jueves, 20 de agosto de 2015

La puerta

Se llevó la mano temblorosa hacia la comisura de los labios y se limpió las salpicaduras. El sabor ferroso de la sangre de otra persona se coló entre sus labios y la boca le supo a asesinato. Con pasos descoordinados, se tambaleó descendiendo cada uno de los escalones que llevaban al sótano. Despacio, fue recorriendo los últimos metros que lo separaban de su objetivo: la puerta de madera al final de aquel pasillo. Las lágrimas asomaron en sus ojos y la mueca que empezó siendo de alegría se tornó en una mezcla de pena e ira. Para llegar allí había hecho tanto de lo que arrepentirse, había destrozado tantas vidas a su paso, había traicionado y se había aprovechado de inocentes... Todos y cada uno de sus actos deplorables lo habían conducido hasta aquel sótano, lugar marcado por las sombras que danzaban al ritmo de la hilera de velas que se derretían en el suelo. Todo lo hecho lo había hecho para llegar a aquella puerta. Todo, por abrir aquella puerta. Todo, por liberar a la prisionera del otro lado.


La pistola que sostenía a duras penas con sus dedos era ahora era un peso inútil que lo ralentizaba. El arma estaba descargada, ya había vomitado toda su muerte de plomo sobre aquellos que habían gritado con desconcierto y sorpresa delante de su cañón. Rendido y sin fuerzas, usó los restos de energía de su brazo para lanzar el arma a un lado. Esta cayó sobre algunas de las velas, que se apagaron en un destello de ascuas que danzaron en el aire.

Finalmente, se vio frente a frente con la puerta de madera, y posó su palma sobre ella, acariciando aquello por lo que tanto había sufrido él, por lo que tanto había hecho sufrir a otros. Bajó la mano, rozando con su palma la madera de barniz seco. Se recreó en el tacto, como si acariciara el torso desnudo de una mujer. Continuó descendiendo despacio hasta que su mano se aferró al pomo para girarlo.

¿Por qué no miras atrás? ―dijo de pronto una voz de mujer al otro lado de la puerta.

He venido a liberarte... No tengo por qué mirar atrás. Ya tan solo tengo que...

Si mirases atrás verías el hermoso río de sangre por el que has nadado para llegar hasta mí. Has aniquilado a todo aquel que se ha opuesto a tu intenciones. Has sido despiadado y no has mostrado remordimientos ni duda. Te has convertido en la mano ejecutora de tus intenciones y has sometido al mundo a tu voluntad. Has doblegado a la mismísima realidad para llegar a este preciso lugar en este preciso momento. Y todo lo que has hecho... Todos los golpes que han desencajado los huesos de tus enemigos, todas las cuchilladas que han rajado en dos la voluntad de los que te impedían el paso, todas las dentelladas que has lanzado como un perro furioso cuando te agarraban y te sujetaban, todos los disparos que regaban con sesos y sangre la tierra que luego pisabas con tus botas... Todo lo que has hecho, en todo este tiempo, para llegar hasta aquí, para llegar hasta mí, en este preciso momento y en este preciso lugar. Esa ha sido tu obra, tu camino, tus acciones, resultado de tu convicción por encontrarme y liberarme. ¿Y ahora te niegas a mirar atrás y contemplar todo lo que has hecho por mí?

He hecho lo que ha hecho falta para encontrarte. No me enorgullezco de ello... De nada de ello. He descubierto que soy diferente ahora, y que incluso puedo dar miedo... Puedo darme miedo... No quiero mirar atrás... Quiero mirar adelante, porque delante de mí estás tú. Y por ti sería capaz de mover montañas a patadas.

Desde luego, tus palabras son tan contundentes como tus actos. Pero careces de orgullo. Eres tenaz como un depredador que no suelta su presa una vez la muerde, pero que, tras el festín de sangre y vísceras, llora por las esquinas recordando la mirada tierna de la comida que ahora digiere. Deseas algo, luchas por algo, pero no disfrutas de lo que haces. Tu fin no justifica tus medios, tu fin justifica tus miedos.

¿Por qué me dices todo esto ahora? He sido esclavo de tu voz en mi cabeza, he sido tu valiente guerrero, y ahora quiero ser tu libertador. Permíteme abrir de una vez por todas esta puerta y poner fin a este viaje que no me ha traído nada más que lágrimas y remordimientos.

Pues abre la puerta y libérame. Abracémonos y seamos uno, y te mostraré una vida lejos de cualquier pesar.

Con la mano firme en el pomo, apretó los labios al tiempo que una lágrima caía pesada por su mejilla. No quiso mirar atrás, no quiso recordar todos los cadáveres cuyas esencias le perseguirían hasta el fin de sus días, e incluso más allá. Sin demorarse ni un segundo más, giró el pomo y abrió la puerta de par en par.

Dentro, la habitación estaba completamente vacía. Cuatro paredes, un suelo sucio y, en la pared del fondo, un espejo empañado. Se adentró en la estancia y caminó hacia el cristal del espejo. Su reflejo reproducía cada uno de sus movimientos. Pero al acercarse más, vio que al otro lado del espejo le devolvía la mirada una chica joven, que le ofrecía una media sonrisa siniestra.

Eres una preciosidad ―dijo él, cayendo rendido de rodillas a los pies del reflejo de la asesina que moraba en el interior de su mente.

6 comentarios:

  1. Respuestas
    1. ¡Hola, Alexandra!

      Buena frase. Desde luego, el río de esta historia no es de aguas tranquilas. ^^

      ¡Un abrazo fuerte! ¡Muchas gracias por leerme!

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  2. ¿ cuántas víctimas y verdugos bailan en nuestra mente?

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    1. ¡Hola, Alexandra!

      Que bailen si quieren, pero la música la pones tú. XD

      ¡Un abrazo fuerte! ¡Gracias por leerme!

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  3. ¡No desearía encontrarme en la piel del protagonista de esta terrible historia! Le has dado el toque macabro que merecían sus actos y el giro inesperado del final ha sido, simplemente, genial.

    ¡Gran trabajo! Me ha gustado un montón :D Y lo comparto con mucho gusto ;)
    ¡Besos! Y nos leemos en la próxima historia, que seguro será igual de buena.

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    1. ¡Hola, Carmen!

      ¡Muchas gracias, no solo por leerme, sino por compartir la historia también! Yo también tengo curiosidad por ver qué historias subes a tu estupendo blog próximamente. :)

      ¡Un abrazo fuerte! ¡Y nos seguimos leyendo!

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