El guardia jurado lo vigilaba disimuladamente desde el pasillo
paralelo. Eric era perfectamente consciente de ello, pero decidió
actuar como si no pasara nada y continuar revisando la parte trasera
del DVD de “Dos tontos muy tontos”. Eric ya estaba acostumbrado a
que los vigilantes pulularan a su alrededor en las grandes
superficies. Era algo normal para él, aunque no lo entendía. Jamás
había hecho nada fuera de la ley para que siempre lo considerasen un
sospechoso en potencia. Eric lo achacaba a su forma de vestir.
Suponía que llevar vaqueros rotos y camisetas desgastadas ya eran
motivos suficientes como para no inspirar la confianza de los
encargados de vigilar el lugar.
El guardia se paseaba con las manos en la espalda y la mirada perdida
al frente, aunque Eric estaba seguro de que aquel fornido hombre no
perdía detalle con el rabillo del ojo de lo que él estaba haciendo.
Cansado de sentirse vigilado, dejó el DVD en la estantería junto
con los demás y lanzó una mirada fugaz al vigilante. Este no se dio
por aludido y continuó con su lento paseo. “Como si fuese fácil
pasar desapercibido con ese cuerpo de dos metros y ese uniforme tan
discreto”, pensó Eric, dirigiéndose ahora hacia la sección de
series de televisión.
De camino hacia allí, se encontró con el pasillo de DVD infantiles.
Fue instintivo, y sus pies se pararon. Hizo una mueca y miró a ambos
lados. A veces le daba vergüenza que lo vieran rebuscando entre los
DVD de dibujos animados, pero aquel día no pudo resistirse a buscar,
una vez más, algo de la serie “Hora de aventuras”. Con paso
indeciso y avergonzado, se adentró en el pasillo; despacio, pero sin
detenerse; mientras con la mirada revisaba los títulos fila a fila.
Justo cuando ya llegaba al final, creyó haber encontrado lo que
buscaba, pero, al fijarse mejor, se dio cuenta de que tan solo era
otro DVD más de “Ben 10”. Aun así, le llamó poderosamente la
atención la película de Bob Esponja que estaba justo encima. De
nuevo, miró a ambos lados y se aseguró de que no había nadie.
“Bueno, no pasa nada”, pensó. “Puedo estar aquí buscando un
DVD para mi hermano pequeño, ¿no?”, se justificó a sí mismo, a
sabiendas de que no tenía ningún hermano pequeño.
Cogió el DVD y echó un buen vistazo a la parte de atrás para
comprobar los extras que traía la película. Se sorprendió de la
cantidad de ellos y, al ver las imágenes de las escenas destacadas,
no pudo evitar sonreír. No sabía por qué, pero, a pesar de que ya
contaba veintitrés años, aquellos dibujos le seguían pareciendo
graciosos. Ya había visto la película, y las imágenes lo
zambulleron de lleno en el recuerdo de los gags más graciosos.
Cuando su conciencia salió de su memoria, se percató de que alguien
estaba a su lado. Miró con una sonrisa bobalicona en la cara y se
encontró con una chica que también revisaba los DVD infantiles.
“¿Una chica de mi edad en este pasillo?”, pensó, sorprendido.
La joven, con la melena castaña recogida a un lado, movía
grácilmente sus delicados dedos en busca de un DVD en concreto. Eric
se vio a sí mismo con el DVD de Bob Esponja en la mano y se ruborizó
por la imagen patética que debía de estar proyectando. Volvió a
colocar rápidamente el DVD en la estantería.
Nervioso e intimidado por la belleza de ella, Eric empezó a darse
palmaditas en los muslos, en un intento de dar a entender que solo
estaba haciendo tiempo en ese pasillo de películas para niños.
Despacio, fue saliendo del pasillo. “¿Le gustarán también los
dibujos?”, se planteó Eric. Justo cuando ya doblaba la esquina,
lanzó una mirada furtiva antes de perderla de vista. La chica
revisaba todas las filas en busca de algo que no encontraba.
“Seguramente esté buscando algo para su hermana, o sobrina... o
incluso para su hijo”, reflexionó mientras se metía en el pasillo
siguiente sin saber cuál era.
De pronto, Eric se topó cara a cara con Julia Roberts... Sandra
Bullock... ¡Hugh Grant! Sin darse cuenta, estaba rodeado de comedias
románticas por todas partes. Se dispuso a salir de allí cuando se
percató de que la chica de antes ahora entraba en ese pasillo. Eric
se llevó la mano al mentón y empezó a mirar atentamente hacia la
estantería, como si estuviese interesado en alguna película de
aquellas. La chica avanzaba hacia él, sin dejar de revisar los
títulos expuestos a su derecha. A Eric se le aceleró el corazón e
intentó imaginar algún modo de entablar una conversación sin que
la joven pensara que era un bicho raro. Apenas fue capaz de contener
su temblor cuando la chica se paró a un paso de él y observó
detenidamente los DVD de la estantería. En ese instante, a Eric se
le pasó por la cabeza coger un DVD, cualquiera de ellos, con la
esperanza de que ella se fijara en el título y le dijera algo de la
película. Extendió el brazo y cogió la primera película que tocó.
Leyó el título. “La casa en el lago”. Eric no la había visto,
de modo que comenzó a leer la sinopsis por detrás, aunque estaba
más atento a la posible reacción de ella. Entonces, se le ocurrió:
“voy a preguntarle si me recomienda esta peli”, pensó, sin las
agallas suficientes para decirlo.
Aun así, logró reunir fuerzas para sentirse capaz y, justo cuando
iba a formular la pregunta, el teléfono móvil de ella sonó. Eric
solo llegó a pronunciar un ridículo balbuceo. Se sonrojó de nuevo
y deseó que ella no hubiese escuchado su patético intento de
comunicación. Por suerte, la chica empezó a hablar por el móvil
totalmente ajena a la presencia de Eric.
“Hola, cari”, empezó a decir ella. “No, no la he encontrado,
así que me puse a curiosear las pelis. ¿Dónde...? ¿Pero van a ir
ahora o van a esperar a que lleguen...? Ah, vale. Vale. Ok. Pues
entonces voy para allá. Hasta ahora. Un besito”.
Colgó y la muchacha se fue. Eric se quedó allí, con el DVD en la
mano. Volvió a echar un vistazo a la portada. Lo cierto era que la
película parecía interesante, de modo que decidió comprar el DVD.
Antes de dirigirse a la caja, se fijó en que el vigilante estaba de
nuevo en el pasillo de al lado, pero, esta vez, parecía distraído.
La curiosidad hizo que Eric se acercase a él para ver qué estaba
haciendo. No obstante, pudo verlo cuando enfiló el pasillo. El
guardia jurado de dos metros estaba en el pasillo de DVD infantiles y
no dejaba de sonreír mientras leía la parte de atrás de la
película de Bob Esponja.
Eric sonrió. “Desde luego, en la vida hay que tener sentido del
humor”.
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