jueves, 11 de septiembre de 2014

Debajo de la cama

Jack no tenía ni idea de quién estaba dejando las cajas de cartón debajo de su cama. Pero cada mañana, cuando se despertaba, allí había una nueva caja vacía esperándole. Eran cajas pequeñas, como de zapatos, y no tenían absolutamente nada dentro, ni tampoco tenían nada impreso: ni un logo, ni una marca. Tan solo era cartón que no albergaba nada en su interior.

La primera vez, Jack supuso que había sido un mero despiste. “Una caja que olvidé ahí abajo hace tiempo”, pensó, sin darle mayor importancia que la que se le da a un despiste cotidiano. Al día siguiente, mientras buscaba su zapatilla izquierda, volvió a mirar bajo la cama, y allí se topó de nuevo con el cartón de una caja. Jack sonrió. “Juraría que te tiré a la basura ayer”, comentó para sí mismo. Aplastó el cartón, y, cuando abrió la tapa del cubo de basura de la cocina, descubrió los restos de la que había tirado el día anterior. Volvió a sonreír y negó con la cabeza, sorprendido de no haber visto la segunda caja el día anterior.

Al tercer día, Jack ya no sonrió. ¿Cómo era posible que hubiese otra caja por tercer día consecutivo? Se aseguró, y comprobó el cubo. Allí seguían estando los restos de las dos cajas anteriores. Desconcertado, decidió amarrar la bolsa de basura y llevarla al contenedor. Al regresar a su apartamento, Jack no pudo controlar su inquietud y examinó la cerradura de la puerta. La revisó concienzudamente, pero no encontró signos de que nadie la hubiese forzado para colarse en su casa. De todas maneras, aunque los hubiese encontrado, sabía que la hipótesis de un posible intruso no tendría sentido. ¿Quién se iba a colar en su casa tan solo para dejar una caja de cartón vacía debajo de su cama? No tenía ningún tipo de lógica.

Aquel tercer día, Jack estuvo inquieto durante todo el rato. Llamó por teléfono a sus padres, a sus amigos, e incluso fue capaz de llamar a algunas de sus ex a las que les había hecho alguna copia de la llave. Pero todos sus contactos reaccionaban de la misma forma: “te estás burlando de mí o qué”. Cuando escuchaba ese comentario, Jack les seguía el juego para no quedar como un auténtico tarado, aunque algunas de sus ex simplemente se limitaron a mandarlo a la mierda y colgar inmediatamente el teléfono.

Por la noche, a Jack le costó conciliar el sueño. De vez en cuando, se asomaba bajo la cama para comprobar si había aparecido alguna caja nueva. De madrugada, el cansancio pudo finalmente con él, y Jack pudo dormir, aunque lo hizo a intervalos, despertándose continuamente para echar un nuevo vistazo.

Lo despertó la luz del sol que entraba por la ventana. Tan pronto se dio cuenta de que ya era un nuevo día, se abalanzó para comprobar si había una caja nueva. Y allí estaba la cuarta caja, que terminó en el contenedor de la basura donde habían acabado las anteriores.

Los días pasaron y, con cada amanecer, Jack se encontraba una nueva caja debajo de su cama. En su mente se le ocurrió que quizás él fuese sonámbulo y fuese él mismo quien colocaba las cajas. “Pero, ¿de dónde voy a sacarlas?”, pensaba. Jack no lo entendía. De modo que una noche, probó dejar la cámara web de su portátil grabando toda la noche. A Jack le costó dormir con la luz encendida, pero soportó esa incomodidad para que la grabación saliese lo mejor posible

Al amanecer, lo primero que hizo fue comprobar si había una caja nueva. Cuando la vio, fue raudo a visionar la grabación de la cámara. El vídeo comenzó con él enseñando los bajos de la cama, en los que no había nada. Luego, se veía a él metiéndose en la cama y acomodándose entre las sábanas. Jack observaba la pantalla con atención e hizo clic en el avance rápido. Su cuerpo se acomodaba de un lado para otro encima del colchón mientras dormía, pero no observaba nada extraño a su alrededor. Pronto en la pantalla, la oscuridad que se veía por la ventana de la habitación empezó a clarear, y Jack se vio a sí mismo despertándose por la mañana para detener la grabación. El vídeo había terminado. Decepcionado por no haber encontrado ninguna respuesta, Jack se quedó un rato sentado en el suelo observando la nueva caja debajo de la cama. En la grabación no apreció nada fuera de lo común: nadie había entrado, y él no se había levantado inconscientemente. ¿Cómo había aparecido entonces aquella caja nueva? Por mucho que pensó, no se le ocurrió nada.

Pero la caja estaba ahí, como cada mañana.

Jack empezó a hartarse, de modo que esta vez no quitó la caja, sino que la dejó debajo de la cama y se marchó al trabajo. Cuando regresó, trató de no pensar en ella y se obligó a sí mismo a no mirar debajo de la cama. Fue difícil controlar la incertidumbre, pero se sobrepuso a sus impulsos e incluso fue capaz de dormir en la cama sin echar ni un solo vistazo bajo ella.

A la mañana siguiente, la curiosidad pudo con él y miró debajo de la cama. La misma caja seguía estando justo donde la había dejado. Pero esta vez estaba abierta.

Jack la recogió con cuidado y miró en su interior. Dentro solo había un pedazo de papel en blanco.

Frunció el ceño y soltó la caja inmediatamente, como si se tratara de algo antinatural y terrorífico. Durante unos segundos se quedó quieto, de pie, contemplando la caja en el suelo y el papel a su lado. Entonces, a Jack se le ocurrió algo. Cogió un rotulador del escritorio y recogió el papel del suelo.

¿Quién eres?”, escribió en el papel.

Metió el papel en la caja. La cerró. Y la volvió a dejar debajo de la cama.

Esa noche, Jack no durmió. Se quedó toda la noche en vela, vigilando. Con el primer rayo de sol que detectó, se dejó caer de rodillas al lado de la cama y cogió la caja.

La abrió y cogió el papel de su interior. Era un trozo de papel diferente, era amarillento y parecía haber envejecido durante años bajo un sol ardiente. Tenía algo escrito con una caligrafía sinuosa que claramente no era la de Jack. Este apenas pudo contener el latido desbocado de su corazón asustado cuando leyó lo que estaba escrito:

Yo soy mejor que tú”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario