jueves, 16 de mayo de 2013

Por favor

Por favor, sácame de aquí. Por favor, sácame de aquí. Por favor, llévame lejos, donde deje de sangrar, donde deje de llorar, donde deje de recordar. El aire me asfixia, no respiro. ¿Por qué? Los demás me miran y no comprenden. Me oyen y se aburren. Me preguntan y se cansan. Nadie comparte mi carga incomprensible. Nadie comprende mi puzle y continúa desarmado. Demasiadas piezas, demasiado diferentes. Formas imposibles. No encajan, no hay figura, no hay forma, no hay contenido, no hay fin. Solo piezas que no dejan de venir y que no encajan. Lluvia de pedazos de una vida que no conduce a ninguna parte. Una carretera cortada por una abrupta sima de insondable oscuridad. Caigo. Agito los brazos y nadie me tiende la mano, no la mano que necesito. Se cansan, se aburren, no me entienden, no me ayudan. Solo, caigo y me regodeo en mi caída, en mi soledad, en mi dolor. ¿Soy especial porque sufro? Mentira. ¿Soy raro porque aún me duele? ¿Soy iluso porque siento lo que no sienten, no entienden, no comprenden, se aburren, se cansan, me dejan?

No hay fondo, solo frío, vacío y nada más. Nadie más. El aire no llega a mis pulmones. Me asfixio, pero sigo respirando, sigo sonriendo, sigo saliendo y saludando, bromeando y moviéndome. Flores perfumadas que disimulan, que distraen, que esconden un cuerpo que murió cuando le arrancaron el corazón. Muerto, enterrado, pero aún consciente, aún pensante, aún recordante. Imágenes pasadas que se humedecen de lágrimas. Nada consuela, nada llega, nada llena, nada es suficiente, nada está a su altura. “Ya llegarán tiempos mejores”, dicen. “Ya te espabilarás”, deseaban. “Ya volverá a latir de nuevo dentro de tu pecho”, comentaban. Y luego cambiaban de tema y miraban a otra parte. Palabras huecas, consejos huecos para quedar bien. No comprenden, no entienden, se cansan, se aburren, cambian de tema.



Y el dolor sigue, y la caída profundiza. Me vacía, me debilita, me acobarda, me amedrenta y sigo cayendo, sigo sufriendo, sigo recordando. ¿Cómo duele tanto un corazón que ya no tengo? ¿Por qué sigo llorando si por mí ya nadie llora? ¿Por qué empiezo a contarle a mi sombra lo que nadie más desea oír? ¿Es acaso mi destino la soledad loca o la locura solitaria? Temo por mí, nadie más me acompaña. Se aburren, se callan, miran para otro lado, se cansan.



Pegajoso pasado que no deja gozar del presente ni planificar mi futuro. Todo es basura, todo me aburre, me cansa, no lo entiendo, cambio de tema, pero no puedo. Recuerdo, lloro, recuerdo, pienso en ella, miro a otra, pienso en ella. No puedo mirar a otra. Duele, la veo en ella. No puedo. Es duro, difícil, imposible. Duele donde antes había un latido. Dejo de mirar, bajo la mirada. Así, siempre. Así, ayer. Así, hoy. Así no era hasta hace poco.



Sufro, duele, recuerdo, lloro y la sigo queriendo. No hay medicina para esta enfermedad. No hay cura. Y de haberla, no sé si la desearía. Al menos, conservo el ayer. Y me agarro a él con uñas y dientes. No lo soltaré. Es lo único que me queda de cuando era una persona, de cuando tenía corazón y amaba.



Recuerdo y sufro. Duele. Me canso, me aburro, cambio de tema. Es imposible para mí. Cierto es que existen penurias peores, pero esta es la mía, y así la padezco.

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