jueves, 19 de diciembre de 2013

Zona en obras (Quinta parte)

¿¡...Que van a matar a mi hermanita!? ―preguntó Claude, con la más agria de las angustias recorriendo el gesto de su rostro. Cuando formuló la pregunta, se señaló el pecho repetidas veces, para dejar claro que aquella persona mencionada era muy querida para él.


Elémiah asintió en silencio, mostrando una evidente preocupación con el ceño fruncido sobre sus claros y relucientes ojos azules. El ser divino no dejaba ni un instante de estirar y encoger despacio el ala dañada con el fin de valorar el daño recibido en la caída. El amargo dolor que irradió desde la herida sangrante se manifestó en la repentina mueca de su rostro.



¿...Y dices que otro ángel va a matarla?



El ángel volvió a asentir y dejó de mover el ala. El profundo corte se encontraba cerca del álula, y el lacerante dolor se intensificaba con cada intento de plegarla y estirarla. Emprender el vuelo resultaría imposible en aquel estado.



¿¡Y qué clase de ángel va por ahí matando gente!? ―replicó Claude, enfadado. Por su tono airado, daba la impresión de haber olvidado el respeto que se debía mostrar ante una criatura divina como aquella.



Tranquilízate, Claude Robbinson ―Elémiah se aproximó al vigilante consternado y colocó suavemente el brazo sobre sus hombros. Su aroma a canela era dulce y embriagador, y la esencia penetró lentamente en la nariz de Claude hasta que alcanzó los pulmones. Cuando la sangre aromatizada alcanzó su cerebro, hizo que afloraran pensamientos relajantes que le permitieron tomar las riendas de su creciente ansiedad y escuchar con atención a Elémiah―. Te puedo brindar todas las respuestas que ansíes, Claude Robbinson. Pero mejor será que nos pongamos en marcha. Tu hermana corre peligro y, aunque percibo la sangre de ella a cierta distancia de este lugar, lo cierto es que en mi actual estado me veo incapaz de alcanzarla a tiempo. Por eso necesito tu ayuda, Claude Robbinson. Necesito que me lleves hasta ella si dispones de algún medio de transporte rápido. De lo contrario, iré corriendo si no hay otro remedio.



Claude suspiró y se colmó del embriagador olor para dejar en segundo término la urgencia de la situación y poder así tomar la mejor decisión posible.



Te podría llevar en coche hasta ella, pero... ―la cara de enfadado de su compañero vigilante David apareció en su cabeza como un fogonazo. Claude se llevó las manos al rostro y se apartó de Elémiah―. Espera. Espera. Espera un momento. Todo esto es demasiado... increíble. Está siendo todo muy raro y todo está pasando demasiado... ¡Todo está pasando muy deprisa!



Te ruego que reacciones con premura, Claude Robbinson. Vence a tus desconfianzas y ayúdame a salvar a tu hermana. De ti depende su supervivencia esta noche. Tienes que decidirte deprisa o no llegaremos a tiempo. Percibo que el otro ángel ya está con ella.



Pero, ¿cómo voy a estar seguro de... ¿Cómo voy a saber que todo esto es real y que no es un sueño o algo así? Antes, mi compañero ni siquiera fue capaz de verte. ¡Y estaba a dos pasos de ti! Y en la cámara del móvil no aparecías en la pantalla ―Claude se llevó el índice a la barbilla y recordó que había dejado caer el teléfono cerca del muro desplomado. Pensativo, volvió la mirada para divisar el lugar.



Satisfaré tu curiosidad, Claude, si eso te ayuda a hacer frente a esta difícil situación. Ni tu compañero ni tu cámara pudieron captarme, porque nadie más puede verme. Ni a mí, ni al otro. Tan solo nos podéis ver tú y tu hermana Kara, pues compartís una sangre similar. Para el resto de la humanidad, somos invisibles.



A pesar de las explicaciones de Elémiah, Claude no estaba prestando la más mínima atención. Seguía mirando hacia donde debía de encontrarse su móvil en la planta baja del edificio.



