Está en lo alto del acantilado y
observa el mar oscuro abajo. Las aguas alborotadas destellan con el
brillo pálido de la luna llena y él se deja acariciar por el viento que
se apresura en las alturas del cielo de la noche clara. La busca, la
ve, la contempla en el agua. Sus ojos desesperados y solitarios
comienzan a agitarse nerviosos al tiempo que unen entre sí los
destellos sobre la superficie del mar. Y allí aparece su rostro, su
hermoso rostro. La cara de la chica que lo enamoró, dibujado sobre
el mar iluminado de noche con los brillos de la luna.
Ve su sonrisa, más brillante
incluso que los destellos que la forman. Y su mirada de mujer le
atraviesa el corazón y trae a su cabeza el horrible recuerdo de que
ya jamás volverá a contemplarla frente a sí. Cae de rodillas al
borde del abismo. Mantiene el equilibrio gracias al viento que sopla
desde abajo y sostiene el peso de su cuerpo inclinado sobre la nada.
La cara de ella está ahí, su mirada está ahí, su sonrisa está
ahí, abajo, esperando, y es el único lugar donde podrá volver a
verla de nuevo.
El barco que la conducía a su
sueño naufragó lejos de las costas de su hogar, y su amor se perdió
lejos de los brazos de su marido. Él, ignorante en la costa, no pudo
salvarla de las aguas, ni siquiera fue capaz de consolarla en esos
aciagos momentos previos a abandonar el mundo de los vivos. Él se
quedó en tierra; cobarde, temeroso, asqueroso y desdichado. Incapaz
de mirarse en el espejo tras la tragedia, martirizado por la imagen
de su muerte, sola, lejos y hundida en las profundidades oscuras del
mar.
Él se quedó atrás para llorar,
para echarla de menos y para torturarse eternamente con lo que pudo
haber sido. Como único consuelo, su imagen brillante sobre las olas,
danzando al tiempo que sortea las rocas y se sumerge entre la espuma.
Entre brillos plateados, su pelo líquido salpica sal y brillos, y,
de cuando en cuando, alza la mirada pura de agua y le sonríe. Le
sonríe de nuevo. Sin rencor, sin reproche, sin odio. Con su amor
intacto bajo la superficie del agua, mientras ella danza, baila y se
contonea alegre y libre, acuática y sin ataduras, femenina y salada.
Ella vive ahora en el mar que ahogó su vida, él la contempla desde
el acantilado que lo invita a morir.
Sin embargo, cada vez que el
ánimo del enamorado se doblega y sus piernas se tambalean, ella,
siempre atenta, sopla hacia arriba como un tifón y un vendaval de
viento y gotas de agua salada agitan sus ropajes y lo devuelven al
borde del acantilado. Se arrodilla y llora mientras sus lágrimas le
limpian las mejillas de agua salada. Ella, sobre el agua, sigue
danzando y continúa celebrando su libertad marina.
El amor perdido lo salva cada
noche de debilidad, su querida esposa fallecida vela por él incluso
desde las profundidades oscuras en las que yace, rodeada de algas y
coral, de oscuridad y criaturas. Ella vela por su marido. Ella salva
su vida.
Él vive echándola de menos.
Cada segundo, de cada día. Humedece los labios y saborea la sal. Con
paso inseguro retoma el sinuoso camino a casa. Mañana por la noche
volverá a verla. Mañana por la noche volverá a debatirse al filo
del acantilado. Mañana por la noche ella volverá a salvarlo si es
necesario. Su preciosa esposa sumergida, siempre con una sonrisa
brillante de destellos de luna llena, se mantiene en este mundo para
que su amado no desperdicie su vida.
¡Hola Aio!
ResponderEliminarQué historia más bonita... Triste también, porque has sabido plasmar la desesperación del que se quedó en el mundo de los vivos, pero lleno de dulzura al dejarnos ver cómo su amada le impide caer desde lo alto del precipicio.
Si esto es lo que nos regalas al dejarte llevar por la inspiración, por mi puedes dejarte llevar con cada escrito. Muy bueno. Me ha encantado.
He visto que ya has subido la entrada de esta semana (esta vez te has adelantado XD) Así que voy a leerla :)
Hasta ahora! ^^
¡Hola, Carmen!
Eliminar¡Muchísimas gracias! Me encanta que te haya gustado. Eso anima a seguir escribiendo. ^^
La historia es triste, pero en este caso el amor que sienten los dos va más allá del mundo de los vivos. Esa idea me parece chula, y escuchar la canción que menciono al principio ayudó mucho a escribir.
¡Un abrazo muy fuerte! ¡Nos seguimos leyendo!