―Espero que tenga respuestas
para mí ―deseó el presidente, reclinándose en su asiento de
cuero negro―, porque estoy harto de dar largas a la prensa y a todo
el mundo.
Rachel Engel estaba sentada justo
frente a él, al otro lado de una amplia mesa que marcaba claramente
la distancia que existía entre el mandatario político y la jefa del
comité de investigación. En el fondo de sí misma, podía asegurar
sin ninguna duda que el líder de la nación no iba a estar nada
conforme cuando conociera los resultados a los que había llegado
ella y su equipo. Disimuló su incomodidad tomando aire despacio y se
mantuvo quieta en su asiento, soportando las ganas de modificar mil
veces la postura. No quería mostrar la más mínima señal de
nerviosismo. Se limitó a asentir con la cabeza, sin percatarse de
que el silencio estaba durando más de lo debido.
―Parece que han escrito un
informe bastante completo sobre esa cosa ―comentó el presidente, y
luego se inclinó hacia delante para coger el documento y pasar
rápidamente sus hojas―. Como usted comprenderá, doctora...
―Doctora Engel... Rachel Engel.
―Como usted comprenderá,
doctora Engel, cuando usted insistió tanto en verme con tanta
urgencia pensaba que tendría respuestas directas para mí, no que me
iba a entregar un mero informe. Bueno..., ahora no tengo ni tiempo ni
ganas de ponerme a leer un trabajo de doscientas páginas como este―
“en realidad, son quinientas”, pensó Rachel, sin decir nada―.
De modo que, si no le importa, iré al grano y le preguntaré
directamente. Y, por lo que más quiera, no vaya a marearme con
palabrería científica que solo usted comprende. Sea clara y dígame,
por favor y de una vez por todas: ¿qué rayos es esa cosa?
―Lo cierto, señor, es que...
todavía lo desconocemos.
El presidente se mantuvo
estático, con las manos cruzadas ante su barbilla. Parpadeó varias
veces, como si tratara de comprender algo incomprensible.
―¿Es usted consciente de que
han pasado más de seis meses desde que esa cosa apareció en el
cielo?
―Sí, pero si me permite...
―¿Es consciente de que usted y
su equipo han tenido casi el mismo tiempo para investigarlo... para
estudiarlo con los mejores equipos de los que disponemos y, aun así,
me viene con lo de que “lo desconocen”? ¿Y para esto hace que
venga aquí y altere toda mi agenda?
―Pero, señor, la realidad es
que...
―Ni realidad ni gaitas,
doctora. Está en juego mi reputación y la de toda mi legislatura.
Tengo a todo el mundo detrás de mí, día tras día, preguntándome,
acosándome y echando la culpa de algo de lo que ni siquiera tengo la
culpa. La oposición no deja de hostigarme por la lentitud de la toma
de decisiones y no paran de echarme en cara que a estas alturas no
haya desarrollado ningún tipo de plan de contingencia ni de
evacuación. La gente está nerviosa y empieza a haber altercados y
disturbios. ¡Y usted, que tenía la tarea de esclarecer el asunto,
me viene con el cuento de que no sabe qué es esa cosa! ¿Y para eso
he dado fondos a su estudio? ¿Para que me diga algo que ya sé? ―el
presidente cogió con desprecio el informe y lo lanzó sobre la mesa
delante de la doctora―. ¿Entonces a qué vienen tantas páginas?
¿Para qué se han molestado en escribir tanto? ¿Para decir al final
que no tienen ni puñetera idea?
Rachel se sintió empequeñecida
y abrumada. Había conseguido enfadar al presidente de todo el país.
Habría jurado que su carrera había tocado a su fin justo en ese
preciso momento. Temblorosa, se acomodó las gafas sobre el puente de
la nariz y mantuvo la mirada gacha mientras recibía la reprimenda.
―¿Y encima se va a quedar ahí
callada como una niña pequeña? Con todo el dinero que les he dado,
al menos tenga la decencia de decirme por qué rayos todavía no
saben qué es esa cosa.
―Es imposible saberlo, señor...
―¿Cómo que imposible? ¿Por
qué es imposible? No justifique su incompetencia con esa excusa,
doctora. Verá, ahora que la veo, no tengo ni idea de cómo ha
conseguido tener una carrera tan brillante como la suya, y lamento la
hora en que me la recomendaron como la mejor para el puesto. Doctora,
me ha hecho perder demasiado tiempo y dinero, cuando otro equipo
podría haberme dado respuestas. Alguna respuesta, al menos.
―Ya no importa a quién se lo
encargue, señor. Cualquier otro equipo en mi situación hubiese
llegado a las mismas conclusiones.
―¿Y la conclusión es un
simple y llano “no sé”? Mi nieto de cinco años me hubiese dado
esa misma respuesta, doctora. No juegue con mi paciencia, porque,
ahora mismo, es un recurso escaso.
―Señor, si me permite
explicarme ―Rachel alzó tímidamente la mirada y volvió a
acomodarse las gafas―, es imposible obtener datos fiables del
estudio del ovni.
―¿Ovni? ¿Cómo que ovni?
¿Acaba de decirme que no sabe qué es y ahora me dice que esa cosa
viene de otro planeta?
―Señor, el término ovni no
implica necesariamente que ese objeto provenga de otro planeta. Con
ese acrónimo solo se destaca una realidad innegable, es decir, que
se trata de un objeto que vuela y que es desconocido.
