“¿Por qué haces esto?”, oyó
decir Hanzo. Este frunció el ceño y dejó de apartar la tierra
sobre la tapa del ataúd de madera sobre el que estaba de rodillas.
Alzó la mirada hacia lo alto y vio a Kayra de pie al borde de la
zanja que él acababa de cavar en la húmeda tierra del cementerio.
La joven lo miraba en silencio, con la pala del enterrador apoyada
sobre el hombro derecho.
―¿Por qué te paras? ―preguntó
la ladrona, con las estrellas de la noche parpadeando con fuerza muy
por encima de su melena negra con flequillo azul―. Ya casi lo has
conseguido.
―¿Has oído algo? ―preguntó
él, enjugándose el sudor de la frente.
Ella abrió los ojos todo lo que
pudo y negó rápidamente con movimientos de cabeza cortos.
―¿Ya estás escuchando
fantasmas, Hanzo? ¿Aparte de tener principios, tienes miedo a los
fantasmas? Debo reconocer que eres un ladronzuelo muy peculiar.
―No sé cómo diantres me has
convencido para esto...
―Deja de quejarte y abre esa
tapa de una vez. Fíjate, menuda pánfila. Si hasta tiene un corazón
tallado en la tapa. Aquí, todo tiene forma de corazón, hasta las
flores... ―y dio una patada a una de las que había florecido al
lado de la tumba.
Hanzo pasó de nuevo su mano
enguantada sobre la madera húmeda y apartó la tierra suelta.
Descubrió una forma de corazón roto tallada encima del ataúd. “No
quieres hacer esto. Es peligroso. ¿Por qué haces esto?”, volvió
a escuchar claramente Hanzo, pero esta vez no se dio por enterado
ante Kayra. Se trataba de una voz suave, casi imperceptible, pero
inconfundiblemente de mujer. Cada vez que la escuchaba, Hanzo notaba
como una brisa fría recorría el interior de su cuerpo y se extendía
desde sus oídos hasta ramificarse helada e implacable por cada una
de sus terminaciones nerviosas. “Será por el cansancio”, se
excusó mentalmente el ladrón, exhausto tras haber forzado la puerta
del cobertizo del enterrador, haber robado la pala, haber cavado en
la tierra y haber casi desenterrado la parte superior de la tumba de
“la dama del cementerio”.
―Venga, ábrelo ya ―apremiaba
Kayra, quien ya se cubría el rostro con su pañuelo negro para hacer
más llevadero el olor a podredumbre que pronto lo impregnaría todo.
Hanzo asintió, resignado. Se
elevó el pañuelo hasta el tabique nasal y tiró hacia arriba de la
mitad superior de la tapa. No consiguió abrir, pues el borde chocaba
con una piedra que sobresalía de la pared del hoyo, pero, tras unos
cuantos tirones, Hanzo consiguió que la tapa se abriese de par en
par y golpease contra la otra pared. Hanzo se puso de pie y apretó
el pañuelo contra la nariz. Bajo sus pies estaban los restos de la
dama. Sus pelo rubio todavía conservaba cierto esplendor apagado y
su rostro aún recordaba la belleza de un rostro angelical en vida.
Aun así, el rostro estaba seco y la piel arrugada y pegada al hueso
del cráneo. El corazón de Hanzo dio un vuelco y supo a ciencia
cierta que aquello que estaba haciendo era completamente incorrecto.
Alzó la mirada una última vez hacia Kayra, en busca de una señal
de esta para que se detuviera, para que no siguiera adelante. Sin
embargo, esta se puso en cuclillas, con un brillo avaricioso
destellando en su mirada. Alargó su mano hacia abajo y elevó
ligeramente el dedo anular.
―Ponme el anillo, Hanzo ―fue
todo lo que Kayra llegó a decir.
