Flora sacó una bolsa de plástico del bolso. Era pequeña y con cierre
hermético. El padre de la muchacha entornó los ojos, tratando de
identificar aquellos pequeños puntos verdosos que se encontraban en
el interior.
―¿Qué es eso…?
―preguntó,
un poco desconcertado.
La joven sacudió la
bolsa entre sus dedos y luego la depositó en la curtida palma de la
mano de su padre. Este acercó la bolsa a sus ojos y entonces pudo
distinguir siete semillas verdes que, sueltas, parecían danzar
dentro del plástico.
―Pero si solo son
semillas ―replicó,
decepcionado de tan solo haber encontrado unos objetos tan vanales.
Aunque lo cierto era que no llegó nunca a reconocer de qué tipo de
semillas se trataba―.
¿Y este es el regalo que te ha dado esa madre Tierra?
Flora reconoció un
tono de suave reproche en las palabras del anciano. Apretó los
labios y se dejó caer en su asiento hasta apoyar la espalda en el
respaldo.
―No me cree,
¿verdad, padre?
―Pero, hija… Me
alegro enormemente de verte de nuevo. Hoy me has hecho uno de los
hombres más felices de este desdichado planeta, pero… ―dudó―.
Por lo que me has contado, temo por ti, hija mía. Esas historias de
Aidan de que hablas con la Tierra…
―Padre…
―No, Flora. Creo
que ese tal Aidan te está llenando la cabeza de pájaros. No creo
que sea alguien positivo para alguien como tú. ¿Cómo esperas que
tome en serio a alguien que te convence de que has hablado con la
Tierra…? Es… simplemente es…
―Padre, fuiste tú
mismo quien me encontró brotando de la tierra como si de pequeño y
débil arbusto se tratase. Fuiste tú quien consoló mis lágrimas
verdes cuando lloraba por las noches. Fuiste tú quien ocultaba mis
heridas con vendas para que nadie se percatase de que mi sangre no
era roja. ¿Y ahora te extraña que entre en contacto con el ser que
me ha dado la vida misma?
―No
me malinterpretes, Flora. Por favor. No dudo de ti. Dudo de las
intenciones de ese novio tuyo.
―Está aquí,
padre ―interrumpió
ella―.
Aidan ha venido conmigo. Está en la entrada del camino de tierra,
esperando en el coche a que le diga tu respuesta.
El anciano no supo
qué decir. En su corazón, sintió un vuelco. Estaba asustado, sus
articulaciones estaban desgastadas y sus músculos habían perdido el
vigor de antaño. Ansiaba hacer frente a Aidan, pero temía que ya
apenas podría hacer otra cosa que no fuese gritarle o mirarlo con un
marcado gesto de desaprobación.
―¿Mi respuesta?
―quiso
saber él―.
¿Mi respuesta a qué?
Flora suspiró
profundamente y cogió la bolsa con las semillas de la mano de su
padre. La sostuvo en alto para que su padre la viera.
―Este es el
futuro, padre. Madre Gaia nos ha regalado una segunda oportunidad.
El padre negó con
la cabeza.
―No entiendo,
Flora…
―Gaia habla claro,
pero casi nadie la escucha. Su mensaje es poderoso, pero para la
humanidad se diluye en las corrientes del viento. Pero en este
momento, por fin, su determinación es clara, y ha puesto en marcha
su plan conmigo y con Aidan. Con nosotros dos. Somos los nuevos Adán
y Eva, padre. Aidan y yo. Nosotros juntos seremos los padres de una
nueva era que traerá de nuevo el equilibrio de vuelta al planeta.
¿Te imaginas? No más contaminación, no más calles asfaltadas, no
más prisas, ni más malas caras o edificios de cemento. Un nuevo
comienzo con tan solo naturaleza y vida. Mires por dónde mires, todo
será equilibrio, armonía y paz. Nada de ambiciones ni abusos de
poder. Todo verdor y la presencia de nuestra madre Gaia acaparándolo
todo.
―Sigo
sin comprenderte, hija…
―Pues usted juega
un papel fundamental en el plan, padre ―volvió
a sacudir la bolsita en el aire―.
Aidan y yo no podremos con todo solos. Necesitamos a nuestros
hermanos y hermanas ―la
bolsita con semillas de pronto cobró sentido para su padre―.
Y por eso hemos venido a tu granja, padre… Aidan y yo. Necesitamos
plantar en tus tierras, las mismas tierras que me dieron a luz. Así,
Aidan, yo y nuestros hermanos y hermanas podremos recoger dentro de
poco la cosecha de una nueva era de esperanza.
¡Vaya! Así que son ni más ni menos, que los nuevos Adan y Eva. Lo que me queda la duda de saber cómo conseguirán crear ese magnífico mundo. Me encanta la idea de un mundo verde como el que Flora relata, pero... ¿y la humanidad? ¿Seguirá existiendo? Mmmm... ¡Me has dejado con más dudas! jejeje
ResponderEliminarUn gran relato, Aio ^^
¡Besos y hasta la próxima historia! ;)
Muy buenas preguntas, Carmen. Supongo que no hay lugar para la humanidad en el plan de Flora y Aidan. ^^
EliminarMuchísimas gracias por tu comentario. Los valoro enormemente y me animan a seguir.
¡Muchos besos y te seguiré leyendo!