...Podría darle un toque a ver si está bien... ―comentó Claude, de pronto. Elémiah arqueó la ceja al sentirse ignorado por un mortal. El vigilante buceaba en su mundo interior con la mirada perdida―. No te vayas de aquí, ¿de acuerdo? Voy a coger mi teléfono y llamaré a mi hermana para ver si está bien. Así yo sabré si todo esto es... En fin... Tú, quédate aquí.



Veo lo poco que te importa tu hermana, ya que das prioridad a una llamada telefónica antes que a acudir en su auxilio.



Pero Claude ya había salido corriendo en busca de su teléfono. Subió los escalones de tres en tres y se tiró sobre el suelo cubierto de piedrecitas para recoger el móvil y buscar rápidamente el número de Kara. Lo encontró a los pocos segundos. Las prisas y los nervios hicieron que sus dedos temblorosos se equivocara y llamara sin querer a Karen, una amiga del instituto con la que apenas tenía contacto. Cuando la chica contestó, Claude escuchó su voz y se dio cuenta de su error. Colgó, se puso de pie y volvió a intentarlo. Desde donde estaba, echó un vistazo fuera y vio que el ángel había empezado a caminar en dirección a la valla. Claude salió disparado y bajó los escalones de cinco en cinco. Cuando puso el pie en tierra, no tuvo tiempo de preguntarse cómo había conseguido mantener el equilibrio en la trepidante bajada. Mientras tanto, la llamada ya daba señal en su oído.



¿Adónde vas? ―le preguntó a voz en grito, sin apartarse el móvil de la oreja.



Careces de decisión, Claude Robbinson. Y el tiempo no espera a nadie, ni siquiera a los ángeles. Debo llegar hasta donde está Kara y salvarla del otro, con o sin tu ayuda.



El buzón de voz saltó. Su hermana no había descolgado. Algo no iba bien. Sin embargo, Claude aún necesitaba una prueba más para cerciorarse de que Elémiah era real.



¡Elémiah! ―llamó en voz alta Claude. Cuando el ángel se dio media vuelta, le tiró el teléfono a la cara. El ángel lo cogió en el aire antes de que le golpeara.



¿Qué haces, Claude? ¿Tu hermana está en peligro y no solo no me ayudas sino que me ralentizas con estúpidos jueguecitos?



Claude se acercó a la carrera hasta el ángel. Esta vez, ni siquiera su aroma a canela consiguió tranquilizarlo.



¡Te creo! ¡Te creo! Eres real, y... mi hermana... ¡Oh, por el Alto! ¡Todo esto entonces es real!



¡Kara nos necesita ya, Claude!



No estoy seguro de dónde está... Dijo que iba a quedar con el novio, pero no sé...



Está en aquella dirección ―Elémiah señaló con seguridad en dirección este―. Percibo su sangre por allí ―Claude supo al instante que el ángel indicaba hacia el barrio donde se encontraba el piso de Kara, más allá de las casi veinte manzanas que los separaban.



De acuerdo, creo que sé dónde está. Te llevaré en mi coche, aunque no sé si cabrás dentro con esas alas.



Despreocúpate, Claude. Me agarraré al techo de tu vehículo si hace falta, pero llévame allí. ¡Deprisa!



Elémiah, por favor. Dime una sola cosa más antes, por favor. Dime por qué a mi hermana. ¿Qué tiene de especial mi hermanita para que un ángel quiera matarla?



Elémiah agarró a Claude por el hombro y clavó su mirada azul en la de él.



No todos los ángeles pensamos igual, Claude ―empezó a explicar―. Algunos piensan que todo podría ser diferente, que el Orden podría ser mejor si los ángeles tuvieran el control absoluto. Por ello, algunos se han rebelado en silencio y a escondidas. Pero, aunque están decididos a cambiar los cimientos universales, carecen de un líder, de un comandante en jefe que guíe su rebelión hasta la victoria.



Pero, ¿qué tiene que ver eso con Kara?



Tu hermana es mujer mortal y pura. Kara Robbinson ha sido elegida por los rebeldes para engendrar al futuro ángel que liderará la rebelión contra el Orden. Yo, Elémiah, brazo ejecutor del Orden, vengo a impedirlo.

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