El rey Huxley irrumpió en la
amplia tienda de campaña por la entrada de tela. Se detuvo en seco y
se llevó la mano furiosa a la empuñadura de su espada envainada. A
unos pasos, se encontraba el caballero malherido, desprovisto del
yelmo y de la parte superior de la armadura que le protegía el
torso. El guerrero se retorcía de dolor en su lecho ensangrentado
mientras lo torturaba el dolor de la multitud de cortes de espada y
heridas de flecha que había recibido en su huida. El maestre sanador
forcejeaba con su paciente para que no se resistiera. Con unas
rústicas tenazas tiraba de la flecha partida que le sobresalía del
hombro. La presencia firme y rabiosa del rey Huxley se adueñó de la
estancia, y tanto maestre como paciente miraron hacia el monarca en
silencio. Sin duda, estaba enfadado.
Contenido
- Boda de ladrones
- Cielo cromado
- Claudio
- Diario
- Dormiré contigo
- Edith
- El fin
- El manantial
- El testamento del dragón
- En busca de
- Flora
- Grietas en el cielo
- Historias con latido
- Historias cortas
- Imágenes con latido
- La mansión
- La nueva vida de Dana
- Lady Noche
- Lágrimas de sueño
- Lana Mandala
- Las cuatro insidiosas
- Latidos de libreta
- Llantos
- Mariposas en las paredes
- No se lo digas a mi hija
- Notas del autor
- Ojos negros colmillos blancos
- Sujeto de prueba 001
- Zona en obras
jueves, 26 de enero de 2017
jueves, 19 de enero de 2017
¿Qué te ha dicho la doctora?
Jorge regresó al piso con gesto
contrariado. Dejó las llaves en la cestita de al lado de la entrada
y se dirigió derecho al salón, donde lo esperaba Nadia, tomándose
su café de las cinco de la tarde.
―Hola, cariño ―lo recibió
ella, sin levantarse del sillón y con una amable expresión en su
rostro angelical―. ¿Qué te ha dicho la doctora?
jueves, 12 de enero de 2017
Circo
Atardecía con unas pesadas nubes
naranjas en el oeste, pero en el horizonte opuesto la noche era tan
oscura e intimidante que incluso parecía que el poco sol mortecino
que quedaba se batía en rápida retirada detrás de la llanura. La
tormenta nocturna amenazaba en la distancia, restallando con rayos
verdosos entre nubarrones más negros que el carbón. El viento
silbaba con fuerza y esparcía por los caminos de la feria abandonada
las pocas hojas secas que aún no se había llevado para siempre. La
noria se balanceaba de un lado para otro, crujiendo y chirriando,
amenazando con su desplome al oxidado tiovivo de abajo, clavado al
suelo e incapaz de correr para ponerse a salvo. Ninguno de sus
caballos de plástico conservaba todas sus cuatro patas, pero todos
sonreían quietos y mutilados, mientras que a alguno incluso le
faltaba parte de la cabeza. Algo más allá, una de las puertas del
puesto de algodón de azúcar era sacudida por las ráfagas y
golpeaba caprichosamente la chapa metálica, acompañando al ronco
estruendo lejano de los truenos con su percusión metálica. Y en
medio de la decrépita nada, se hallaba la carpa agujereada de un
circo olvidado, casi siempre a punto de ser barrida por el viento
como una bandera desgarrada que apenas se mantiene en su mástil.
jueves, 5 de enero de 2017
Nombre
Estoy sola en mi torre. No hablo
para no quejarme, no lloro para no alarmarme, no grito para no
desgañitarme. Estoy sola en mi torre, y soy la única responsable.
Estoy sola en mi torre, y nadie lo sabe.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)