―¿¡...Que van a matar a mi
hermanita!? ―preguntó Claude, con la más agria de las angustias
recorriendo el gesto de su rostro. Cuando formuló la pregunta, se
señaló el pecho repetidas veces, para dejar claro que aquella
persona mencionada era muy querida para él.
Elémiah asintió en silencio,
mostrando una evidente preocupación con el ceño fruncido sobre sus
claros y relucientes ojos azules. El ser divino no dejaba ni un
instante de estirar y encoger despacio el ala dañada con el fin de
valorar el daño recibido en la caída. El amargo dolor que irradió
desde la herida sangrante se manifestó en la repentina mueca de su
rostro.
―¿...Y dices que otro ángel
va a matarla?
El ángel volvió a asentir y
dejó de mover el ala. El profundo corte se encontraba cerca del
álula, y el lacerante dolor se intensificaba con cada intento de
plegarla y estirarla. Emprender el vuelo resultaría imposible en
aquel estado.
―¿¡Y qué clase de ángel va
por ahí matando gente!? ―replicó Claude, enfadado. Por su tono
airado, daba la impresión de haber olvidado el respeto que se debía
mostrar ante una criatura divina como aquella.
―Tranquilízate, Claude
Robbinson ―Elémiah se aproximó al vigilante consternado y colocó
suavemente el brazo sobre sus hombros. Su aroma a canela era dulce y
embriagador, y la esencia penetró lentamente en la nariz de Claude
hasta que alcanzó los pulmones. Cuando la sangre aromatizada alcanzó
su cerebro, hizo que afloraran pensamientos relajantes que le
permitieron tomar las riendas de su creciente ansiedad y escuchar con
atención a Elémiah―. Te puedo brindar todas las respuestas que
ansíes, Claude Robbinson. Pero mejor será que nos pongamos en
marcha. Tu hermana corre peligro y, aunque percibo la sangre de ella
a cierta distancia de este lugar, lo cierto es que en mi actual
estado me veo incapaz de alcanzarla a tiempo. Por eso necesito tu
ayuda, Claude Robbinson. Necesito que me lleves hasta ella si
dispones de algún medio de transporte rápido. De lo contrario, iré
corriendo si no hay otro remedio.
Claude suspiró y se colmó del
embriagador olor para dejar en segundo término la urgencia de la
situación y poder así tomar la mejor decisión posible.
―Te podría llevar en coche
hasta ella, pero... ―la cara de enfadado de su compañero vigilante
David apareció en su cabeza como un fogonazo. Claude se llevó las
manos al rostro y se apartó de Elémiah―. Espera. Espera. Espera
un momento. Todo esto es demasiado... increíble. Está siendo todo
muy raro y todo está pasando demasiado... ¡Todo está pasando muy
deprisa!
―Te ruego que reacciones con
premura, Claude Robbinson. Vence a tus desconfianzas y ayúdame a
salvar a tu hermana. De ti depende su supervivencia esta noche.
Tienes que decidirte deprisa o no llegaremos a tiempo. Percibo que el
otro ángel ya está con ella.
―Pero, ¿cómo voy a estar
seguro de... ¿Cómo voy a saber que todo esto es real y que no es un
sueño o algo así? Antes, mi compañero ni siquiera fue capaz de
verte. ¡Y estaba a dos pasos de ti! Y en la cámara del móvil no
aparecías en la pantalla ―Claude se llevó el índice a la
barbilla y recordó que había dejado caer el teléfono cerca del
muro desplomado. Pensativo, volvió la mirada para divisar el lugar.
―Satisfaré tu curiosidad,
Claude, si eso te ayuda a hacer frente a esta difícil situación. Ni
tu compañero ni tu cámara pudieron captarme, porque nadie más
puede verme. Ni a mí, ni al otro. Tan solo nos podéis ver tú y tu
hermana Kara, pues compartís una sangre similar. Para el resto de la
humanidad, somos invisibles.
A pesar de las explicaciones de
Elémiah, Claude no estaba prestando la más mínima atención.
Seguía mirando hacia donde debía de encontrarse su móvil en la
planta baja del edificio.
