jueves, 21 de agosto de 2014

Coma

Esta mañana he recorrido a pie los diez kilómetros que hay hasta ciudad Neuk. Allí, la situación parece ser la misma: no queda absolutamente nadie. La calles están tan desiertas como las de aquí, y no hay ni rastro de nadie por ningún sitio. ¿Adónde rayos ha ido todo el mundo?

Todavía me acuerdo de cómo era esa ciudad antes. Recuerdo cómo se atascaba el tráfico al mediodía y lo difícil que era siempre caminar por las aceras por la cantidad de gente que iba y venía de un lado para otro. Había personas que salían de los comercios cargadas de bolsas, empresarios atareados que caminaban sin apartarse el móvil del oído, y grupos de niños que correteaban sin que les preocupara tropezarse con cualquiera. La ciudad estaba viva. Ahora, es todo tan diferente. Todo tan... irreal. En ciudad Neuk tan solo quedan edificios vacíos y calles completamente deshabitadas. No da la sensación de ser una ciudad de verdad. Parece un cascarón, un escenario, una fachada hueca. Ni siquiera queda ningún vehículo en las calles, ni comida en los supermercados. Todo está pulcramente vacío, como si la ciudad fuese nueva y sin estrenar.

Sinceramente, hay detalles que me sorprenden tanto como me extrañan. Entré en un bloque de oficinas, ¡y no había ni un triste papel encima de ninguna mesa! Sin embargo, allí también había electricidad. Los teléfonos tenían línea, pero claro... Llame a quien llame, nadie contesta. Los ordenadores funcionaban y estaban conectados a la red, pero las noticias seguían siendo exactamente las mismas de hacía ocho días. El tiempo seguía tan parado en la ciudad como aquí en casa. Nada diferente a aquí, y todo tan vacío como aquí... Todo tan inútil como aquí... Intenté en vano llamar a voz en grito en medio de la calle, esperando la respuesta de alguien, pero no obtuve nada a cambio de mi desesperación, solamente la reverberación de mi eco sobre las paredes de hormigón y cristal. Estaba solo, igual que antes. Igual que ahora. No sé qué le ha pasado a todo el mundo.

Sobra mencionar que no encontré provisiones por ninguna parte. Aunque sigo sin tener hambre. No sé qué me pasa. Desde que desapareció todo el mundo no he podido probar bocado. Y lo más curioso es que no he llegado a sentir hambre, ni tampoco me encuentro más débil. Todo esto es muy extraño.

Mañana volveré a la ciudad, me gustaría recorrer la zona de los alrededores del puerto. Allí hay una zona militar, y quizás allí pueda encontrar algo útil, o a alguien que esté como yo.

Bueno, ya es tarde, y me gustaría descansar antes de salir temprano mañana. Intentaré dormir un poco, aunque tampoco he podido conciliar el sueño desde hace ocho días. En fin..., no puedo dormir, no puedo comer y estoy solo. Me pregunto cuánto tiempo más duraré cuerdo en estas condiciones.

Sin duda, si todo esto no es más que una pesadilla, está durando más de lo que debería”.

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