jueves, 28 de marzo de 2013

Mariposas en las paredes (Epílogo)

Roque colocó los brazos en jarra y contempló la enorme mancha de sangre en la pared. Acongojado, se colocó mejor la gorra y se pasó la mano por la boca. Le parecía increíble que toda la superficie estuviese decorada con la sangre del muchacho. Rápidamente, lanzó una fugaz mirada a la puerta de entrada y se aseguró de que su joven compañero seguía sentado fuera en los escalones del porche. Allí fuera, el chico uniformado de azul sostenía su rostro entre las manos. Era imposible que viera lo que Roque estaba haciendo dentro, de modo que este aprovechó la ocasión para santiguarse y salir raudo de la casa de las mariposas. Cuando pasó por debajo de la cinta de plástico que acordonaba la entrada, aminoró el paso. Dejó que el frío aire de la madrugara entrara por su nariz y refrescara sus pulmones, viciados con el denso olor a sangre fresca. Perdió la mirada en el horizonte de delante, donde las luces de la ciudad titilaban en la lejanía. Un poco más cerca, las luces parpadeantes de las ambulancias se alejaban camino del hospital. El recuento final había sido una chica herida, y dos cadáveres para el depósito. Roque suspiró de nuevo y, durante un instante, reflexionó sobre su trabajo, sobre cómo no dejaba de sorprenderle cada noche que pasaba, a pesar de sus ya veintitrés años de servicio. Fijó la mirada en su compañero, que se esforzaba desmesuradamente en ocultar sus lágrimas. Aquel chaval solo llevaba unas semanas en el cuerpo. Roque se situó a su altura, se agachó y colocó la mano sobre su hombro en un gesto de compasión.

—Son los primeros que ves, ¿verdad, chico?

El joven aprovechó el sonido de la pregunta para disimular el ruido de cuando sorbió el moco.

—Tranquilo —prosiguió Roque—. Sabías que tarde o temprano este momento llegaría. Y créeme que no serán los últimos cadáveres que veas, ni siquiera serán los más horribles. Pero aquí estamos para esta mierda. Nos pagan para esto. Tienes que ser fuerte e ir haciendo callo. No puedes salir despavorido de la escena de un crimen y ponerte a vomitar cada vez que veas algo parecido. Para dedicarte a esto hay que ser duro, ¿vale? De manera que no dejes que te supere, asimílalo y hazte a la idea de que esta será tu rutina a partir de ahora.

El chico apartó las manos de su cara y se pasó la manga por debajo de la nariz. Tenía los ojos rojos e hinchados por el llanto. Sin decir ni media palabra, suspiró y contempló las estrellas del cielo, a pesar de que la luna brillaba con fuerza y apenas dejaba ver unas pocas.

—Debí haberte prevenido antes de venir aquí. Tú no sabes lo que pasó.

El chico sintió unas nuevas y repentinas ganas de llorar y volvió a ocultar su cara, abrazándose esta vez fuertemente a sus rodillas. Roque frunció el ceño. Le chocó enormemente ver semejante actitud en un miembro de la policía. Casi sintió asco y vergüenza ajena por la evidente debilidad emocional de su nuevo compañero. Pero su labor era ayudarlo en sus primeros días, de modo que decidió hablar con él para que conociera mejor la historia de aquel sitio.

—Escucha, hará unos treinta años encontraron a una familia muerta en el sótano de esta casa. Solo quedó vivo el hijo, que por aquel entonces tendría unos siete u ocho años. El caso es que culparon al chaval de la muerte de sus padres, porque encontraron unos dibujos de unas mariposas en la pared. Los dibujos estaban hechos con la sangre de los padres, y el chaval tenía las manos manchadas con la sangre de ellos cuando lo encontraron. Como se suele decir: blanco y en botella. Pero el chico no paraba de decir una y otra vez que él no había sido, que había sido “el otro niño”. Pero claro, para los listos con gafas y batas blancas eso suena a esquizofrenia. Y como suena a esquizofrenia, lo trataron como a un enfermo mental, y como tal lo juzgaron. En fin, que al final encerraron al chaval en un reformatorio y luego lo metieron en un manicomio cuando cumplió la mayoría de edad. El tipo en cuestión ahora tiene más de treinta años y, según los médicos, sigue tan tarado como al principio. Carne de manicomio, ¿sabes?

Su compañero no daba señales de estar escuchándolo. Roque le dio unas palmaditas en el hombro y terminó rápidamente su historia. Se sintió un poco ofendido. Pensaba que aquel novato lo estaba ignorando cuando él solo pretendía ayudarlo.

—En el primer análisis psiquiátrico, la terapeuta llegó a la conclusión de que aquel niño tenía una imaginación prodigiosa, y era capaz de crear amigos invisibles de un modo tan detallado que el pobre niño creía que eran reales. Por eso culpó a uno de sus amiguitos imaginarios de la muerte de sus padres, cuando en realidad había sido él el culpable. Pero, si te interesa mi opinión, creo que hay algo más detrás de todo esto, porque ¿sabes qué es lo más raro de todo? Que desde que ingresaron al chico en el manicomio, empezaron a aparecer otros pacientes del centro muertos, con dibujos sangrientos en las paredes de sus habitaciones. De hecho, se rumorea que, simplemente por precaución, los jefazos del sanatorio encerraron al tipo en una celda de aislamiento, con un casco de metal en la cabeza que le cubre los ojos y los oídos. Y dicen que así pararon las muertes y que así pasa día tras día: solo, sin ver ni oír nada, encerrado dentro de su propia cabeza con todos los amigos imaginarios que se haya ido inventado en todos estos años. En cuanto a esta casa, si me preguntas a mí, creo que ese pequeño cabrón dejó atrás a alguno de sus amigos inventados cuando se lo llevaron. La cosa es que esta no es la primera vez que tengo que venir a esta jodida casa para encontrar un cadáver. La primera vez fue una pareja de okupas, la siguiente fue un grupo de idiotas que decidieron montar aquí una fiesta clandestina, luego fueron tres drogatas que tenían más mono que cerebro. Todos muertos con dibujos de mariposas sobre sus cabezas, como si fuesen sus lápidas. El caso es que con el tiempo la gente ha aprendido a no acercarse a esta casa. Se ve que los de esta noche o eran unos insensatos o no hicieron bien los deberes antes de venir a la casa de las mariposas... Menudo nombre, ¿no te parece? Por cierto, ¿sabes cómo llamaban los antiguos griegos a las mariposas? —Roque hizo una pequeña pausa dramática—. Las llamaban “psyché”. Curiosamente, la misma palabra significa “alma”...

Entonces, Roque decidió que ya había pasado demasiado tiempo allí y se puso de pie.

—Vámonos de una vez. Solo queda esperar que la chica se recupere y nos cuente lo que ha pasado. Aquí ya no podemos hacer nada más. Y cuanto menos tiempo estemos aquí, mejor. Me pone los pelos de punta, de verdad.

Pero su joven compañero ni se inmutó. Roque se acercó a él y le tocó el hombro para que se diera cuenta de que era el momento de marcharse. Este levantó la mirada, aún inundada de lágrimas, pero lo que extrañó a Roque fue la sonrisa forzada de su boca.

—¿Quieres pintar conmigo? —preguntó el chico de buenas a primeras.

Justo entonces, el compañero de Roque se llevó el dedo índice a la boca y se lo arrancó de un mordisco.

No hay comentarios:

Publicar un comentario