jueves, 26 de diciembre de 2013

Zona en obras (Sexta parte)

¿Besarte en los labios? ―Kara no terminaba de creérselo―. ¿Me salvarás con un beso en los labios?


Asáliah la contemplaba sin dibujar expresión alguna en su rostro. Se mostraba contemplativa mientras esperaba a que Kara decidiese si darle el beso o no.



Con el beso quedarás vinculada al lado celestial. Es así como se hace, Kara Robbinson ―con la mano libre, Asáliah apretó las plumas del ala plegada contra le herida. Aun así, la sangre seguía fluyendo y goteando en la tierra. En los momentos de silencio, se podía oír el goteo marcando el paso de los segundos―. Con el beso quedará sellada tu elección por el lado divino y toda esta situación tocará a su fin. Después del beso, volverás a tu casa, descansarás, y mañana no recordarás nada de lo sucedido para que así puedas seguir con tu vida normal.



Asáliah hablaba, pero Kara, en lugar de prestar atención, no dejaba de recorrer con la mirada el cuerpo del ángel femenino. En su cabeza, no dejaba de cuestionarse a sí misma cómo aquel ser había podido perder el brazo y por qué tenía en su poder una espada de aspecto tan siniestro. Aun así, a pesar de que Kara superara todos esos recelos iniciales para besar a Asáliah en los labios, aún le quedaba por superar un escollo más, y era que aquel ángel tenía aspecto de mujer. Kara sentía profundos reparos al imaginarse a sí misma posando sus temblorosos labios con sabor a lágrimas en los labios perfumados a menta de Asáliah.



¿Cómo sé... que no me estás mintiendo? ―se atrevió a preguntar Kara―. ¿Cómo voy a estar segura de que todo esto que me cuentas es verdad?



Pocas cosas hay ciertas en la existencia, Kara Robbinson. Depende de ti tomar la decisión que creas oportuna. Y depende de ti afrontar las consecuencias de tu acierto o de tu error.



Vaya... Pues eso no me ayuda. De verdad, todo esto es simplemente... demasiado para asimilarlo así... de golpe ―nerviosa, Kara se recogió el pelo a un lado y volvió a recorrer visualmente a aquel ángel, terriblemente real y de pie ante ella―. ¿Y por qué me pasa esto a mí? ¿Es que soy especial o algo así? ¿Voy a ser la madre del elegido o algún otro rollo mesiánico de ese tipo?



Asáliah negó con la cabeza. Kara se mostraba muy nerviosa y confundida, de modo que Asáliah comenzó su explicación con una pregunta.



¿Te sientes más sola esta noche, Kara Robbinson?



La chica se ruborizó y, de pronto, volvieron todos los recuerdos de su reciente ruptura, como un bofetón emocional en su frías mejillas.



¿A qué viene esa pregunta ahora?



Hoy te ha sucedido algo tremendamente entristecedor, Kara Robbinson. Lo percibo en tu corazón, latiendo al ritmo de los suspiros de tu alma apenada. Sufres una terrible tristeza y te sientes muy sola, Kara. ¿A qué se debe tanto pesar en un alma tan joven como la tuya?



La chica dudó en contestar. Prefería mantener sus problemas en privado y adoptó una postura defensiva.



Pensaba que los ángeles lo sabían todo ―se defendió ella, que se sentía atacada en su intimidad.



No te apures. No pretendo hacerte contar aquello que te incomoda o te produce sufrimiento. Simplemente trato de hacerte entender por qué te encuentras en la situación en la que te encuentras, y por qué estoy aquí ahora hablando contigo, y no con otro mortal ―Asáliah apretó los dientes para soportar el latigazo de dolor que le originó el roce inesperado de sus dedos en la herida. Aquella mueca no pasó desapercibida para Kara.



Tampoco sabía que los ángeles sentían dolor. ¿Quieres que te haga un torniquete o busque ayuda o...?



No tienes que preocuparte por mí, Kara, aunque agradezco tu preocupación. Yo estoy a salvo. Esta herida, aunque merma mis capacidades, no es nada suficiente como para acabar con alguien como yo.



¿Si te beso..., te curarás?



Te ruego que contengas tu curiosidad sobre mi estado y te centres en tu próxima decisión de esta noche ―Asáliah acomodó el ala alrededor de la herida para ocultar la sangre de la vista de la inquisitiva joven―. Mi estado no debe influir en el hecho de que decidas besarme o no.



Bueno, pues te beso y ya está. Decidido. Todo esto acabará y pasará a ser un recuerdo olvidado dentro de mi cabeza. ¿Verdad?



Eso último es cierto, pero insisto en que...



Sin embargo, Kara ya había escuchado suficiente, y no soportaba quedarse mirando cómo aquella preciosa muchacha alada se desangraba delante de ella esperando a que tomase una decisión. De modo que dio los dos pasos que la separaban de Asáliah, hizo de tripas corazón, juntó los labios y cerró los ojos para estampar un beso en los labios del ángel.



Asáliah apartó la cabeza y retrocedió un paso. Kara casi cae de bruces al no encontrarse con el rostro de Asáliah a la distancia que esperaba.



