Por favor, sácame de aquí. Por favor, sácame de aquí. Por favor,
llévame lejos, donde deje de sangrar, donde deje de llorar, donde
deje de recordar. El aire me asfixia, no respiro. ¿Por qué? Los
demás me miran y no comprenden. Me oyen y se aburren. Me preguntan y
se cansan. Nadie comparte mi carga incomprensible. Nadie comprende mi
puzle y continúa desarmado. Demasiadas piezas, demasiado diferentes.
Formas imposibles. No encajan, no hay figura, no hay forma, no hay
contenido, no hay fin. Solo piezas que no dejan de venir y que no
encajan. Lluvia de pedazos de una vida que no conduce a ninguna
parte. Una carretera cortada por una abrupta sima de insondable
oscuridad. Caigo. Agito los brazos y nadie me tiende la mano, no la mano que necesito. Se
cansan, se aburren, no me entienden, no me ayudan. Solo, caigo y me
regodeo en mi caída, en mi soledad, en mi dolor. ¿Soy especial
porque sufro? Mentira. ¿Soy raro porque aún me duele? ¿Soy iluso
porque siento lo que no sienten, no entienden, no
comprenden, se aburren, se cansan, me dejan?
No hay fondo, solo frío, vacío y nada más. Nadie más. El aire no
llega a mis pulmones. Me asfixio, pero sigo respirando, sigo
sonriendo, sigo saliendo y saludando, bromeando y moviéndome. Flores
perfumadas que disimulan, que distraen, que esconden un cuerpo
que murió cuando le arrancaron el corazón. Muerto, enterrado, pero
aún consciente, aún pensante, aún recordante. Imágenes pasadas que se
humedecen de lágrimas. Nada consuela, nada
llega, nada llena, nada es suficiente, nada está a su altura. “Ya
llegarán tiempos mejores”, dicen. “Ya te espabilarás”, deseaban.
“Ya volverá a latir de nuevo dentro de tu pecho”, comentaban. Y
luego cambiaban de tema y miraban a otra parte. Palabras huecas,
consejos huecos para quedar bien. No comprenden, no entienden, se
cansan, se aburren, cambian de tema.
Y el dolor sigue, y la caída profundiza. Me vacía, me debilita, me
acobarda, me amedrenta y sigo cayendo, sigo sufriendo, sigo
recordando. ¿Cómo duele tanto un corazón que ya no tengo? ¿Por
qué sigo llorando si por mí ya nadie llora? ¿Por qué empiezo a
contarle a mi sombra lo que nadie más desea oír? ¿Es acaso mi
destino la soledad loca o la locura solitaria? Temo por mí,
nadie más me acompaña. Se aburren, se callan, miran para otro lado, se
cansan.
Pegajoso pasado que no deja gozar del presente ni planificar mi
futuro. Todo es basura, todo me aburre, me cansa, no lo entiendo,
cambio de tema, pero no puedo. Recuerdo, lloro, recuerdo, pienso en
ella, miro a otra, pienso en ella. No puedo mirar a otra. Duele, la
veo en ella. No puedo. Es duro, difícil, imposible. Duele donde
antes había un latido. Dejo de mirar, bajo la mirada. Así,
siempre. Así, ayer. Así, hoy. Así no era hasta hace poco.
Sufro, duele, recuerdo, lloro y la sigo queriendo. No hay medicina
para esta enfermedad. No hay cura. Y de haberla, no sé si la
desearía. Al menos, conservo el ayer. Y me agarro a él con uñas y
dientes. No lo soltaré. Es lo único que me queda de cuando era una
persona, de cuando tenía corazón y amaba.
Recuerdo y sufro. Duele. Me canso, me aburro, cambio de tema. Es
imposible para mí. Cierto es que existen penurias peores, pero esta
es la mía, y así la padezco.
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