jueves, 4 de agosto de 2016

Edith: huida

Patri no entendía por qué de pronto su amiga Edith se comportaba como un animal enjaulado que deambulaba de un lado para otro. Con el teléfono pegado a la oreja y los dientes mordisqueando sus uñas, Edith se paseaba en círculos delante de ella con la mirada perdida en el suelo. Justo después de haber visto el principio del vídeo, Edith había reaccionado como si Patri fuese invisible, luego había sacado su teléfono del bolso y se había alejado unos pasos para separarse de ella. Patri simplemente se quedó observándola, mientras sujetaba su propio teléfono, todavía reproduciendo el vídeo de la chica libélula.

¿Pasa algo? ―le preguntó Patri, quien intentó acercarse a ella.

Edith estaba concentrada en el tono de la llamada que estaba realizando, y solamente elevó la mano para indicarle a Patri que no se acercara. Una extraña ráfaga de aire sacudió el pelo de Patri, y esta se mantuvo de pie con cara de no comprender nada. Pero, fuera lo que fuera lo que estaba sucediendo, debía de ser grave a juzgar por la seria expresión de Edith.

Con gran alivio, Edith escuchó que alguien respondía al otro lado de la línea.

¿Dónde estás? ―fue lo primero que le dijo su hermano Ezra por el móvil.

Estoy en el parque, había quedado con una amiga. ¿Qué ha pasado? Hay un vídeo en el que se nos ve... ―de reojo comprobó que Patri seguía a cierta distancia de ella para que no escuchara la conversación.

Joder, había cámaras por todos lados ―se adelantó Ezra―. Y han publicado el vídeo en la red. Se está haciendo jodidamente viral. Nos grabaron llegando, a ti flotando, y lo que pasó con el de seguridad. Lo tienen todo, Edith. También ―hizo una pausa para suspirar― pillaron la matrícula de mi coche. Saben quiénes somos, Edith.

Su hermana se había quedado quieta en el sitio. Su corazón se aceleró y sus manos se helaron.

¿Qué vamos a hacer ahora? ―preguntó, llevándose la mano al rostro.

Patri escuchó claramente aquella pregunta. Frunció el ceño y se abrazó a la carpeta repleta de currículos que llevaba. Parecía evidente que Edith se había metido en un lío, pero seguía desconcertada por su repentino cambio de actitud. Y todo había ocurrido desde el momento en el que comenzó a ver el vídeo. Desconcertada, Patri volvió a reproducir la grabación en su teléfono por si se le había escapado algún detalle.

No tengo ni idea de qué vamos a hacer, Edith ―continuó diciendo su hermano―. Desde que me enteré de que el vídeo estaba circulando, te llamé. Como no contestabas, me acerqué a tu casa, pero ya estaba la poli ahí.

¿La poli estaba en mi casa?

Pero tú no. Me quedé esperando en la calle por si se te llevaban o algo, no sé. Pero la pareja de agentes que subió hasta tu piso bajó a los pocos minutos. Supuse que no estabas en casa.

Edith empezó a temblar a causa de los nervios.

¿Pero qué vamos a hacer, Ezra?

¡No sé, hermanita! De momento no podemos volver a casa. Hay coches vigilando tanto tu edificio como el mío. Y seguramente habrá patrullas buscándonos por ahí. Todo esto... No sé... Me parece exagerado. Solamente nos hemos colado en una puta piscina municipal. ¡Ni que hubiésemos atracado un banco!

No nos buscan por colarnos, Ezra. Me buscan a mí. Soy yo la que aparece flotando en el aire.

Eso no tiene sentido. Nadie sabe si hiciste eso de verdad o fue una broma.

Pero el vigilante ha hablado con la poli.

¿Y qué? Esa no es razón suficiente como para movilizar a toda la policía para que nos encuentre. ¿Es que no tienen cosas más importantes que hacer? Esto es... Vamos a tener que escondernos o salir de la ciudad un tiempo o algo así. No sé cómo...

¿¡Pero qué dices!?

¡Yo qué sé, Edith! Sé tanto como tú de esto ahora, ¿vale? Nunca me había buscado la poli para nada, y ahora resulta que soy uno de los más buscados de la jodida ciudad.

Soy yo a quien buscan.

¡Pero qué dices, hermanita! Nos buscan a los dos.

Edith se giró y vio a Patri. Esta la miraba con los ojos muy abiertos. Su expresión lo dejaba claro: acababa de darse cuenta de la identidad de la chica que aparecía en el vídeo. El estómago de Edith dio un vuelco. La situación se complicaba por momentos, y las lamentaciones de su asustado hermano por teléfono solo conseguían ponerla aún más nerviosa. Deseó que todo volviera a ser como antes, y pensó en cómo podría solucionarlo todo lo antes posible.

Tranquilo, Ezra ―lo calmó―. Mira, nos vemos dentro de media hora en la trasera de la biblioteca.

¿Cómo? ¿¡Qué dices!? Es mejor esconderse y no estar por ahí paseando por las calles.

Tú hazme caso. Esto se nos ha ido de las manos y hay que solucionarlo como sea.

¿Y cómo vamos a hacer eso, lista?

Voy a entregarme.

¡Qué! Ni de coña voy a dejar que...

Dentro de media hora, trasera de la biblioteca. Ve con cuidado.

Y Edith colgó para no seguir discutiendo con Ezra y hacer frente ahora a su atónita amiga Patri.

No puede ser. ¿Eres tú de verdad? Pero, ¿cómo lo has hecho? ―le preguntó a Edith―. Parece tan real en el vídeo. Como si volaras de verdad. Pero es un fake, ¿no? Un truco de cámara o...

No es ningún truco, Patri ―le respondió elevándose un metro sobre el sendero del parque―. Y el mundo está a punto de saberlo.

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