jueves, 24 de abril de 2014

De compras

El guardia jurado lo vigilaba disimuladamente desde el pasillo paralelo. Eric era perfectamente consciente de ello, pero decidió actuar como si no pasara nada y continuar revisando la parte trasera del DVD de “Dos tontos muy tontos”. Eric ya estaba acostumbrado a que los vigilantes pulularan a su alrededor en las grandes superficies. Era algo normal para él, aunque no lo entendía. Jamás había hecho nada fuera de la ley para que siempre lo considerasen un sospechoso en potencia. Eric lo achacaba a su forma de vestir. Suponía que llevar vaqueros rotos y camisetas desgastadas ya eran motivos suficientes como para no inspirar la confianza de los encargados de vigilar el lugar.


El guardia se paseaba con las manos en la espalda y la mirada perdida al frente, aunque Eric estaba seguro de que aquel fornido hombre no perdía detalle con el rabillo del ojo de lo que él estaba haciendo. Cansado de sentirse vigilado, dejó el DVD en la estantería junto con los demás y lanzó una mirada fugaz al vigilante. Este no se dio por aludido y continuó con su lento paseo. “Como si fuese fácil pasar desapercibido con ese cuerpo de dos metros y ese uniforme tan discreto”, pensó Eric, dirigiéndose ahora hacia la sección de series de televisión.

De camino hacia allí, se encontró con el pasillo de DVD infantiles. Fue instintivo, y sus pies se pararon. Hizo una mueca y miró a ambos lados. A veces le daba vergüenza que lo vieran rebuscando entre los DVD de dibujos animados, pero aquel día no pudo resistirse a buscar, una vez más, algo de la serie “Hora de aventuras”. Con paso indeciso y avergonzado, se adentró en el pasillo; despacio, pero sin detenerse; mientras con la mirada revisaba los títulos fila a fila. Justo cuando ya llegaba al final, creyó haber encontrado lo que buscaba, pero, al fijarse mejor, se dio cuenta de que tan solo era otro DVD más de “Ben 10”. Aun así, le llamó poderosamente la atención la película de Bob Esponja que estaba justo encima. De nuevo, miró a ambos lados y se aseguró de que no había nadie. “Bueno, no pasa nada”, pensó. “Puedo estar aquí buscando un DVD para mi hermano pequeño, ¿no?”, se justificó a sí mismo, a sabiendas de que no tenía ningún hermano pequeño.

Cogió el DVD y echó un buen vistazo a la parte de atrás para comprobar los extras que traía la película. Se sorprendió de la cantidad de ellos y, al ver las imágenes de las escenas destacadas, no pudo evitar sonreír. No sabía por qué, pero, a pesar de que ya contaba veintitrés años, aquellos dibujos le seguían pareciendo graciosos. Ya había visto la película, y las imágenes lo zambulleron de lleno en el recuerdo de los gags más graciosos.

Cuando su conciencia salió de su memoria, se percató de que alguien estaba a su lado. Miró con una sonrisa bobalicona en la cara y se encontró con una chica que también revisaba los DVD infantiles. “¿Una chica de mi edad en este pasillo?”, pensó, sorprendido. La joven, con la melena castaña recogida a un lado, movía grácilmente sus delicados dedos en busca de un DVD en concreto. Eric se vio a sí mismo con el DVD de Bob Esponja en la mano y se ruborizó por la imagen patética que debía de estar proyectando. Volvió a colocar rápidamente el DVD en la estantería.

Nervioso e intimidado por la belleza de ella, Eric empezó a darse palmaditas en los muslos, en un intento de dar a entender que solo estaba haciendo tiempo en ese pasillo de películas para niños. Despacio, fue saliendo del pasillo. “¿Le gustarán también los dibujos?”, se planteó Eric. Justo cuando ya doblaba la esquina, lanzó una mirada furtiva antes de perderla de vista. La chica revisaba todas las filas en busca de algo que no encontraba. “Seguramente esté buscando algo para su hermana, o sobrina... o incluso para su hijo”, reflexionó mientras se metía en el pasillo siguiente sin saber cuál era.

De pronto, Eric se topó cara a cara con Julia Roberts... Sandra Bullock... ¡Hugh Grant! Sin darse cuenta, estaba rodeado de comedias románticas por todas partes. Se dispuso a salir de allí cuando se percató de que la chica de antes ahora entraba en ese pasillo. Eric se llevó la mano al mentón y empezó a mirar atentamente hacia la estantería, como si estuviese interesado en alguna película de aquellas. La chica avanzaba hacia él, sin dejar de revisar los títulos expuestos a su derecha. A Eric se le aceleró el corazón e intentó imaginar algún modo de entablar una conversación sin que la joven pensara que era un bicho raro. Apenas fue capaz de contener su temblor cuando la chica se paró a un paso de él y observó detenidamente los DVD de la estantería. En ese instante, a Eric se le pasó por la cabeza coger un DVD, cualquiera de ellos, con la esperanza de que ella se fijara en el título y le dijera algo de la película. Extendió el brazo y cogió la primera película que tocó. Leyó el título. “La casa en el lago”. Eric no la había visto, de modo que comenzó a leer la sinopsis por detrás, aunque estaba más atento a la posible reacción de ella. Entonces, se le ocurrió: “voy a preguntarle si me recomienda esta peli”, pensó, sin las agallas suficientes para decirlo.

Aun así, logró reunir fuerzas para sentirse capaz y, justo cuando iba a formular la pregunta, el teléfono móvil de ella sonó. Eric solo llegó a pronunciar un ridículo balbuceo. Se sonrojó de nuevo y deseó que ella no hubiese escuchado su patético intento de comunicación. Por suerte, la chica empezó a hablar por el móvil totalmente ajena a la presencia de Eric.

“Hola, cari”, empezó a decir ella. “No, no la he encontrado, así que me puse a curiosear las pelis. ¿Dónde...? ¿Pero van a ir ahora o van a esperar a que lleguen...? Ah, vale. Vale. Ok. Pues entonces voy para allá. Hasta ahora. Un besito”.

Colgó y la muchacha se fue. Eric se quedó allí, con el DVD en la mano. Volvió a echar un vistazo a la portada. Lo cierto era que la película parecía interesante, de modo que decidió comprar el DVD. Antes de dirigirse a la caja, se fijó en que el vigilante estaba de nuevo en el pasillo de al lado, pero, esta vez, parecía distraído. La curiosidad hizo que Eric se acercase a él para ver qué estaba haciendo. No obstante, pudo verlo cuando enfiló el pasillo. El guardia jurado de dos metros estaba en el pasillo de DVD infantiles y no dejaba de sonreír mientras leía la parte de atrás de la película de Bob Esponja.

Eric sonrió. “Desde luego, en la vida hay que tener sentido del humor”.

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