jueves, 15 de enero de 2015

Flora (Segunda parte de tres)

Su padre, incrédulo ante lo que acababa de escuchar, se separó lentamente en el abrazo a su hija y la miró a través de sus lágrimas con gesto de incomprensión.

¿Cómo que has encontrado a “otro como tú”?


Flora tenía los ojos húmedos. Las lágrimas de emoción que comenzaron a brotar de ellos eran de un tenue color verdoso. En sus mejillas, dejaron un rastro de ese mismo color, que descendía desde los párpados hasta las comisuras de sus labios.

Otro como yo, padre ―asintió ella, orgullosa―. Otro nacido de la Tierra.

Pero... ¿es eso posible? ―a su padre le costaba creerlo―. Tú eres mi regalo, Flora. La dulce niñita que me regalaron los Altos entre el trigo hace más de veinte años para superar la pérdida de Gladis. No... no es posible que exista alguien más como tú. ¿Cómo es que estás tan segura de eso?

Es como yo, padre. Su sangre es como la mía ―la chica enjugó sus lágrimas verdosas con la punta de sus dedos―. Incluso sus lágrimas también son como las mías. Él es igual que yo.

Flora enseñó la punta de sus dedos a su padre y este observó la pigmentación verdosa danzando dentro de cada lágrima. Pero su padre no le prestó atención. Le seguía retumbando una sola palabra dentro de la cabeza: “él”.

Entonces..., se trata de un chico. Un chico... nacido de la Tierra... ¿Como tú?

Sí, padre. Aidan es como yo ―al mencionar su nombre, la sonrisa de Flora cambió, irradiando plena felicidad, una sonrisa inconfundible para los ancianos ojos de su padre. Su niña estaba feliz―. ¿Y ese tal... ese chico es tu...?

Flora parpadeó y asintió.

¿Y desde cuándo sois...?

Desde el momento que nos vimos. Fue una atracción inevitable, como si fuésemos imanes que se atraen sin importar la distancia. Fue como si estuviésemos predestinados a encontrarnos. Y cuando hablamos por primera vez, fue como si nos conociésemos desde antes de nacer.

El anciano cambió su postura en el sofá. Sorbió el moco y perdió la vista al frente, deambulando dentro de su mente y suplicando por que ese tal Aidan no tratase de aprovecharse de su querida e inmaculada Flora.

¿Estás segura entonces de que es como tú? Los chicos pueden ser mentirosos y muy crueles, Flora.

No se preocupe, padre. Sé que no me miente. He visto con mis propios ojos cómo su sangre verde fluía sobre su piel ―respondió ella, en un tono firme para tranquilizar a su padre―. Sé que está preocupado, padre, pero no hay motivo para ello. Aidan es bueno, y me está ayudando a saber mejor quién soy.

¿Y cómo lo consigue? ¿Qué te ha dicho ese tal Aidan que te hace sonreír como cuando tenías cinco años?

Aidan me ha enseñado a hablar con ella ―su padre frunció el ceño, no comprendía a quién se refería―. Con Gaia, con la Tierra misma... con mi madre, padre. Aidan me ha enseñado a hablar con mi madre ―y Flora cogió su bolso de la mesita y dio unas palmaditas sobre él―. Y aquí traigo el regalo que madre Gaia nos ha dado.

2 comentarios:

  1. ¡Oh! ¡Qué interesante! ¡Y qué bonito! Así que son hijos de la misma tierra... Vaya, vaya... ¿Y qué será lo que les ha regalado? No se me pasa por la cabeza qué podría ser...

    Me ha hecho gracia la parte en que dices:
    "Le seguía retumbando una sola palabra dentro de la cabeza: “él”. "
    Jejeje Cómo sois los hombres, eh?? XD

    Ya espero con muchas ganas el desenlace. ¡Un besote, Aio! ^^

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Muchas gracias por el comentario! Jejeje. Supongo que el padre de Flora se preocupa mucho por su pequeña y no quiere que le hagan daño. Habrá que conocer mejor a ese tal Aidan, supongo. :P

      ¡Un beso, y gracias de nuevo!

      Eliminar