―Me da igual, doctora. La
semántica no me preocupa ahora mismo. Nada de nada. Me preocupa más
que se justifique cuanto antes, antes de que la invite amablemente a
abandonar mi despacho y desaparecer de mi vista.
―Verá, señor. Desde que
empezamos a estudiar el ovni, nos encontramos con un obstáculo que
se volvió insalvable con el tiempo. Y ese obstáculo fue que
nuestros instrumentos de medida no detectaban su presencia. Al
parecer, el ovni no emite ningún tipo de emisión de gases ni de
onda. Es invisible para el radar y no ofrece radiación térmica ni
emite ondas electromagnéticas. Incluso cuando nos dispusimos a
estudiarlo con sistemas láser para determinar sus dimensiones y su
altura, el láser era incapaz de detectar su superficie. El haz lo
atravesaba como si tan solo hubiese aire en su volumen. Es como si no
existiese.
―¿Qué me está tratando de
decir, doctora? ¿Que ese ovni no existe? ¿Que es una alucinación o
alguna estupidez de esas?
―Sí que existe, señor.
Durante la experimentación, descubrimos algunas cosas que parecían
entrar en contacto con él. Una de ellas es la luz natural. De hecho,
por eso mismo el objeto es visible. Refleja la luz. Incluso, cuando
los drones se han aproximado para grabar de cerca, se puede apreciar
cómo la superficie cromada del ovni refleja la imagen del dron en el
fuselaje.
―Fascinante... Refleja la luz.
Eso también lo sabía, doctora.
―Otra sustancia que parece
reaccionar cerca del ovni es el agua. Grabaciones de días lluviosos
demuestran que el agua que cae a veces es atraída o repelida por el
objeto. Cuando un dron ha acercado una cantidad de agua al ovni, unas
veces atrae al dron, y otras lo repele. Incluso hemos llegado a
perder dos vehículos a causa de la fuerza con la que los repele.
Quizás este hecho esté relacionado con la fuerte tormenta que hubo
el día que apareció.
―Estupendo... ―el presidente
apoyó los codos sobre la mesa, y suspiró profundamente
decepcionado―. Una última cosa, doctora. Usted es consciente de
que este es un tema delicado, y la población tiene miedo. No saben
qué va a ocurrir. Nadie lo sabe. Y una evacuación masiva como
medida de prevención tendría... repercusiones gravísimas en las ya
de por sí escasas arcas públicas. Sobre todo si al final se
demuestra que esa cosa es inofensiva. Dígame, ese ovni..., ¿tiene
alguna idea de si es potencialmente peligroso?
―Puede llegar a serlo ―Rachel
supo camuflar mejor su desconocimiento esta vez―. Mientras no se
disponga de datos fiables, no se puede afirmar ni negar nada
tajantemente. De manera que es recomendable ponerse en lo peor y
proceder a una evacuación de las proximidades. Y recomiendo llevarla
a cabo con urgencia y del modo más discreto posible.
―¿Por qué cree eso?
―De la misma manera que
nosotros hemos estudiado el ovni, o lo hemos intentado, puede que él
nos haya estado analizando a nosotros durante todo este tiempo. Si
detectase un movimiento de población masivo y repentino, puede que
eso dé pie a una respuesta por su parte.
―¿Una respuesta? ¿Estamos
hablando de un posible ataque?
―Posible. Sí, señor.
―¿Qué tipo de ataque? ―el
presidente vio que la doctora volvía a colocarse las gafas―. No me
lo diga. “No lo sé”, ¿cierto?
―Es imposible saberlo, señor.
Apenas hemos conseguido obtener datos, tan solo aproximaciones sobre
sus dimensiones, su altura y su aspecto. Aunque, tenga siempre
presente que lo poco que sabemos puede resultar ser falso por
completo.
―¿Cómo es eso? ¿Ni siquiera
están seguros de lo poco que saben? Pero esto es...
―Tenga en cuenta, señor, que
estamos ante una tecnología muy superior a la nuestra. No podemos
descartar que el ovni cuente con algún tipo de tecnología de
camuflaje óptico, que pueda lograr que lo que vemos con nuestros
ojos sea tan solo una apariencia... una fachada. Un disfraz que se
ajuste a lo que esperaríamos ver, cuando la realidad podría ser muy
diferente a lo que vemos.
―Y eso que vemos es la única
información de que disponemos, ¿no?
―Efectivamente, señor.
Información que puede resultar engañosa.
―De acuerdo, doctora Engels.
Puede que finalmente usted y su equipo no hayan sido tan
incompetentes como...
―Una cosa más, señor. Una de
las últimas grabaciones obtenidas por los drones mostró una serie
de muescas verticales en uno de los laterales del objeto. Cuando
comparamos la grabación con otras anteriores, descubrimos que esas
muescas habían aparecido recientemente. Parecían cicatrices
dispuestas en fila. Al principio, eran un total de cinco. Al mes
siguiente, una de las muescas había desaparecido. Y al pasar otro
mes, faltaba otra muesca. Es posible que cada mes desaparezca una
más.
―Cada mes desaparece una...
¿Cuántas muescas quedan ahora?
―Si mis sospechas son ciertas,
pronto quedarán dos, señor. Por eso insistí tanto en verle cuanto
antes.
―¿Usted cree que se trata de
algún tipo de cuenta atrás?
Rachel mostró una inusitada
seguridad en sus ojos cuando miró directamente al presidente.
―Por favor, acelere la
evacuación todo lo que pueda.
* Cuenta atrás: 1
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