Muy buenas a todos.
Como algunos de vosotros ya sabéis, estas últimas semanas no he podido subir mis historias y dibujos habituales. El motivo de esta nota es anunciar que este blog se va a tomar unas vacaciones, y, tan pronto como me sea posible, volveré con más historias y dibujos.
Muchas gracias por todo el apoyo y espero volver pronto.
Un abrazo para ellos y un beso para ellas.
Aio
Contenido
- Boda de ladrones
- Cielo cromado
- Claudio
- Diario
- Dormiré contigo
- Edith
- El fin
- El manantial
- El testamento del dragón
- En busca de
- Flora
- Grietas en el cielo
- Historias con latido
- Historias cortas
- Imágenes con latido
- La mansión
- La nueva vida de Dana
- Lady Noche
- Lágrimas de sueño
- Lana Mandala
- Las cuatro insidiosas
- Latidos de libreta
- Llantos
- Mariposas en las paredes
- No se lo digas a mi hija
- Notas del autor
- Ojos negros colmillos blancos
- Sujeto de prueba 001
- Zona en obras
viernes, 19 de diciembre de 2014
El testamento del dragón (Tercera parte de tres)
―Aún no te puedo ver bien,
escriba ―le dijo el dragón―. Camina hasta aquí delante.
Pragun daba pasos cortos sin
apartar la vista del voluminoso cuerpo de la criatura. Las alas,
agrietadas y rasgadas, estaban encogidas sobre el lomo, muy por
encima de la cabeza del escriba. La sólidas escamas del vientre se
solapaban unas encima de otras formando una formidable armadura que a
todas luces parecía completamente impenetrable ante cualquier ataque
de lanza, flecha o espada. A medida que caminaba, las escamas iban
disminuyendo de tamaño y grosor según se aproximaba a la zona del
cuello. Las de esa zona se reducían hasta desaparecer totalmente y
dejar paso a una zona blanda de carne pálida, justo bajo el largo
cuello del dragón. La luz de la antorcha iba y venía acorde al
vaivén de la respiración de la criatura, que removía todo el aire
de la cámara de piedra. De pronto, Pragun divisó un asa de madera
astillada asomando por la parte carnosa del cuello, en medio de una
zona empapada de sangre. Las llamas de la antorcha se agitaron con el
suspiro de la bestia, y la luz del fuego iluminó la cresta de la
criatura entre la que sobresalía la punta de la lanza. El arma le
había atravesado el cuello de abajo arriba, desatando todo el caudal
de sangre que fluía por la piedra plana y bajaba por la pendiente de
la gruta. El dragón yacía ahora con su pesada cabeza apoyada en la
roca, incapaz de elevarla un palmo del suelo. Sus ojos,
entrecerrados, miraron de reojo al escriba.
jueves, 4 de diciembre de 2014
El testamento del dragón (Segunda parte de tres)
―¿Pretende que entre ahí solo
con esa criatura? ―se quejó Pragun, de espaldas a la entrada de la
gruta. Algunos soldados comenzaron a aproximarse a su alrededor, con
las manos preparadas en las empuñaduras de las espadas. De reojo, el
escriba vio que cada vez los tenía más cerca y rebajó el tono de
su queja―. Escuche, capitán, comprendo que el ancestral código de
su orden es tajante en lo concerniente a respetar la última voluntad
de sus enemigos derrotados, pero... pero yo... Esto... ―Pragun
resopló y señaló insistentemente hacia la oscuridad de la cueva―.
Esa cosa de ahí podrá comerme de una sola dentellada si alguien no
me acompaña con su acero.
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