Contenido
- Boda de ladrones
- Cielo cromado
- Claudio
- Diario
- Dormiré contigo
- Edith
- El fin
- El manantial
- El testamento del dragón
- En busca de
- Flora
- Grietas en el cielo
- Historias con latido
- Historias cortas
- Imágenes con latido
- La mansión
- La nueva vida de Dana
- Lady Noche
- Lágrimas de sueño
- Lana Mandala
- Las cuatro insidiosas
- Latidos de libreta
- Llantos
- Mariposas en las paredes
- No se lo digas a mi hija
- Notas del autor
- Ojos negros colmillos blancos
- Sujeto de prueba 001
- Zona en obras
jueves, 28 de agosto de 2014
Otra eternidad por delante
―Realmente; dime, Cornelio;
¿crees que nuestra existencia se merece tanto sufrimiento? ¿Tanta...
pérdida? ―preguntó lord Adelpho, sentado al borde de la cama, con
un tono de clara consternación quebrando cada una de sus palabras.
Cornelio, su criado, escuchó la
pregunta con gesto calmado y sin alterar ni un milímetro su erguida
postura servicial. Estaba de pie, justo delante de la puerta cerrada
del dormitorio. Su aspecto formal y pulcro contrastaba claramente con
la mancha de sangre aún caliente que le goteaba por la barbilla.
jueves, 21 de agosto de 2014
Coma
“Esta mañana he recorrido a
pie los diez kilómetros que hay hasta ciudad Neuk. Allí, la
situación parece ser la misma: no queda absolutamente nadie. La
calles están tan desiertas como las de aquí, y no hay ni rastro de
nadie por ningún sitio. ¿Adónde rayos ha ido todo el mundo?
jueves, 14 de agosto de 2014
Unidad defectuosa
―Vale, ¿me oyes, Atsu? Ya he
llegado a la casa. He podido entrar, la puerta estaba... Joder,
Atsu... Hay... Aquí hay sangre por todas partes.
jueves, 7 de agosto de 2014
Encuentro bajo el agua
Bajo el agua del lago, todo
estaba tranquilo y en paz. Tenía la sensación de estar inmerso en
un mundo paralelo y ajeno, al que apenas llegaba el alboroto de la
batalla que se libraba en la superficie. Miró hacia arriba, más
allá de las ondulaciones del agua. Los cuerpos escaldados caían por
la borda de las barcas unos tras otros, con cada pasada de la sombra
negra del dragón alado distorsionada por las aguas agitadas. Las
bajas del combate empezaban a hundirse muy por encima de él, como
una lluvia submarina de muerte y de pérdida. Entre los cadáveres
que caían lentamente a su alrededor, encontró el suyo propio, con
la piel derretida y el gesto marcado por una mueca de dolor. Al
principio, no le resultó extraño: estaba observando cómo la
gravedad tiraba de su propio cuerpo inerte arrastrándolo hasta su
tumba de limo sumergido. Sin embargo, pronto se percató de lo
antinatural que resultaba observarlo desde fuera.
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