jueves, 9 de julio de 2015

Diario (Quinta parte de siete)

  Día 494 (todavía).

No he podido aguantarlo. Tenía que escribir esto ya. Sigo viva. Bueno, si es que a esto se le puede llamar vida. Antes abrí la compuerta exterior para descubrir quién era mi misterioso visitante. Se trataba del niño moribundo que me había encontrado en el camino del bosque. Al parecer, no estaba tan moribundo como había pensado, y siguió mi rastro hasta el refugio. Alguien ha enseñado bien a ese crío, no era fácil seguir mi rastro entre la niebla, la oscuridad y todo ese caos que ahora es el mundo. Ojalá también le hubiesen enseñado a mantener intacto su traje de protección.

Cuando abrí la compuerta su cuerpo cayó de espaldas y el tubo de hierro con el que había estado golpeando la puerta salió rodando por el suelo. En un primer momento pensé que el gas había hecho su trabajo y había acabado con la vida de aquella pobre criatura. Pero su débil respiración todavía empañaba los cristales de su máscara. Eché un vistazo de cerca a la rotura de su traje. Su tierna piel ya estaba algo sonrosada por la acción corrosiva del gas. A aquel chaval le podían quedar unos días, unas semanas o unos meses, pero lo cierto era que se había convertido en un foco tóxico para cualquiera que no hubiera entrado en contacto con el gas. Sin embargo, quizás todavía podría quedarle una esperanza. Y a esas alturas, ya no tenía nada que perder.

De modo que lo arrastré hasta la cámara hermética, me deshice de la tubería de metal lanzándola fuera, y cerré la compuerta exterior. Luego, coloqué el agua y las barritas energéticas delante del walkie que dejé en el suelo. Sacudí su hombro en un intento de despertarlo y cerré la puerta interior para dejarlo encerrado en la cámara hermética. A través de la ventana de ojo de buey, observé cómo se desperezaba con movimientos lentos y descoordinados. El gas ya afectaba a su sistema nervioso y desgastaba sus terminaciones, forzándole a retorcerse momentáneamente con algún que otro espasmo. Con gran esfuerzo para controlar su propio cuerpo se puso de pie. Sentí lástima por él, pero ya no podía hacerse nada. Ni siquiera la ducha purificadora podía eliminar la toxina del cuerpo.

Parecía desorientado, como si le sorprendiera encontrarse dentro del refugio. Tardó unos segundos en darse la vuelta y encontrarme a mí, mirando al otro lado del cristal. “Estás infectado”, fue lo primero que le dije. Él asintió y me dijo que se llamaba Lewis. Le señalé el agua y la comida que tenía a sus pies, pero cuando los vio no les hizo caso. Entonces dijo justo lo que pensaba que iba a decir: “necesito...”, pero lo interrumpí sobre la marcha para explicarle la situación. Le dije que no me fiaba de él y que no lo iba a dejar pasar al refugio así como así. El chico recibió la noticia con un ligero espasmo en el cuello, y luego preguntó que por qué lo había dejado entrar. Fue entonces cuando le propuse hacer un trato.

Le propuse que podría dejarle estar en la cámara de cuarentena todo el tiempo que quisiera (hasta que el gas actúe o hasta que se nos acaben las provisiones, lo que ocurra antes). A cambio, él tendría que demostrarme que era de fiar y, para ello, debía coger las provisiones y el walkie e ir a la casa de Raquel para descubrir qué había sido de ella.

No pareció sorprendido, sino que daba la impresión de estar encajando todas las piezas dentro de su cabeza. Me preguntó dónde vivía ella, yo se lo indiqué y le di la frecuencia de mi emisora por si acaso. Me preguntó que cómo sabría él si podía fiarse de mí. “Soy la única que queda”, fue lo único que se me ocurrió decirle. Justo después, recogió las provisiones y se acercó hasta la compuerta para volver al tenebroso y tóxico exterior. Tras abrir, echó un último vistazo atrás. Le di de plazo hasta mañana al anochecer. Si tardase más, me arriesgo a que esté tramando algo y no lo voy a dejar entrar. De todas formas, mantendré contacto por walkie con frecuencia.

No sé si estoy siendo demasiado paranoica, pero creo que toda prevención es poca. Tan solo espero que encuentre a Raquel, o que por lo menos descubra algo de lo que ha sido de ella. Me alegraría tanto si la encontrase a ella o a un refugio en el que pudiera estar. En fin, voy a descansar unos minutos. Mañana será un día importante.

Hasta mañana, diario.

2 comentarios:

  1. Así que era él. Me parece muy triste la actuación de la protagonista, aunque puedo entender el porqué lo hace. Quién sabe si es o no de fiar, no?
    En fin, ahora a esperar toca :)
    Un abrazo! Y feliz fin de semana! ^^

    Espero que regrese con noticias de Raquel.

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    1. ¡Hola, Carmen!

      El plan de la prota es algo egoísta, pero no creo que sea así en el fondo. La situación la empuja a serlo. Aunque quizás sea una de esas situaciones en las que sale a relucir su verdadera personalidad. A ver qué pasa. ^^

      ¡Un abrazo fuerte! ¡Nos seguimos leyendo!

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