jueves, 5 de febrero de 2015

Grietas en el cielo (Segunda parte de tres)

No debió haber venido”, pensó Atelier, todavía a cubierto tras el muro mohoso y con la mirada fija hacia el lado contrario al de Sonia. Estaba convencido de que su carga de responsabilidad de aquella mañana se había duplicado, ya que ahora Atelier no solo tenía que llevar a cabo el ataque con éxito, sino que además tenía que preocuparse de que no mataran a la novia de su amigo Eric.

Desde que Sonia y Eric habían empezado la relación, Atelier ya no veía a su amigo con tanta frecuencia como antes. Ya apenas quedaban para tomar unas cervezas en la cantina del campamento después del turno de Eric inventariando los suministros del almacén. Sin embargo, aunque a Atelier le molestaba haber dejado de verse con el mejor amigo que había hecho después de que los ataques comenzaran, en el fondo se alegraba por él, pues suponía que su relación con Sonia estaba yendo bien y ambos eran felices juntos. Así, pasaron semanas y se sucedieron los ataques enemigos hasta que, para la refriega de aquella mañana, asignaron a Atelier como compañera a una combatiente novata a quien, de repente, se le había despertado el ansia de luchar por la raza humana. Atelier no supo qué decir cuando se encontró con Sonia debajo de aquel casco militar destrozado.

Atelier vigilaba ahora el cielo matutino mientras ella comprobaba, por segunda vez consecutiva, que llevaba los tres proyectiles del lanzacohetes en la bolsa que llevaba cruzada sobre el pecho. La joven se mantenía en silencio, pero sabía con absoluta seguridad lo que estaba pensando Atelier.

Estoy cumpliendo con mi deber, Atelier. Como todos.

Ahora no es momento, Sonia...

Sí, Atelier. Es ahora o nunca. Vamos a salir ahí a jugarnos la vida, y tenemos que confiar el uno en el otro. Yo soy dueña de mis propias decisiones, y Eric tiene que entenderlo. Él no es quien para prohibirme luchar.

Déjalo ya, ¿quieres? Ya estás aquí, ya lo has conseguido. Enhorabuena. Ahora cierra la boca y no te alejes de mí cuando empiece el meneo. Y, por lo que más quieras, mantente con vida, o Eric me arrancará la cabeza si vuelvo sin ti.

A Sonia se le encendieron las mejillas y sintió unas poderosas ganas ardientes de dejarle las cosas claras con Atelier. Empezaba a hartarse de que la tratasen como una niña caprichosa que necesita constantemente que la protejan de sus propias decisiones. Hizo ademán de contestar enérgicamente al chico, pero, de pronto, se le erizaron los pelos. El ataque estaba a punto de empezar. Apoyó la espalda contra el muro, al tiempo que Atelier le indicaba con la mano que se agachase. Este se acomodó la correa del arma sobre el hombro y continuó observando el cielo que se extendía muy por encima de su cabezas.

Algunas grietas brillantes ya empezaban a rasgarlo. Dos de ellas, se dilataban sobre la zona industrial, humeante a causa de los incesantes ataques de los días anteriores. Una tercera, empezaba a expandirse sobre los esqueletos de los rascacielos del centro. Y varios puntos luminosos dejaban adivinar que por lo menos se abrirían tres grietas más en la zona residencial evacuada de la parte alta de la ciudad. Tras el recuento, Atelier se agachó junto a Sonia.

Vale, va a haber por lo menos siete grietas. Será un día movidito. Lo intentaremos primero con la del centro, la que tenemos más cerca. ¿Vale?

Sonia entornó los ojos, apretó los dientes y asintió, tragándose las ganas de discutir. Atelier captó con total claridad el enfado de ella. Sin mediar palabra alguna, la joven se dirigió a la moto aparcada y la puso en marcha. Atelier subió atrás y ambos pusieron rumbo al centro de la ciudad. El motor de la moto de motocross no era precisamente silencioso, pero aquel resultaba ser el medio de transporte más rápido para desplazarse entre los escombros, los coches destrozados y los pasos estrechos. Mientras avanzaban entre edificios destrozados, desde arriba comenzaron a impactar proyectiles explosivos enemigos, con su particular fulgor rosáceo iluminándolo todo. Uno de ellos detonó justo delante y lanzó una lluvia de trozos de hormigón sobre los dos combatientes. Sonia reaccionó y sorteó la polvareda de la explosión metiéndose por un callejón. Atelier sujetó el arma con un brazo y con la palma de la otra mano señaló hacia la izquierda. Sonia se dirigió hacia allí, ascendió por un montículo de escombros hasta entrar en los restos de un edificio de oficinas y saltó a través de una ventana destrozada del primer piso para caer sobre la pendiente inclinada de un muro de ladrillos derribado. Dio un frenazo, dejando que la rueda trasera trazara un surco en la piedras del asfalto agrietado, y enfiló la recta de la avenida principal de la urbe en dirección a la grieta del cielo que se abría cinco manzanas más allá.

Al llegar a la última esquina antes de ella, Sonia se detuvo y paró la moto a cubierto tras el muro. Ambos se bajaron sin perder ni un segundo y pegaron sus espaldas a la pared. Arriba, a la altura de la azotea del edificio de enfrente, la grieta empezaba a dar paso a su primer proyectil, que ya salía lentamente para encarar su objetivo. Era el momento perfecto para reventar el proyectil enemigo en el umbral de la grieta y así tratar de destruirla. Si lo conseguían, sería la primera victoria desde que la guerra había comenzado.

Tú lo has dicho, Sonia ―confesó Atelier―. Es ahora o nunca.

La joven cargó el primer proyectil en el arma de Atelier, avisó a este de que ya estaba el arma preparada con dos golpes en su casco, y este apretó el gatillo para que el proyectil explosivo saliera disparado del lanzacochetes. Un rastro humeante se trazó rápidamente en el aire y ascendió hasta que llegó por encima de la azotea e impactó de lleno en el fuego rosáceo que sobresalía de la grieta. Sonia mantuvo la vista clavada en el cielo, con ojos atentos a lo que estaba a punto de suceder. El proyectil enemigo explotó y convirtió la grieta del cielo en un boquete luminoso del que comenzó a manar un líquido rosáceo refulgente que empezaba a chorrear por el edificio. Sonia gritó de euforia. Parecía que habían conseguido destruir la grieta. La alegría hizo que se olvidara momentáneamente de su enfado con Atelier, y quiso celebrarlo con él con un abrazo. Pero para cuando miró a Atelier, este no sonreía.

2 comentarios:

  1. ¡Vaya! ¡Parece que al final han conseguido darle a lo que sea que sean esas grietas! Pero... ¿por qué Atelier no sonríe de euforia como Sonia? Mmm... creo que algo malo está a punto de suceder, ¿o quizá no? Por cierto, la parte en que sale el pringue y resbala por el muro, está muy lograda.
    Jo, ¡¡otra vez me dejas con los nervios a flor de piel!! T-T jejeje
    Me ha gustado mucho, aunque he de reconocer que al principio me he liado un poco, porque me había parecido que Atelier era una chica. Pero es un chico, ¿no? Por lo demás, genial, como siempre ;)
    ¡Ya espero el próximo! ^^
    Un besote.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Hey, Carmen! Muchas gracias por tus palabras. ¡Con esta historia me estoy dejando llevar, y a ver cómo acaba! Jejejeje. Y tienes razón con lo del género de Atelier, porque el nombre no lo deja claro. ^^ Gracias por comentarlo, y así tendré presente esas cositas en próximas historias.

      ¡Muchas gracias! ¡Un abrazo fuerte y un besazo!

      Eliminar