jueves, 10 de septiembre de 2015

La nueva vida de Dana (Segunda parte de tres)

Colocó los brazos en jarra e inclinó la cabeza a un lado mientras no perdía detalle de la inmensa gruta que se abría ante ella como si fuera la entrada a un burdo y pedregoso túnel de una carretera forestal abandonada. Al lado de Dana, su perra Nomi seguía sentada en la hierba, emitiendo de vez en cuando algún gemido lastimero, como si al animal le preocupase que su dueña de adentrara en la oscuridad de delante.


¿Crees que me voy a meter ahí dentro?”, le preguntó a su mascota al tiempo que le acariciaba el rubio pelaje sobre su mirada preocupada. “Ni de broma me voy a meter ahí dentro”, zanjó ella. “Siempre que hay una cueva y alguien entra, pasan cosas malas. Puedes perderte dentro, resbalarte y caerte o incluso puede haber un desprendimiento y quedarte atrapada ahí dentro hasta que mueras de hambre... o de aburrimiento. Lo que pase primero”.

¿Tú que opinas?”, volvió a preguntarle a Nomi, a lo que ella respondió mirándola con timidez y gimiendo de nuevo. “Ya. Yo opino lo mismo. Nunca pasa nada bueno. Nadie entra en una cueva y encuentra un millón de pavos, por ejemplo. O un cofre del tesoro... Bueno, un cofre del tesoro sí que puedes encontrarlo, pero seguro que estaría encantado o algo. Y si encuentras un millón de pavos, seguro que es de algún mafioso que luego quiere matarte para recuperar su pasta. No, nunca pasa bueno en las cuevas, Nomi. Así que no te preocupes, no voy a entrar”.

Pero imagina, por un momento, que no soy yo la que entra, sino que cojo este palo y lo lanzo dentro para que entres tú, Nomi”. La perrita alzó la mirada al escuchar su nombre, como si hubiese comprendido lo que acababa de sugerir su dueña. Gimió de nuevo, el animal quería marcharse de aquel lugar. “Desde luego que no lo voy a hacer, pequeña, pero imaginémonos que lo hago. Lanzo el palo, tú entras deprisa -cosa que dudo, porque estar súper asustada-, y vas y, en vez de encontrar el palo, te encuentras con una criatura súper asquerosa. En plan así delgada como un esqueleto, peluda de pecho para arriba y con una cara súper horrible con nariz de murciélago y todo. ¿Te imaginas?

Y luego va el monstruo ese asqueroso y... ¡ÑAM! Va y te come, Nomi. Lo sé, pequeña, no sería una historia agradable para ti, y ni mucho menos para mí. Yo me preocuparía por ver que no sales de la cueva y te llamaría y silbaría para que vinieses a mí, pero no aparecerías porque estarías siendo digerida por el monstruo capullo murciélago que te acaba de comer. Y me iría a casa llorando, ya que no entré en la cueva a buscarte, porque en las cuevas pasan cosas malas. Y me deprimiría, y estaría todo el día triste porque no estás conmigo, y discutiría -más- con mis padres y empezaría el insti sin ganas, y no estudiaría y todo sería un desastre”.

Hasta que un día, durante un recreo, me hiciese amiga de una friki gótica, simpática, pero siniestra, que me contaría una leyenda de la cueva y de un monstruo. Y entonces..., ¡ZAS! Me volvería súper obsesionada con el tema y estudiaría a fondo en plan posesa sobre el tema, como en las pelis de asesinatos cuando se ve al detective leyendo artículos en una biblioteca vacía. Y luego iría toda loca y decidiría montar un equipo matamonstruos con mi amiga gótica friki, y quedaríamos una noche para entrar en la cueva y matar al monstruo capullo murciélago. ¿Que por qué iríamos de noche y no de día? Pues porque de día tengo que ir al instituto, Nomi... Vaya preguntas que me haces...”

La perra volvió a gemir y comenzó a moverse inquieta en el sitio. “Vale, ya nos vamos”. Dana tiró el palo en dirección opuesta a la entrada de la cueva y Nomi salió disparada tras él. Antes de ir tras ella, Dana lanzó un último vistazo a la misteriosa cueva. “Hubiera sido una nueva vida interesante. Quizás, en un universo paralelo”. Y la joven partió tras su mascota abriéndose paso a través de los arbustos.

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