jueves, 17 de septiembre de 2015

La nueva vida de Dana (Tercera parte de tres)

Pequeños y brillantes eran los ojos que destellaban desde la profundidad oscura y rocosa de la cueva. Atónitos y abiertos redondos de par en par, observaron incrédulos cómo la joven Dana se alejaba de la entrada de la cueva. Aquel ser, peludo y encorvado, dejaba que las sombras ocultaran su flaco cuerpo, mientras daba pequeños brincos nerviosos tras una estalagmita.

Abrazado a la piedra, comenzó a gemir desconcertado, pues ya había perdido de vista a la muchacha. “Me dijiste que iba a entrar”, balbuceó entre sus babas torpemente con su voz estridente de cristal rayado. “Me dijiste que iba a entra en mi cueva”, repitió, con un tono cada vez más molesto. “Y ahora se va... Se ha ido... ¡Se fue! Dime, dime, te lo suplico, dime que va a regresar. Dime que va a volver y va a entrar aquí”.

El ser hablaba en voz alta y en completa soledad. De vez en cuando, sus ojos blancos se alzaban y miraban arriba, como si su interlocutor estuviese muy por encima de él.

No es justo... No es justo. Esta historia no debería ser así. No es lo que se planeó al principio. Soy el monstruo, la criatura fea y horrible. Mis herramientas son el miedo y la confusión. Mi labor es gruñir, arañar, asustar y matar. Y ahora qué se supone que tengo que hacer, ¿eh? Ella ni siquiera sabe que existo. ¿Cómo voy a cambiar su vida si ni siquiera sabe de mí? ¿No se suponía que yo iba a ser importante, que iba a ser yo el malo, que iba a ser yo quien le diera su nueva vida? Y ahora mírame, solo y a oscuras en una cueva que nadie ha visto y que nadie verá. No es justo. No es justo”.

Unos golpes rítmicos y secos comenzaron a escucharse en la oscuridad cuando el ser golpeó repetidas veces la piedra con su frente.

El perro... La culpa es del perro... ¿Acaso no te diste cuenta de eso? ¿Acaso no lo viste venir? Se suponía que tenía que tirar el palo... Tenía que lanzarlo para que el perro entrase en la cueva. Así acabaría con el peludo animal asqueroso y le rompería el corazón a la muchacha. Pero ella quiere mucho a su pulgosa mascota, y es incapaz de ponerla en peligro. ¿Cómo iba a tirar el palo para que entrase en una cueva oscura? ¿No pensaste en eso al principio? Y ahora mira. ¡Se ha ido! Y no puedo ir a por ella. El sol me hace daño, ¿recuerdas? Eso sí que no ha cambiado, pero su historia, la historia de Dana, ha cambiado del todo. ¿Por qué? ¿Por qué lo has hecho? Yo tenía que asustarla, tenía que cabrearla para que volviera a por mí, para que entrara en mi cueva una noche a matarme. ¿Quién me matará ahora?”

No es justo...”, repitió una última vez antes de que su voz, su mirada, y todo su ser desaparecieran para siempre en las nieblas de lo que pudo haber sido.

El sol de la tarde caía sobre las copas de los árboles, y Dana se dirigía de vuelta a casa, su horrible casa repleta de discusiones y tensión en el ambiente. Ella ni siquiera lo sospechaba, pero su vida había cambiado totalmente para seguir completamente igual.

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