¿Por qué has hecho eso? ¿Pensaba que era eso lo que querías?



Entiende, Kara, por favor, que no debes tomar esta decisión por mí, sino por ti. No debes elegirme a mí porque esté herida, sino porque entiendes que es lo mejor para ti.



¿¡Y qué otra alternativa tengo!? ―gritó, enfadada por la confusión.



El otro ángel que han enviado también quiere un beso tuyo, Kara Robbinson ―empezó a contar Asáliah―, pero el otro no se detendrá ni te dará oportunidad de elegir. Ha venido a robar tu beso. Aun así, los mortales sois impredecibles, y puede que prefieras esa opción. Yo te estoy dando a elegir lo que desees.



¿Quién es ese otro ángel?



Desconozco su nombre, pero se trata de un enviado de las Profundidades. Es un ser astuto y embaucador que hará todo lo posible para conseguir tu beso. En la caída desde las Alturas pude enfrentarme a él. Me hirió, como ya has visto, pero yo al menos le pude arrebatar su arma ―y con la barbilla, Asáliah señaló a la espada que llevaba a la espalda.



No comprendo por qué me sucede todo esto a mí... Soy tan solo una más entre muchas. Y ya tengo suficiente con lo mío como para encima tener este tipo de preocupaciones extrañas ahora. Ahora mismo lo que me apetece es estar sola y... ―”llorar” era la palabra que quiso decir, pero Kara dejó la frase sin acabar.



Esas emociones que te inundan son precisamente lo que te hace especial esta noche, Kara. Tu alma ha soportado hoy un duro golpe emocional ―empezó a explicar Asáliah―. Un golpe tan devastador que incluso has preferido no compartirlo conmigo y guardarlo en las esquinas doloridas de tu corazón. Respeto tu silencio. Sin embargo, aunque yo desconozco cuál es el motivo de tu tremenda pena, sí que ha habido un ángel hoy que conoció de primera mano el motivo de tu pesar.



¿Otro ángel? ¿Te refieres a ese otro que viene a por mí?



No, Kara. No hablo del otro. Me refiero a ese ángel invisible que te ha acompañado en todo momento desde el mismo instante de tu nacimiento. Un ángel al que se le había encargado desde el principio que cuidara de ti y velara por tu bienestar para siempre.



¿Estás hablando de mi ángel de la guarda...?



Cierto, Kara. Nunca lo has visto, pero siempre ha estado ahí, a tu lado, para ayudarte y protegerte.



Bueno, pues deja que te diga que ese angelito invisible debe de estar de vacaciones hoy, porque he tenido un día asqueroso.



En realidad, tu ángel de la guarda te ha protegido hoy como nunca antes lo había hecho, Kara Robbinson. Y se ha sacrificado por ti. La pena que hoy se ha anclado en tu corazón es tan pesada y tan inabarcable que, con el tiempo, te hubiese arrastrado a la soledad primero, luego a la locura y por último a la perdición. Tu ángel de la guarda se dio cuenta de ello justo a tiempo y decidió cargar con parte del peso de tu sufrimiento. Pero el pesar resultó ser muy amargo, y tu pérdida ha sido demasiado dolorosa. Tu ángel no pudo hacer nada para evitar verse desbordado y arrastrado por el torbellino de amargura de tu espíritu.



Espera un momento... ¿Qué quieres decir con todo eso?



...Que tu pena ha matado a tu ángel de la guarda, Kara Robbinson, y tu alma ha quedado desamparada. Un alma sin su protector destaca en la oscuridad del Orden universal como un faro de luz viva en una noche oscura sin luna, y atrae a todo tipo de seres etéreos, tanto de las Alturas como de las Profundidades. Esta noche, Kara Robbinson, las Alturas y las Profundidades se disputarán tu ser, y yo te ofrezco la posibilidad de decidir si deseas que tu nuevo ángel sea un ser de las Alturas o de las Profundidades, te doy a elegir entre besarme a mí o al otro que está por llegar.



¿Y tú? ―preguntó la asombrada chica―. ¿De dónde vienes? ¿De arriba o de...?



Ya te he dicho que me llamo Asáliah, Kara Robbinson, y mi hogar se encuentra en las Alturas celestiales ―contestó con rotundidad, al tiempo que seguía portando a la espalda la desconcertante espada de hoja en llamas.



La chica trató de tragar saliva, pero su boca estaba completamente seca.



Esta noche estás sola, Kara Robbinson, porque ningún ángel vela por ti.



***



Fuera del parque, un coche aparcó sobre la acera cerca de la entrada. Claude se bajó del vehículo y apuntó apresuradamente con el índice hacia el bloque de pisos del otro lado de la calle.



Kara vive en ese edificio ―y volvió la mirada atrás para comprobar si su acompañante ya seguía sus pasos apresurados.



Elémiah bajó de un salto del techo del coche y se quedó mirando la entrada del parque, iluminada por la luz amarilla de las farolas.



No, Claude ―se negó Elémiah, moviendo ligeramente su ala herida―. Tu hermana está dentro de este recinto. Y está acompañada del ángel rebelde.

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