“No tienes por qué hacerlo”,
dijo la voz de nuevo. Hanzo miró de reojo hacia el cuerpo y se
aseguró de que aquellos labios resecos no eran los que pronunciaban
aquellas palabras. Desde los labios bajó la mirada por el hombro
hasta el brazo y llegó hasta la mano. Allí, reluciendo entre los
dedos despellejados, había un anillo que parecía estar hecho de
plata. Parecía brillar con luz propia y estaba decorado con un
dibujo de ramas y hojas entrecruzadas.
Hanzo se arrodillo y, muy
despacio, agarró el anillo con los dedos y tiró de él. Estaba
pegado a la piel reseca.
―No sale... ―trató de
excusarse él.
―Pues tira más fuerte... No
creo que ella vaya a quejarse.
“No lo hagas, por favor”,
insistió la voz.
Pero él tiró, llevándose
consigo algunos pedazos de la dama. Hanzo sintió un escalofrío y
salió de la tumba de un salto con el anillo entre sus dedos. Se
alejó varios pasos para huir del mal olor y se apoyó en la estatua
del ángel.
―¡Lo has hecho! ―gritaba
Kayra―. Has cogido el anillo, para mí ―chillaba, sin el menor
temor de que la escucharan.
Hanzo la agarró por los hombros
para que se calmara y guardara silencio, pero ella no dejaba de dar
saltos delante de él para que le colocara el anillo en el dedo.
―¡Basta, Kayra! Por favor,
guarda silencio. Estás llamando la atención.
―¡Venga ya! Aquí no hay
nadie, ya te lo he dicho. Venga ya. ¡Pónmelo!
“No lo hagas”, advirtió la
voz de la chica.
Pero Hanzo estaba cansado y
quería poner fin a aquella noche de una vez por todas, de modo que
deslizó el anillo en el dedo de la joven ladrona. Cuando ella sintió
el tacto del frío metal sobre su piel, dejó de saltar y ser quedó
mirando el anillo, con una sonrisa congelada y desconcertante.
―Gracias, Hanzo ―dijo, en
tono seco, y pasó al lado de este como si nada hubiese pasado. El
joven ladrón volvió la mirada atrás y observó la tumba abierta.
Apretó los labios y decidió volver para, al menos, volver a dar
sepultura a la dama. Cuando bajó a la tumba de un salto, el cuerpo
estaba tal y como lo había dejado. “Lo siento mucho”, pensó él.
Y cerró la tapa para luego echar las paladas de tierra.
Con el trabajo terminado, Hanzo
se apresuró a marcharse del cementerio detrás de Kayra, para no
perderle la pista. Detrás de él, dejó una tumba cerrada y cubierta
de tierra sobre la que brillaba una estrella celestial. La estrella
de un alma pura y blanca, a la que Hanzo no había hecho el menor
caso.
El alma de la dama del cementerio
trató de advertirle desde el Alto firmamento, pero el ladrón no la
escuchó.
Y allí retumbaron sus palabras
de advertencia, en el cementerio solitario, repitiendo una y otra
vez: “Pobre, pobre, pobre Kayra”.
x_x
ResponderEliminarUn fantasma... Al final, apareció un fantasma...
Definitivamente, no me gusta Kayra. Y él es un bobo por no escuchar las advertencias de la mujer. Porque, sea lo que sea de lo que le advertían, parece que les va a pasar factura.
Muy bueno, como siempre :)
¡Un abrazo!
¡Hola, Carmen! Pues sí, apareció un fantasma al final, pero su historia la contaré la semana que viene. :)
EliminarMe alegro mucho de que te esté gustando. Con esta historia intenté unos personajes un poco distintos, que no fueran la pareja perfecta: ella es un poco manipuladora y él es un poco pelele. XD
En fin, a ver cómo terminan. ^^
Un abrazo muy fuerte, Carmen. y perdona por la tardanza en responder.
:D
XD Un poco pelele... XD Además de verdad... ;)
EliminarMe voy a ver cómo termina este lío en el que les has metido. ¡Hasta ahora!