No hubo ningún aviso. No dieron
ninguna rueda de prensa para prevenir a la población de lo que se le
venía encima. Ni siquiera apareció ningún elegante presentador de
informativos explicando lo que estaba a punto de suceder. Nadie dijo
nada en ningún momento, y aún a día de hoy no se sabe a ciencia
cierta si fue un silencio premeditado, o simplemente fue el resultado
de un fatídico caso de ignorancia multitudinaria. Fuera como fuese,
quizás la ausencia de información resultó ser lo más adecuado
para que el pánico no cundiera por doquier. Sin embargo, aunque el
silencio había sido absoluto, este poco pudo hacer para ocultar la
evidencia que mostraba el cielo, y algunos empezaron a extrañarse de
que aquella peculiar estrella brillase tanto, incluso de día.
La realidad fue tomando forma
conforme pasaban las horas de aquella mañana de martes de octubre.
Al principio, empezó siendo uno de los temas más comentados en las
redes sociales. Personas de casi todo el planeta se aventuraban a dar
sus hipótesis para explicar por qué aquella estrella brillaba
tanto. “Es Venus”, decían unos. “Se trata de la luz del sol
reflejada en la estación espacial”, refutaban otros. “Es
simplemente los restos de un satélite abandonado”, apuntaban unos
cuantos. No pasó mucho tiempo hasta que algunas páginas webs se
hicieron eco del debate, y pronto la noticia del extraño cuerpo
brillante saltó a las versiones digitales de los diferentes diarios.
Al principio, no era más que una pequeña noticia al margen. Los
internautas se topaban con ella mientras revisaban las últimas
noticias del día o mientras rebuscaban las declaraciones de los
entrenadores de fútbol. Pero casi nadie entraba en la noticia de la
estrella. Para la mayoría, simplemente se trataba de otra noticia
científica más sobre un cuerpo celeste que no importaba a nadie.
“Otra inútil noticia científica para rellenar, nada más”.
Yuri fue uno de los pocos que
sintieron curiosidad por esa noticia aquella mañana. Leyó que el
revuelo, que se había levantado en la red, había alertado a las
principales agencias espaciales y estas habían emprendido
investigaciones con carácter urgente. “Nos ha pillado por
sorpresa”, reconocía el responsable del telescopio de Última
Thule. “No teníamos constancia de la presencia de este cuerpo
hasta que se ha vuelto visible ante nuestras mismas narices”. En la
noticia, Yuri leyó que, cuando se le preguntaba al experto por una
posible explicación, este respondía simplemente diciendo que “no
hay de qué preocuparse, probablemente sea un cometa que está de
paso por nuestro barrio”. A Yuri no le satisfizo aquella respuesta.
Pensó que era una manera elocuente de decir que no tenían ni idea.
De modo que apagó la tableta y levantó la mirada para ver la
carretera por la ventanilla. El autobús estaba a dos paradas de la
suya, de modo que guardó el aparato en su bandolera y se mentalizó
para la jornada de trabajo que tenía por delante.
Todavía no había llegado la
hora del almuerzo, y Yuri empezó a notar el ambiente un poco extraño
en su oficina. Cada vez que levantaba la mirada de su escritorio,
veía corrillos de empleados cuchicheando, otros consultando el móvil
con gesto de preocupación en sus caras, e incluso algunos otros
habían salido corriendo de buenas a primeras. Desde la distancia de
su asiento, pudo escuchar algunas palabras sueltas de las
conversaciones. “Acaban de decir que no pasa nada”, le oyó decir
a unos compañeros de trabajo que pasaban al lado de su cubículo.
“Han dicho que pasará de largo, y no chocará”.
Yuri frunció el ceño y perdió
la mirada en los dibujos de la madera de su mesa. “¿Será
posible?”, se preguntó a sí mismo. Echó un vistazo alrededor en
busca del supervisor de su sección. Lo vio a través de la ventana
del área de descanso, dialogando algo acaloradamente con un grupo de
empleados que parecía estar dispuesto a abandonar el puesto de
trabajo. Yuri aprovechó que su supervisor no lo estaba vigilando y
abrió el navegador de su ordenador. Tecleó la dirección del
periódico digital, y allí encontró el titular, a toda página.
“Alcyon chocará contra la
Tierra”.
Yuri leyó la noticia por encima,
con ojos ansiosos de encontrar alguna parte de la noticia que calmara
su creciente inquietud. Pero, cuanto más leía, más cierta y
horrible se volvía la realidad. Incrédulo, tecleó la dirección de
otro periódico digital en busca de otro titular diferente.
“Rumbo de colisión”.
“Catástrofe inminente”. “El fin de todo”... Y los titulares
continuaban en la misma línea en todos y cada uno de los demás
diarios que Yuri consultó.
Esbozó una sonrisa sin saber por
qué. “¿Está pasando esto de verdad?”. Miró a su alrededor y
vio el miedo en las caras de todos a su alrededor. Muchos se
limitaron a coger sus abrigos y salir a la carrera por la puerta. El
supervisor trató de detenerlos, pero pronto él también fue uno de
los que salieron corriendo. Yuri tardó en reaccionar conforme se iba
quedando solo en la oficina. Leyó las palabras en negrita de la
noticia que había quedado abierta en su monitor:
“Menos de veinticuatro horas...
¿Qué haréis con ellas, humanidad?”.
“Nelli”, pensó
inconscientemente. De repente, Yuri solamente podía pensar en el
nombre de ella.
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