Ella se llama Diana, y Diana
nunca se rinde.
Contenido
- Boda de ladrones
- Cielo cromado
- Claudio
- Diario
- Dormiré contigo
- Edith
- El fin
- El manantial
- El testamento del dragón
- En busca de
- Flora
- Grietas en el cielo
- Historias con latido
- Historias cortas
- Imágenes con latido
- La mansión
- La nueva vida de Dana
- Lady Noche
- Lágrimas de sueño
- Lana Mandala
- Las cuatro insidiosas
- Latidos de libreta
- Llantos
- Mariposas en las paredes
- No se lo digas a mi hija
- Notas del autor
- Ojos negros colmillos blancos
- Sujeto de prueba 001
- Zona en obras
jueves, 26 de mayo de 2016
jueves, 19 de mayo de 2016
Pasión inventada
Se puso las gafas y empezó a
leer el texto en voz alta:
“Y cuando llegue la noche,
existiré únicamente para ti. Solo soy un alma enamorada y
encandilada por la luz inagotable de tu figura, de la cual sigo lejos
de ser digno. Envueltos los dos en las sombras y en las sábanas, te
susurraré, muy bajo, mi amor al oído. Encima de ti, compartimos los
dos el mismo calor que sonroja nuestras caras. Dejaré que se
deslicen mis sentimientos de ternura, desde tus oídos hasta tu
mente, por medio de palabras temblorosas que apenas pueden escucharse
por encima de nuestras respiraciones aceleradas y cálidas. Suave,
muy suave, mordisquearé los delicados y tersos lóbulos de tus
orejas para luego desatar con mis labios un baile de caricias y piel
de gallina que bajará por tu cuello despacio y sin prisas,
recreándose en cada poro de tu piel para hacerlo rebosar de placer y
escalofríos. Peregrinaré con besos por encima de tus sonrosadas
mejillas y alcanzaré mi destino cuando mis labios presionen los
tuyos como si trataran de devorarlos con un apetito insaciable. Me
comeré tus palabras y me tragaré tus sollozos, mientras no paro de
recordarte en cada segundo lo increíblemente hermosa que eres,
recorriendo con las puntas de mis dedos las subidas y bajadas de las
deliciosas curvas de tu cintura desnuda.
jueves, 12 de mayo de 2016
Llanto final: La Montaña de las Lágrimas
“Ya hemos llegado”. Zimmer
todavía recuperaba el aliento después de haber subido por la
pedregosa y empinada pendiente del monte. Colocó los brazos en jarra
y echó la vista atrás. Gerard todavía estaba subiendo a duras
penas por la loma, siguiendo las pisadas que su amigo había dejado
tras de sí. Tras unos inesperados resbalones sobre la tierra suelta,
Gerard alzó la mano y Zimmer lo ayudó a llegar hasta él. Exhausto
por el esfuerzo y la falta de costumbre, Gerard notaba los muslos
cargados y los gemelos ardiendo. Jadeante y con la boca seca, se
apoyó sobre las rodillas para apaciguar los acelerados latidos de su
corazón fatigado. “Es una auténtica maravilla”, pronunció
Zimmer, que parecía inmune al cansancio y cuya mirada destellaba a
causa del festín de belleza paisajística de la que gozaba desde
aquel punto alto. Gerard levantó la vista del suelo para beber un
poco de su cantimplora, pero el agua apenas llegó a rozar sus
labios. De súbito también se había quedado prendado por la asombrosa
vista que se encontró delante.
jueves, 5 de mayo de 2016
Llanto noveno: Sangre
―¿De verdad estás rompiendo
conmigo por teléfono? ―preguntó Sandra, claramente molesta, yendo
nerviosa de un lado para otro en el cuarto de baño.
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