Era lo único que recordaba: el número 490.
Contenido
- Boda de ladrones
- Cielo cromado
- Claudio
- Diario
- Dormiré contigo
- Edith
- El fin
- El manantial
- El testamento del dragón
- En busca de
- Flora
- Grietas en el cielo
- Historias con latido
- Historias cortas
- Imágenes con latido
- La mansión
- La nueva vida de Dana
- Lady Noche
- Lágrimas de sueño
- Lana Mandala
- Las cuatro insidiosas
- Latidos de libreta
- Llantos
- Mariposas en las paredes
- No se lo digas a mi hija
- Notas del autor
- Ojos negros colmillos blancos
- Sujeto de prueba 001
- Zona en obras
jueves, 28 de mayo de 2015
jueves, 21 de mayo de 2015
Monster Van
Felipe era un hombre tranquilo. A
sus cuarenta y cinco años de edad, por fin gozaba de cierta
estabilidad laboral. “Ya tocaba”, pensaba él, tras recordar cómo
había estado dando tumbos de un trabajo miserable a otro durante
toda su vida. Ahora, ya llevaba más de cinco años de encargado de
limpieza en la cadena de tiendas de moda “Valentina”, y Felipe
era feliz. No ganaba mucho, pero tampoco necesitaba mucho. Lo
suficiente para pagar el alquiler de su piso medio vacío, y para
mantener a su raquítico, desconsiderado y altivo gato pardo. Casi
sin percatarse de ello, su vida se fue acomodando en una rutina que,
lentamente, lo hizo olvidar esa desazón fruto del desconcierto de la
vida.
Sin embargo, aquella mañana de
martes algo descuadró su agenda: no encontraba la raqueta del
limpiacristales, de modo que se dirigió al bazar chino más cercano
y compró un juego completo de limpacristales para salir del paso
aquel día. Mientras se dirigía de vuelta a la tienda con la bolsa
de la compra realizada, alguien lo llamó desde un callejón:
―¡Hey, amigo! ―lo llamó un
hombre desde el final de aquella callejuela―. ¿Quieres ver un
monstruo de verdad?
jueves, 14 de mayo de 2015
Dolor
―Dale con el martillo ―le
dijo Martin a su novia Bernadette, con una sonrisa de complicidad―.
Tranquila, ten en cuenta que no está vivo ―le recordó al ver la
cara de susto de ella sosteniendo el martillo en alto.
jueves, 7 de mayo de 2015
Primeras palabras
Como todas las mañanas, Dave se
levantó como un resorte de la cama. Apresuradamente, y en silencio
absoluto, metió los pies en las pantuflas de dinosaurio y comenzó a
correr hacia el baño. Su frenética carrera de pasos estrepitosos
era amortiguada por la mullida moqueta del pasillo, y sus zancadas
retumbaron por toda la casa como aviso a sus padres de que el pequeño
Dave ya estaba despierto. A continuación, el desconsiderado portazo
los avisó también de que ya se estaba preparando para ir al
colegio.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)