―...Podría darle un toque a
ver si está bien... ―comentó Claude, de pronto. Elémiah arqueó
la ceja al sentirse ignorado por un mortal. El vigilante buceaba en
su mundo interior con la mirada perdida―. No te vayas de aquí, ¿de
acuerdo? Voy a coger mi teléfono y llamaré a mi hermana para ver si
está bien. Así yo sabré si todo esto es... En fin... Tú, quédate
aquí.
―Veo lo poco que te importa tu
hermana, ya que das prioridad a una llamada telefónica antes que a
acudir en su auxilio.
Pero Claude ya había salido
corriendo en busca de su teléfono. Subió los escalones de tres en
tres y se tiró sobre el suelo cubierto de piedrecitas para recoger
el móvil y buscar rápidamente el número de Kara. Lo encontró a
los pocos segundos. Las prisas y los nervios hicieron que sus dedos
temblorosos se equivocara y llamara sin querer a Karen, una amiga del
instituto con la que apenas tenía contacto. Cuando la chica
contestó, Claude escuchó su voz y se dio cuenta de su error. Colgó,
se puso de pie y volvió a intentarlo. Desde donde estaba, echó un
vistazo fuera y vio que el ángel había empezado a caminar en
dirección a la valla. Claude salió disparado y bajó los escalones
de cinco en cinco. Cuando puso el pie en tierra, no tuvo tiempo de
preguntarse cómo había conseguido mantener el equilibrio en la
trepidante bajada. Mientras tanto, la llamada ya daba señal en su
oído.
―¿Adónde vas? ―le preguntó
a voz en grito, sin apartarse el móvil de la oreja.
―Careces de decisión, Claude
Robbinson. Y el tiempo no espera a nadie, ni siquiera a los ángeles.
Debo llegar hasta donde está Kara y salvarla del otro, con o sin tu
ayuda.
El buzón de voz saltó. Su
hermana no había descolgado. Algo no iba bien. Sin embargo, Claude
aún necesitaba una prueba más para cerciorarse de que Elémiah era
real.
―¡Elémiah! ―llamó en voz
alta Claude. Cuando el ángel se dio media vuelta, le tiró el
teléfono a la cara. El ángel lo cogió en el aire antes de que le
golpeara.
―¿Qué haces, Claude? ¿Tu
hermana está en peligro y no solo no me ayudas sino que me
ralentizas con estúpidos jueguecitos?
Claude se acercó a la carrera
hasta el ángel. Esta vez, ni siquiera su aroma a canela consiguió
tranquilizarlo.
―¡Te creo! ¡Te creo! Eres
real, y... mi hermana... ¡Oh, por el Alto! ¡Todo esto entonces es
real!
―¡Kara nos necesita ya,
Claude!
―No estoy seguro de dónde
está... Dijo que iba a quedar con el novio, pero no sé...
―Está en aquella dirección
―Elémiah señaló con seguridad en dirección este―. Percibo su
sangre por allí ―Claude supo al instante que el ángel indicaba
hacia el barrio donde se encontraba el piso de Kara, más allá de
las casi veinte manzanas que los separaban.
―De acuerdo, creo que sé dónde
está. Te llevaré en mi coche, aunque no sé si cabrás dentro con
esas alas.
―Despreocúpate, Claude. Me
agarraré al techo de tu vehículo si hace falta, pero llévame allí.
¡Deprisa!
―Elémiah, por favor. Dime una
sola cosa más antes, por favor. Dime por qué a mi hermana. ¿Qué
tiene de especial mi hermanita para que un ángel quiera matarla?
Elémiah agarró a Claude por el
hombro y clavó su mirada azul en la de él.
―No todos los ángeles pensamos
igual, Claude ―empezó a explicar―. Algunos piensan que todo
podría ser diferente, que el Orden podría ser mejor si los ángeles
tuvieran el control absoluto. Por ello, algunos se han rebelado en
silencio y a escondidas. Pero, aunque están decididos a cambiar los
cimientos universales, carecen de un líder, de un comandante en jefe
que guíe su rebelión hasta la victoria.
―Pero, ¿qué tiene que ver eso
con Kara?
―Tu hermana es mujer mortal y
pura. Kara Robbinson ha sido elegida por los rebeldes para engendrar
al futuro ángel que liderará la rebelión contra el Orden. Yo,
Elémiah, brazo ejecutor del Orden, vengo a impedirlo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario