jueves, 9 de junio de 2016

Edith: reacción

La intensa emoción que sintió Edith le hizo perder la concentración y sus pies volvieron a tocar el suelo.

¿Qué ha sido eso? ―le preguntó Ezra, todavía agarrándola por los hombros como si ella se fuera a caer.

Ezra se asustó al principio, pero se le pasó en cuanto vio la cara de Edith. Jamás había visto el rostro de su hermana tan rebosante de alegría. Sus ojos detellaban de ilusión y parecía incapaz de dejar de sonreír de oreja a oreja.

A ver si puedo hacerlo de nuevo ―y apartó un poco a su atónito hermano para que le dejara algo de espacio alrededor.

Edith cerró los ojos, agachó levemente la cabeza y, de pronto, todo su cuerpo se elevó en vertical sobre el suelo, como si un elevador invisible la subiese en el aire. Ezra retrocedió unos pasos con el ceño fruncido.

Lo he hecho, ¿verdad? ―preguntó ella sin abrir los ojos para no perder la concentración―. Noto que no estoy tocando el suelo. Ezra, esto es genial. Parece que es un sueño, pero no lo es. Es real. Tú estás aquí, y lo estás viendo. No es un sueño. Estoy... volando.

Su hermano guardaba silencio, a causa del estupor y del miedo a que sus palabras desconcentraran a Edith. No daba crédito a lo que estaba viendo, y dio vueltas alrededor de su hermana con el propósito de encontrar dónde estaba el truco de aquella ilusión. Miró el techo, buscó alguna cuerda o algún soporte invisible, e incluso pasó la mano por el hueco entre los pies de ella y la alfombra. Pero no pudo encontrar ningún artilugio escondido que explicara aquel imposible.

¿Cómo estás haciendo esto? ―tuvo que preguntar finalmente.

Edith abrió los ojos y aterrizó de nuevo suavemente. Se sentó de un salto en el sofá y le tiró uno de los cojines a Ezra. Este lo cogió, lo abrazó y se sentó al lado de ella sin dejar de mirarla ni un instante.

No estoy segura. Empezó esta mañana. Por eso te llamé. ¡Estaba atacada! Menudo susto me llevé cuando abrí los ojos y me vi flotando encima de la cama. Me llevé un susto de muerte, porque no podía bajar. Era como estar nadando en el aire, o como estar en el espacio. Me costó horrores coger el teléfono de la mesita para llamarte. Pero ahora creo que ya le voy cogiendo el truco. Creo que solo hay que cerrar los ojos y concentrarse en pensar que el aire tira de ti hacia arriba. Eso es lo que hago. A lo mejor tú también puedes hacerlo. Quizás lo llevamos en la sangre y no lo sabíamos.

Ezra parpadeó mientras procesaba la información. Soltó el cojín y se puso de pie delante de su hermana. Esta, ansiosa por comprobar si su hermano también lo conseguiría, cruzó las piernas y abrazó el cojín que había soltado su hermano.

Como esto sea una broma tuya, te vas a enterar.

Tú cierra los ojos y piensa en que flotas en el aire.

Ezra obedeció, cerró los ojos, guardó silencio y se imaginó a sí mismo cada vez más cerca del techo. Pero los segundos pasaron, y sus zapatillas seguían en contacto con el suelo irremediablemente. Suspiró y se vio mentalmente a sí mismo de pie en el salón. Pensó que estaba haciendo el ridículo.

Esto es una tontería ―dijo después de abrir los ojos. Delante vio a su hermana, con las piernas cruzadas y flotando por encima del sofá.

Esto es una pasada ―abrió los ojos, se mantuvo en el aire y se empujó a sí misma apoyándose en la pared para salir levitando por el salón alrededor de Ezra.

Este sacó el móvil del bolsillo y se dispuso a grabar un vídeo de su hermana volando de aquí para allá en el salón.

¿Qué haces? ―le preguntó ella, sorteando la lámpara del techo.

Grabar un vídeo de esto. Nos vamos a hacer de oro.

Edith se impulsó con las piernas dando un salto en una pared y se lanzó hacia su hermano. Le arrebató el teléfono de las manos y aterrizó a su lado.

Nadie más puede saberlo, Ezra. Nadie.

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