Contenido
- Boda de ladrones
- Cielo cromado
- Claudio
- Diario
- Dormiré contigo
- Edith
- El fin
- El manantial
- El testamento del dragón
- En busca de
- Flora
- Grietas en el cielo
- Historias con latido
- Historias cortas
- Imágenes con latido
- La mansión
- La nueva vida de Dana
- Lady Noche
- Lágrimas de sueño
- Lana Mandala
- Las cuatro insidiosas
- Latidos de libreta
- Llantos
- Mariposas en las paredes
- No se lo digas a mi hija
- Notas del autor
- Ojos negros colmillos blancos
- Sujeto de prueba 001
- Zona en obras
jueves, 26 de junio de 2014
Pizquito
―Allí parece un buen sitio
―sugirió a su abuelo la joven y extenuada Kiah, señalando con la
barbilla hacia una oquedad que formaban las rocas bajo una loma del
pinar―. Podemos escondernos allí y pasar la noche... Incluso
podríamos ocultarnos con algunas ramas. Creo... creo que podría
funcionar.
jueves, 19 de junio de 2014
El monstruo está en el sótano
Su zarpa parecía estar hecha de
la misma madera que la puerta; seca, agrietada y llena de nudos. Era
una extremidad inhumana y a todas luces imposible, pero tan real como
el hambre despiadada que atravesaba el vientre tembloroso de la
criatura. Sus gruesos dedos, recubiertos de musgo, se movieron con
lentitud, crujiendo cada vez que uno de ellos se flexionaba para
arañar el barniz. “¡Maaaaa!”, gruñó, como si vomitara la
única palabra que había logrado dominar en toda su milenaria
existencia. “¡Maaaaaaaa!”, llamó de nuevo, en un bramido
profundo, pero débil a causa del hambre que empezaba a nublar el
juicio de la bestia.
jueves, 12 de junio de 2014
Querida Nozomi
“Hoy he visto el primer
cadáver, Nozomi. No estoy muy seguro de por qué te estoy contando
esto a ti. No debería hacerlo. Se supone que debería escribirte
sobre lo mucho que te echo de menos y que estoy deseando volver a tu
lado, cosas que son tan ciertas como que ahora está atardeciendo y
que lo único que me da calor en esta estrecha y húmeda trinchera es
mirar tu foto de vez en cuando, mientras escribo esta carta. Espero
que puedas perdonar que te haga partícipe de este horror por el que
me ha tocado transitar, pero el terrible recuerdo de ese cuerpo
acribillado y tirado sobre el alambre me está atormentando, y en
este lugar no hay nadie dispuesto a escuchar mi pesar. Todo el mundo
a mi alrededor actúa como si no pasara nada. Los demás de la
compañía ya llevan tiempo en el frente y parecen estar
insensibilizados a toda la tragedia que se despliega a nuestro
alrededor. Para ellos, aquel solamente era un cuerpo más abatido en
el campo. Pero, para mí, era el primero.
jueves, 5 de junio de 2014
No se lo digas a mi hija (Tercera parte de tres)
Sus ojos verdosos de pupila
vertical no eran humanos y ni siquiera daban la sensación de poder
albergar emoción alguna. Sin embargo, en aquel momento, el monstruo
estaba llorando en la orilla del lago subterráneo. Y sus lágrimas
caían para perderse en la bruma que ocultaba las zarpas de sus patas
traseras. Balanceó su pesada cabeza y la papada se agitó,
salpicando por todas partes las babas acumuladas entre los pliegues
de su dura piel. Ronroneó con debilidad y volvió a agachar la
cabeza.
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