“Seguro que no esperabas verme
aquí. Sobre todo, después de que haya pasado tanto tiempo. ¿Cuánto
hace ya? ¿Un año y medio? Para mí ha sido como un siglo en el
desierto. De veras. No sé si me has estado vigilando desde donde
quiera que estés, pero, si lo has hecho, seguro que ya sabías que
no ha sido fácil. Bueno..., espero que no pensaras que me había
olvidado de ti. Eso, jamás. Aunque no me vieras pasar por aquí, he
seguido pensando en ti, siempre. Cada día, cada mañana. De hecho,
en ese fugaz momento cuando me despierto y mi mente está en blanco,
es cuando creo que aún estamos juntos en la misma cama. Al menos
hasta que vuelvo a recordar que estoy solo. Pero bueno, no he venido
para contarte eso.
En fin, supongo que a estas
alturas te debo una explicación. Nunca antes había vuelto aquí. Al
menos, desde el entierro. Ahora te extrañará verme aquí, de
repente, sin motivo aparente. Verás. La última vez que te vi aquí,
fue insoportable para mí. Todavía tiemblo recordando ese jodido
día. Así que poco después de aquello me hice una promesa a mí
mismo. Me juré que no volvería por aquí a estar de pie para hablar
con una piedra fría que tiene tu nombre escrito. Siempre pensé que
eso era ridículo, que no me iba a servir para nada y que todo lo que
tenía que contarte ya te lo había contado cuando estabas conmigo.
Pero bueno, ya ves, ahora estoy aquí, faltando a mi promesa. Supongo
que las cosas cambian. Y las personas, también.
He traído estas flores, pero
ahora no sé qué hacer con ellas. No hay dónde dejarlas... Bueno,
las dejaré aquí mismo. Ojalá pudieras olerlas. Seguro que ya
estarías preguntándome qué flores son para encontrar un
ambientador o una vela aromática que huela parecido... La verdad es
que no sé qué clase de flores son. Solo me parecieron bonitas y su
olor me recordó a ti...
¿Ves? Por eso no había venido
antes. Uno llega aquí y empieza a decir tonterías sin sentido. Y
además parece que hablas solo, porque estás aquí plantado sin que
nadie te escuche. O al menos, parece que nadie te esté escuchando.
Uno tan solo habla y espera con todas sus ganas que esa persona
perdida lo escuche. Esté donde esté. ¿Tú puedes escucharme ahora,
cariño? No..., no sé si puedes escucharme, mi amor. Pero he venido
aquí a hablar contigo, porque estoy asustado. Tengo miedo..., y no
sé qué hacer.
Todo el mundo está muy raro
últimamente y actúa de forma extraña. Es por culpa de esa cosa,
¿sabes? Ya hace un mes que apareció y todavía nadie sabe qué es
ni por qué ha aparecido. Si estuvieras aquí, ahora, tan solo
tendrías que levantar la vista para verla ahí arriba, flotando
quieta y brillando con fuertes destellos cada vez que el sol se
refleja sobre ella.
Por la tele dicen que no hay
motivo para que cunda el pánico, pero algunos ya han empezado a
abandonar la ciudad. Al menos, los que pueden. Yo sigo aquí. No
tengo a dónde ir. Tengo mi trabajo, y no puedo desaparecer, porque
de repente haya aparecido un jodido OVNI sobre mi cabeza. Encima, por
si fuera poco, ahora hay un toque de queda, y nadie puede estar en la
calle después de las ocho. Es gracioso, porque por una parte te
dicen que no te preocupes, que todo va bien, y que sigas yendo al
trabajo y comiendo hamburguesas, pero por otro lado, te ponen un
toque de queda y te recomiendan comprar provisiones y dejarlas en
casa. No tiene sentido. Da la sensación de que el fin ha empezado. Y
nosotros intentamos parchearlo para seguir con nuestra rutina de
siempre. Quizás, a estas alturas, eso sea ya imposible. Al menos,
mientras siga eso ahí arriba, recordándonos cada segundo que las
cosas no son como antes. Y quizás nunca vuelvan a serlo.
Menudo panorama te estás
perdiendo, cariño. A lo mejor fuiste la más lista de todos y te
fuiste justo a tiempo... En fin... Bueno... ¿Sabes? Con todo esto
que está pasando, han aparecido muchos predicadores por las calles.
Bueno, quien dice predicadores, dice pirados que se suben a un banco
y empiezan a dar gritos sobre el fin de los días. Son una panda de
tarados charlatanes, que no dejan de amenazar con el fuego eterno y
lo único que consiguen es hacer llorar a los niños y enfadar a los
padres, que ya de por sí están nerviosos todo el día sin saber qué
va a pasar. Todo el mundo está muy tenso, mi amor, y ya casi nadie
confía en nadie. Empieza a flotar en el aire cierta sensación de
entorno hostil. Y no me extrañaría que dentro de poco se imponga la
ley del más fuerte. Selección natural. Supervivencia del más
fuerte... Una mierda, la verdad.
Todo esto es... simplemente... Y
todo por esa cosa de ahí. Si tan solo hiciera algo y mostrara sus
intenciones. Se acabaría esta jodida esta incertidumbre.
La cosa es que esos charlatanes
de la calle... a veces consiguen que uno se plantee cosas, ¿sabes...?
¿Y si hay algo más después de esto? ¿Y si no? ¿Y si esto no es
lo único que hay...? Bueno, tú ya sabes la respuesta a todo eso...
Lo que verdaderamente me da miedo
es la idea de que no haya nada, mi amor. ¿Y si lo único que tenemos
es esto de aquí y de ahora? ¿Y si ahora no estoy hablando contigo,
sino con una piedra fría en el suelo? ¿Y si no vuelvo a verte
después de que yo muera? Me horroriza la idea de que nunca más
vuelva a abrazarte, mi amor. No quiero pensar que lo más cerca que
vayamos a estar de nuevo los dos sea cuando te venga a visitar al
cementerio. No quiero pensar eso, cariño. Me niego. Tiene que haber
algo más. De todas maneras, por si acaso, seguiré viniendo por
aquí, para estar un ratito contigo. Hasta que todo reviente, si es
que eso es lo que tiene que pasar. Volveré todos los días que
pueda, para estar juntos, por si eso es todo lo que nos queda a los
dos. Así, al menos, eso no lo podré perder. No me lo podrán
quitar, sea lo que sea que pase después. Aquí y ahora, vuelvo a
estar contigo. Y quizás, pronto, si los agoreros más pesimistas
están en lo cierto, nos volvamos a ver las caras. En otro sitio.
Te quiero. Pasa una buena noche.
Mañana volveré. Si no pasa nada”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario