jueves, 20 de marzo de 2014

Tarot (Cielo cromado: 8)

Aquella tía no nos quita ojo de encima ―comentó Vince, entre sorbo y sorbo de su cubata.



Sin dejar de apoyar los codos sobre la barra, Joel miró sin ganas hacia el lado indicado. Vio a un corro de chicas muy arregladas que conversaban entre risitas despreocupadas. A Joel no le pareció que ninguna mostrase el más mínimo interés en ninguno de ellos. Aun así, le siguió la corriente a su amigo.


A lo mejor te miran a ti. Esta noche estás arrebatador ―bromeó Joel.



Déjate de paridas. Ahora justo cuando has mirado, ella no miró. Pero es aquella, la rubia del vestido escotado.



Joel volvió a mirar y, esta vez, localizó a la chica en cuestión, totalmente ajena a la existencia de Joel y de Vince.



Vince, sinceramente macho, no creo que una chica como esa se fije en tíos como nosotros.



Pues te digo que ya ha mirado en esta dirección al menos siete veces.



Tío, estamos sentados a la barra. Todo el mundo mira hacia aquí, Vince. No es que nosotros atraigamos las miradas de todo el mundo.



Con esa actitud, no me extraña que no se te acerque ninguna, colega ―Vince volvió a humedecer los labios con su bebida, esperando la reacción de su amigo Joel al osado comentario que acababa de decir.



Yo al menos soy realista. No voy por ahí creyéndome una gilipollez de teoría que anda por la red.



Tú di lo que quieras, pero lo que dicen es verdad. Incluso hay hasta vídeos.



Ya... ¿Y cómo sabes que no son montajes?



Te digo yo que sí. Tengo colegas que me han dicho que es verdad, Joel. Te lo prometo. Desde que apareció esa nave, las tías andan como locas. Es como si pensasen que el mundo se fuese a acabar o algo así, y de repente todas andan como locas y están mucho más salidas que antes.



Tío, ¿pero cómo te puedes creer eso? Es una gilipollez, te lo digo yo.



Vale... Si es una gilipollez, ¿qué haces tú aquí entonces? Si no recuerdo mal, tú detestas salir por la noche de copas. Y no pusiste muchas pegas para venir...



Joel bebió un poco de su refresco, mientras pensó rápidamente una respuesta satisfactoria.



Mejor estar aquí hablando contigo, que en casa viendo el tarot.



Ya, seguro. Seguro que estás aquí por eso y no porque querías comprobar esos rumores...



Pero, Vince, escúchate. ¿Desde cuándo los rumores de internet son fiables? Lo más probable es que sea una soberana estupidez que se inventó un niñato aburrido para reírse de la gente crédula como tú. ¿Cómo va esa cosa del cielo a afectar solo a las mujeres?



Te digo yo que sí, joder. Tú eres el que no escucha, tío. ¿No afecta la luna también a los ciclos esos de las tías o qué? Y la luna está más lejos todavía que esa nave de ahí arriba.



Tío, empiezo a pensar que no solo eres algo cortito.



De acuerdo, señor sensato. Tú quédate aquí, con tu celibato, vigilando la barra para que no se la lleve nadie. Yo voy a ir a hablar con esa rubia.



Ándate con ojo, no se te vaya a abalanzar encima y tenga que ir a separaros ―ironizó Joel, pero su amigo no lo pudo escuchar. Ya se estaba alejando entre el gentío, y la música estaba demasiado alta.



Joel negó para sí mismo, asombrado de lo maleable que resultaba ser la actitud de su amigo. Bastaba un rumor infundado para que, de repente, se sintiese todo un donjuán. Aun así, en el fondo, envidió su arrojo para poder acercarse y hablar con una chica guapa desconocida. Joel apretó los labios y miró alrededor.



Había muchas chicas hermosas, pero ninguna era la que él había amado una vez, la que todavía amaba en secreto. La misma chica que recordaba todas las madrugadas, en la oscuridad silenciosa de su dormitorio, y no lo dejaba dormir. Todas las noches revivía su memoria en un momento íntimo, doloroso y diario, que ocultaba del conocimiento de los demás bromeando e inventándose la historia de que siempre dormía tan mal, porque a esas horas veía los adivinos del tarot por la tele.



En la discoteca, Joel se sintió rodeado y empequeñecido hasta la micra. La mayor parte de clientes del local bailaban sin complejos, algunos otros intentaban hablar gritando al oído del de al lado y otros pocos sostenían su bebida mientras seguían el ritmo de la música con movimientos de cabeza.



¿Qué rayos hago yo aquí?”, pensó. De pronto, echó de menos el “tarot”. “Aquí no voy a encontrar a quien quiero”, reconoció Joel. Se dio media vuelta y buscó a Vince con la mirada. Entre la multitud danzante, lo encontró hablando con la chica rubia. Sorprendentemente, la chica parecía divertirse con las tonterías que seguramente estaba soltando su amigo. Joel prefirió no interrumpir. Sacó el móvil del bolsillo y escribió un mensaje a Vince.



Me aburro. Me voy a casa. Suerte con tu nueva amiga. Ya hablamos”.



Al salir, el fresco aire de la madrugada le acarició el rostro. Atrás, había dejado el alboroto de la gente y de la música, que ahora resonaba como un murmullo silenciado y lejano. Metió las manos en los bolsillos y empezó a caminar de vuelta a casa. Su cabeza aturullada por el jaleo agradeció escuchar solamente el eco de sus pasos retumbando en la calle vacía. El reloj del campanario dio las tres de la madrugada y la noche estaba tranquila y serena. Tan solo encontró gatos tomando su tentempié nocturno en los cubos de basura de los callejones.



Miró arriba y encontró la silueta del objeto flotante, resaltada contra el brillo de la luna llena que debía de estar brillando mucho más arriba. Sonrió al recordar la descabellada teoría de internet que se había tragado Vince. Sin embargo, aquella tontería le había servido a Vince para atreverse y hablar con aquella chica atractiva. “Ojalá le vaya bien y no diga ninguna barbaridad”.



Joel nunca había conocido ninguna novia seria de Vince, y deseó que le fuese bien aquella noche para que surgiera algo estable, que lo hiciese feliz y lo alejara de rumores estúpidos que le comían la cabeza. Justo entonces, Joel recordó a su amada perdida y volvió a mirar hacia arriba. “Quizás la mía haya tenido que venir desde el espacio y esté ahí dentro”, bromeó para sí mismo.



Joel continuó caminando de camino a casa. Seguramente, vería algo del tarot antes de poder quedarse dormido.



*Cuenta atrás: Tres

No hay comentarios:

Publicar un comentario