bata blanca se mecía a su
espalda tratando de seguir el ritmo de sus pasos apresurados. Se
sentó en su elegante silla de cuero negro sin apartar la vista de la
tableta digital que llevaba en las manos. Un par de toques con el
dedo índice y apartó el aparato a un lado de la mesa. Luego, cruzó
las manos y miró directamente a la pareja que estaba sentada delante
de él.
jueves, 6 de junio de 2013
Hijo
Mi corazón bombea sangre por todo mi cuerpo. Sangre roja y
contundente que no me pertenece, sino que es la mezcla de
generaciones que se pierden en las brumas del tiempo pasado. Siento cómo
fluye por mí: sangre, tiempo, fuerza..., las experiencias de
parientes perdidos, las vivencias de personas que nunca llegué a
conocer, las vidas de antepasados que vivieron, amaron, lucharon y
desaparecieron. Son parte de mí, soy su producto, soy el último
eslabón de una cadena anclada en muchas paredes.
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